Reseña de El nombre de la rosa de Umberto Eco.
El nombre de la rosa
1980
600 páginas
Primera novela de Umberto Eco. Ensayista, teórico, nos dice haber escrito su novela por:
«Haber descubierto, en edad madura, «aquello» sobre lo cual no se puede teorizar, aquello que hay que narrar.»
Esta es una de las novelas señeras del siglo XX. No sé si está entre las mejores, pero sí entre las más leídas y las más queridas.
Existen muchas ediciones modernas. La mía, es una edición muy antigua del Círculo de Lectores que no te recomiendo. Letra pequeña, ningún aparato crítico, sin anotar, lo cual, en una novela con tantas referencias cultas y latinismos es muy necesario para entender al completo la lectura.
De qué trata
“El nombre de la rosa” de Umberto Eco. Basta mencionarla y los lectores de todo jaez, contraen una sonrisa indisimulable de aquel verano, aquella Navidad o aquel viaje en que la leyeron.
Es una novela ambientada en una abadía benedictina del siglo XIV. La trama sigue la investigación de una serie de misteriosos asesinatos que ocurren en el monasterio. Vemos la historia a través de los ojos del novicio Adso de Melk, que recuerda un episodio de su juventud en que acompañó a un perspicaz fraile franciscano, Guillermo de Baskerville. Llegan a un monasterio benedictino piamontés para una asamblea de debate teológico. Estando allí la pareja, empiezan a morir monjes asesinados. Entonces Guillermo de Baskerville utilizará métodos deductivos y racionales —al más puro estilo holmesiano—, para desentrañar los secretos ocultos en la abadía.
En paralelo, una trama vaticana. La historia se enmarca en esos siglos difíciles en que la Iglesia estuvo regida por hombres deshonestos, simoníacos y maquiavélicos. Las distintas interpretaciones evangélicas; las órdenes emergentes como organismos que hacían due dilligence de epíscopos y papas… todo eso se entremezcla en esta novela, a veces haciéndola decelerar pero dándole a cambio más fondo e interés.
La prioridad, sin embargo, es la resolución de los crímenes. A ella se darán los protagonistas, con sus peripecias atraparán al lector y el resultado será del mayor agrado.
Qué la hace tan especial
La novela combina elementos de novela policiaca, histórica y filosófica. Ese es su verdadero plus respecto de otras novelas del género detectivesco o de crímenes. 💡 La habilidad para insertar profundos análisis sin aburrir la trama.
¿Para quién es esta lectura?
Hay un lector concupiscente, o de apetito sensitivo. Busca ser seducido por la lectura y experimentar reacciones: miedo, risa, intriga, deseo, diversión… También hay un lector contemplativo, digámoslo así, con una actitud de reflexión profunda y serena, de disfrute intelectual a través de la lectura, donde el foco está en la meditación, la comprensión, y el aprecio por la profundidad de las ideas, más que en las emociones intensas o inmediatas. Este tipo de lector se deleita en textos que estimulan el pensamiento crítico y la reflexión filosófica o estética, buscando en la lectura una experiencia enriquecedora para la mente.
Esta novela satisfará a ambos perfiles lectores. Es de las pocas que pueden hacerlo. Logra una atmósfera enigmática, donde queremos saber qué está sucediendo, quién es el asesino y cuáles son sus móviles. Pero a la vez, es intelectualmente brillante: citas literarias; referencias cultas; reflexiones filosóficas y teológicas; discernimiento moral… que son epifenómenos del arco narrativo principal, pero que aportan una riqueza a la novela que hacen que un lector que se precie no se la pueda perder.
¿Una obra filosófica?
Puede decirse. La novela tiene profundas reflexiones a su paso. El debate entre la razón y la superstición. Cómo la superchería más nefelibata y cándida puede ser abrigo de los abusos más abyectos.
Entra en todas las materias. Explora temas como la fe, el conocimiento, la herejía y el poder de los libros y las bibliotecas en la Edad Media…
Es una obra exclusivamente masculina. Sin personajes femeninos. Monjes, sirvientes… un entorno monástico medieval. Si acaso muy al fondo aparece una granjera, o mejor dicho, esposa del granjero, cuando se encuentran uno de los cadavéres, etc. pero son papeles completamente residuales. La justificación no habrá que buscarla en todo caso en misoginia del autor sino en una adaptación rigurosa al contexto de la novela.
La novela es una gran reflexión sobre la censura. La hubo entre los monasterios que copiaron unos libros de la antigüedad —salvándolos para la posteridad— y otros no, la hubo cuando los regímenes totalitarios del pasado siglo quemaron libros que eran contrarios a sus cosmovisiones y la hay ahora, cuando los cancelamos creyendo que atentan contra nuestros valores más aceptados. Siempre la hubo y siempre la habrá, porque toda sociedad hace un discernimiento moral colectivo, toda sociedad cree que hace el mejor posible y toda sociedad se ve moralmente autorizada a acallar las expresiones contrarias al bien (que ellos establecen).
El nombre de la rosa, un título especial. Hace alusión a lo único que nos queda de una rosa que se marchita: su nombre. Igual que la comedia de Aristóteles. De los textos de Aristóteles sobre la poética, específicamente su obra Poética, solo tenemos la parte dedicada a la tragedia y el drama. La parte que trataría sobre la comedia, si es que existió, no ha llegado hasta nosotros. Esa pieza de su obra, se perdió y cuenta la leyenda que fue en el triaje moral de los conventos donde amanuenses copiaban y rescataban para la posteridad unas obras sí y otras no. Su labor ha sido vital para el desarrollo de nuestra civilización, pero claro está, el decantado tenía todos los sesgos ideológicos que podamos imaginar, lo cual habría pasado en todos los casos. Este libro es una gran reflexión sobre la Verdad, que se presenta como una hija de su tiempo.