- Los jefes. Los cachorros.
- Mario Vargas Llosa.
- Los jefes (1959)
- Los cachorros (1967)
- Millenium. Las 100 Joyas del Milenio. Biblioteca El Mundo.
- 1999
- Prólogo a la edición: Roberto Bolaño.
Los jefes
Esta es la primera obra publicada por Vargas Llosa. Se trata de un conjunto de relatos breves. Como suelo hacer al reseñar relatos, recogeré una pequeña alusión al argumento de cada uno y luego nos referiremos a los elementos comunes:
Los jefes
El relato que da título al libro. Se inicia con unas reivindicaciones estudiantiles. Unos alumnos se organizan y amotinan para lograr que su director acceda a realizar ciertos cambios en el horario de exámenes. Hay cuatro chicos que parecen dirigir a los demás. El colegio, de manera arbitraria, ha decidido que los alumnos no serán avisados de las fechas de los exámenes, que podrán ser en cualquier momento, de forma inopinada.
Entonces sucede que los alumnos se amotinan. Interrumpen las clases y fuerzan una negociación con el director. No habrá tal negociación. Serán castigados, golpeados y recriminados.
Los alumnos no se arredran. Continúan su protesta e impiden al resto de cursos participar en la jornada lectiva con normalidad, invocando siempre los derechos que comparten ante el abuso del poder, representado en la dirección escolar.
Hay disenso. Algunos alumnos no afectados por la medida, se muestran insolidarios. Prefieren preservar sus buenas relaciones con el poder. Ante ellos, algunos cabecillas del movimiento insurgente se muestran violentos en la defensa de su revolución, de forma tal que, ostentando el poder del rebaño más numeroso, lo ejercen con la misma tiranía con que ellos mismos han sido tratados. Tenía razón Nietzsche: Quien con monstruos luche, cuide de no convertirse a su vez en uno. Cuando contemplas el abismo, el abismo también te contempla a ti.
Buen relato realista, cargado de valor simbólico. El poder, la tiranía y el ejercicio de la libertad. No es poco para una pieza tan breve. Se aborda con una solvencia notable.
El desafío
Una historia de violencia. Un florilegio de varones sin oficio ni beneficio, no tienen nada mejor que hacer que girar su vida en torno a una pelea a la que se han dado cita dos hombres: El cojo y Julián.
No es de los mejores relatos del libro. Sin embargo, hay pasajes que ya son un regalo y una promesa de un autor mayúsculo. Baste fijarse en la siguiente descripción que hace de uno de los personajes:
su piel lampiña, los agujeros diminutos de sus ojos, hundidos y breves como dos puntos dentro de esa masa de carne, interrumpida por los bultos oblongos de sus pómulos, y sus labios gruesos como dedos, colgando de su barbilla triangular de iguana
Una prosa muy bella la de Vargas Llosa. Ya entonces lo era.
El hermano menor
La diversidad étnica del Perú. Una temática a la que Vargas Llosa se refiere con frecuencia. Ya en este primer proyecto le dedica espacio. Este relato habla de ese Perú rural, atrasado, esclavizante, violento, desaforado y lleno de odios y malas convivencias. Uno de los más interesantes del libro, sin duda. Unos hermanos persiguen a un criado indígena de su hacienda al que su hermana ha acusado de propasarse. Cómo dos personas juzgan de forma tan diferente el mismo hecho, en función de sus códigos morales.
Día domingo
Relato de un día prosaico. Miguel es un muchacho enamorado hasta las trancas de Flora. La chica, irá esta noche a una velada de cine con una amiga. La amiga resulta ser —lo sabe Miguel— una alcahueta que en un momento se retirará y dejará a Flora sola con su hermano Rubén, un muchacho donjuanesco que le caerá encima.
Miguel que lo sabe, toma cartas en el asunto. Para impedir el desenlace, retará a Rubén en un duelo cuasi medieval que nos retrata un país con roles de género que ya hoy resultan superados. A pesar de esos rasgos caducos, el relato está muy bien escrito y manteniendo una tensión constante.
Un visitante
Un hombre llega a un tambo. Esto, en Hispanoamérica viene a señalar una tienda o bar en la costa. Hay una mujer sola en ese páramo. El hombre viene desde lejos avisando por aquí y allá que venía a violentarla. Eso lo hace para llamar la atención de Nuno, su marido. Es un señuelo que busca provocarle para que aparezca y pueda ser detenido por la policía, entre la que ya figura el sargento Lituma, que tanto recorrido tendrá después en el universo literario del genio peruano.
El desenlace, sin embargo, no sale como esperaba el delator.
Un relato muy divertido, de nuevo, de arraigo rural. Nos transporta aquel Vargas Llosa a un Perú violento de bajos fondos.
El abuelo
Ocho páginas de tipografía apretada. Ni un solo diálogo. Apenas una frase referida. Todo narración en tercera persona. ¿Se hace árido? Para nada. Imposible dejar de leer.
Un anciano acechando a su familia en un jardín. Primero no sabemos qué hace allí. Después averiguamos que ha encontrado una calavera de niño. Ignoramos qué extrañas ideas cruzan su cabeza respecto de esa horripilante pieza ósea.
¿Qué tiene que ver la calavera con su familia? ¿Por qué acecha a su hijo, nuera y nieto? ¿Qué se propone? ¿Qué pinta la calavera infantil en medio de ese relato?
Los cachorros
Relato con entidad propia. Mientras Los jefes es un compendio de relatos, Los cachorros es uno con identidad propia. Se han dado algunas ediciones que los presentan juntos, bajo el paraguas de provenir ambos del Vargas Llosa más joven.
Los cachorros es de 1967. No así Los jefes que aparecieron en 1959.
Los cachorros supera en extensión los relatos de Los jefes. No obstante, es breve.
Es la historia de Pichula Cuéllar. Un chico que sufre un accidente en la adolescencia que le va a marcar y estigmatizar. La vida va transcurriendo en el relato, desde la infancia a la edad adulta. El cambio va transformando a las personas. Cuéllar no evoluciona, no puede. Sus amigos se relacionan con mujeres, se enamoran, van a la universidad, se casan, tienen hijos… Pichula Cuéllar es diferente y esa diferencia le impide encajar. Trata de mantener la amistad con la pandilla de amigos que son narradores de este relato, pero a más se juntan, más se evidencia esa diferencia estigmatizadora.
Un relato soberbio sobre ser diferente en sociedad. Dura, directa y terrorífica, por cuanto de azaroso hay en la vida y cuán fácil es caer en desgracia. Si tienes un problema, parece decirnos un Vargas Llosa cuasi cadete, el mundo no se va a detener por conmiseración. La vida sigue contigo o sin ti.
Muy buen relato. Duro, cruel, injusto, azaroso, intimidante… Como la vida misma. Merece muchísimo la pena leerlo.
Nexo común
En ambos relatos encontramos protagonistas adolescentes o muy jóvenes. Mediante diferentes tropos, Vargas Llosa plantea reflexiones acerca del poder —la tiranía— ejercido por medio de la violencia y marca una sociedad en la que sus habitantes carecen de perspectivas de futuro.
Estilo
El estilo de Los jefes arriesga menos. Se nota un autor de vocación literaria antes que comercial. Quiere tener lectores atentos, concentrados. Sin embargo es conservador en líneas generales, si hablamos de estilo, no tanto de temáticas.
Los cachorros sí deja ya adivinar un talento superior. No están esos giros temporales, esas rupturas de la línea de tiempo que sí aparecerán en sus grandes novelas. Pero sí es visible ya un autor muy personal. Ni un diálogo en estilo directo. Todos los pronunciamientos de los personajes son narrados por un narrador homodiegético, esto es, partícipe de los hechos que se relatan. Párrafos eternos, con una concatenación incesante de frases cortas propias de lo oral, que dotan al texto de gran realismo en cuanto a ser un relato de recuerdos del narrador, que bien parece que nos está contando esta historia tomando una caña en cualquier bar, mirándonos a los ojos.
Un autor que ya muestra su tiempo. La sociedad, sus costumbres y sus formas. Las maneras de vivir del Perú urbano limeño de mediados del siglo pasado, quedan perfectamente recogidas en Los cachorros que por lo demás resulta muy universal como lectura. Los jefes, ya lo hemos dicho, hunde sus raíces en el Perú rural, violento y muy atrasado con respecto a la capital, si nos hemos de guiar por lo que leemos aquí. La secuencia de diálogos referidos en estilo indirecto, que van saltando de uno a otro personaje, a decenas por párrafo haría que cualquier lector se perdiera, sin embargo este autor consigue que lo entiendas sin dificultad y sientas que tú mismo estás en una de esas quedadas de amigos, en medio de la pandilla. En la vida real, las personas en entornos informales y de amistad, hablan a borbotones, sin un orden y sin guiones largos. Así hablan estos personajes de Los cachorros y, lejos de perdernos, nos dan una sensación de realidad muy lograda.
¿Cómo era ese Vargas Llosa escritor veinteañero y treintañero? Pues un escritor con las ideas ya claras. Un escritor que quería escribir «novela realista pero con un estilo formal bello y cuidado» dice él en muchas entrevistas. Yo creo que su sueño es alcanzar un híbrido entre la modernidad de Faulkner y la perfección estilística de Flaubert. Pero en esa búsqueda identitaria se mezcla con profundas raíces hispanoamericanas y lo que surge ya no es aquel híbrido sino algo radicalmente nuevo: Mario Vargas Llosa.
Y tiene claro el lector que busca. Un lector capaz, paciente cuando toca, concentrado. No escribe para un lector de tramas que lee desconectando a ratos. A cambio, una vez te enfocas en su escritura, te abstraes del mundo. Pocos escritores consiguen una experiencia inmersiva como la de Vargas Llosa.