Eso que llamabas paraíso. Una historia sobre los ecos del terrorismo

Eso que llamabas paraíso

Eso que llamabas paraíso. Una historia sobre los ecos del terrorismo. Está escrito por Ricardo Casas Fisher y Francisco Uzcanga Meinecke. En realidad lo escribe Francisco y Ricardo lo protagoniza. Sale a la luz en septiembre de 2023 y lo edita la Editorial Libros del KO.

Literatura del yo. O del tú. Te lo explico. Mira, el libro se atribuye a Ricardo (Richard) Casas Fisher y Francisco Uzcanga Meinecke.

Uno, Ricardo, pone la historia, su propia vida. Otro, Francisco, pone la pluma, la literatura y también sus propios recuerdos. Fue compañero de colegio y amigo de la cuadrilla de Richard. Es pintor y cuadro en este retrato.

Ricardo es pianista. Toca, por ejemplo, para ambientar películas de cine mudo. Su tarjeta de visita dice así: pianista de cine mudo. Ignoro a qué epígrafe del IAE corresponde eso, pero mola un rato largo. Francisco, en cambio, es un profesor universitario de la rama de humanidades en Alemania, del que Libros del KO ya ha publicado dos libros más.

El libro, de clara vocación ensayística tiene vocación estética. Esto es, el autor no lo escribe a la manera, —correcta pero anodina—, de academia periodística, sino con intención literaria. Con belleza.

El libro arranca explicando cómo llega Richard a su profesión. Andrés Iniesta —el mejor futbolista español de siempre— donó un piano a su Fuentealbilla natal y su concejal pensó en una película muda con ambientación… alguien le dio el teléfono de Ricardo y así empieza esta historia.
Y lo cuenta de una manera literaria, no ciñéndose a los datos como acabo de hacer yo.

Esto me sorprende en un libro así. No te lo esperas. Un libro que va a ser de reflexión, de fondo, un ensayo; pero que no quiere renunciar a la voluntad de contar las cosas de una manera agradable a la vista.

No es un documento periodístico. Ya se ha dicho. Es más bien un acopio de ideas. Es memoria. Como diría Ian McEwan, la memoria es imprecisa, divaga, no sigue la línea temporal, no es un atlas histórico. Lo emocional y lo sensorial también participan del relato si el material literario es la memoria.

Eso que llamabas paraíso. Una historia sobre los ecos del terrorismo

Los autores son ambos hijos de vasco y alemana. De Ricardo Casas Fisher conocemos una infancia muy difícil. Hospicio, madre estudiante que ha cometido el pecado de fornicar con un sudlander de Guadix (Granada) y quedar embarazada siendo hija de una señora que mantiene cierta querencia filonazi de su pasado. Este chico, despierto en lo intelectual, melómano y pianista irá pronto a vivir con su padre Enrique a San Sebastián. Francisco Uzcanga —el que escribe el libro— nos contará cómo era esa Alemania posterior al caos Nazi. Una generación moderna, consumista, pop y todas las pescas, emergiendo de otra anclada a un pasado con delirios de grandeza y que todavía sujetaba muchos de los aspectos consuetudinarios y legales de un país no tan avanzado como crees.

Ricardo Casas irá a vivir a San Sebastián. No me resisto a decir que es una de mis ciudades preferidas, aunque bien sé que esto no viene al caso en una reseña, pero siendo muy mía, lo digo y tan amigos. Para Ricardo que —recordemos— venía de una Alemania de hospicio; de una madre superada por la abultada responsabilidad en una sociedad poco cariñosa con una madre soltera; de la falta de oportunidades; de la negación de su vocación pianística y de una abuela que le consideraba un no ario, San Sebastián era un paraíso.

Entonces toma la palabra Uzcanga, y su infancia. Francisco Uzcanga Meinecke, padre vasco y madre alemana. Vive en San Sebastián. En el centro, para más señas. Asiste, además, al Colegio Alemán: laico y apolítico. Un niño bien o de familia, como antes se decía. Y nos cuenta que desde su balcón, veía demasiado a menudo disturbios con policías. Escenas en donde —en su vida adulta supo— había personas que perdían la vida. Relata pasajes de veranos en pueblos de Guipúzcoa, donde dejaron de jugar con él, por su condición burguesa. En su equipo deportivo colegial, fue objeto de tensiones sociales cuando iba a jugar a barrios obreros de la periferia. ¿Su pecado? Ser de origen alemán, vivir en una familia acomodada, en el centro, no entrar en política. Tras dar la cifra de muertos en la época en aquel San Sebastián concluye:

«Su cadáver quedó tendido junto a la barandilla, ese logotipo de la ciudad que hoy llevamos como llavero, con la plácida bahía al fondo y la impasible isla como testigo.

Richard llegaba a un paraíso cargado de plomo»

Y Francisco salía de él. Su familia se trasladó por entonces a Madrid:

«Mis hermanos y yo pasamos los primeros días en el colegio madrileño conjurados y alerta. En el recreo nos sentábamos juntos en un banco, dispuestos a defendernos con los puños de quien se metiera con nosotros por ser vascos. Pero no se metía nadie. Les dábamos igual. Unas semanas más tarde invité a casa a dos compañeros de clase a tomar unos bocadillos, bocatas decían ellos. Uno me preguntó si era vasco, por el acento cantarín. Le respondí que sí, que si había algún problema: «A mí conque me des fuagrás…».

¿Es un libro sobre ETA? Sí, qué duda cabe. ¿Es un texto exclusivamente político? No. Va más allá. Por eso, quienes se aproximen al texto con ánimo exclusivo de abordar el asesinato del político, tardarán cien páginas (de un libro de ciento cincuenta) en encontrarlo. El autor, antes, quiere mostrarnos muchos elementos que dan contexto al asesinato, que de otro lado es algo que ya conocíamos.

El libro plantea una tesis. A partir del asesinato de Enrique Casas, emergió la cultura de la víctima. No es que eso ahorrara muertos y décadas de padecimiento. Sin embargo, a partir de él, las víctimas dejaron de enterrarse en sepelios cuasi clandestinos para hacerse entre multitudes que expresaban su repulsa. La sociedad en conjunto se unía por encima de siglas políticas —en un país tan cainita y maniqueo— para decir no. Basta ya.

Un libro sobre terrorismo. Puede decirse, pero más acertado sería decir, sobre el impacto del terrorismo en las vidas de quien son próximas a la víctima. En especial, los niños:

«Hoy sé que fue allí donde tomé conciencia: hay algo aqui que va mal. Porque cuando un niño ve tanta gente mayor llorando al paso de un cadáver, intuye que algo no va bien»

Sobre su libro, se pregunta Francisco Uzcanga:

«¿A quién va a interesar ahora todo esto?»

A mí, Francisco. Y a muchos. A todos los que crecimos saliendo al patio del colegio cada pocos días con las manos pintadas de blanco levantándolas hacia el cielo. No sólo en Euskadi, sino en todo el país,—yo vivo en Granada—, pues todo el país conoció los atentados.

Es bueno recordar, para no revivir.

La historia del cine mudo

El cine mudo juega su papel en el libro. Inesperado, pero ahí está. A ver, lo cierto es que Ricardo Casas adora tocar el piano, y lo toca como ambientación de películas mudas, a encargo de ayuntamientos, entidades culturales, etc.

Pero se gana el pan como Galeno. Es la epidemiología la que lleva el pan a casa. Pero eso, tiene mucho menos glamour que ser pianista de cine mudo. Y a cuenta de esa peculiar ocupación, hobby o segundo trabajo, Uzcanga hace un recorrido desde el Gran Café de París y los hermanos Lumiére hasta la llegada del cine sonoro que cautiva y le da una nota de color muy bella a este libro lleno de dureza social y conflicto armado.

¿Te gusta leer?

Recibe mis reseñas en tu correo

¡Sin spam! No te mando nada más que reseñas

Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

Deja una respuesta