Reseña de «Nada», de Carmen Laforet

Reseña de Nada, de Carmen Laforet

Una reseña de Nada es difícil de abordar. Reseñar lo que ya todo el mundo ha reseñado. Mejor que tú, con más conocimiento de teoría de la literatura, con mejores maneras, con una relación más profunda con la autora. Lo que esta reseña tiene de original, es que es la mía. Mi punto de vista como lector, lo que puedo aportar, de una obra que por derecho propio es un clásico del siglo veinte, que sigue acumulando lectores setenta y siete años después de su publicación, y casi veinte años después de decir adiós para siempre a la escritora barcelonesa.

Reseña de Nada, de Carmen Laforet

De qué trata

Andrea es una estudiante de literatura. Acaba de llegar a Barcelona para ingresar en la universidad, donde estudiará Letras. Nos encontramos en un país que estrena la posguerra, en una Barcelona oscura y entristecida, que nada tiene que ver con la vibrante ciudad que es hoy.

En la modestia de Andrea viaja, sin embargo, la ilusión. La de una joven que viaja a la ciudad de referencia, la de un alma que anhela reenganchar con una vida medio normal una vez terminada la guerra.

Sus ilusiones se ahogan en cuanto llega a Barcelona. La familia —abuela, tíos y demás fauna doméstica— que la recibe parece extraída de la casa de los horrores. La vivienda, es una expresión de ellos.

«Tres estrellas temblaban en la suave negrura de arriba y al verlas tuve unas ganas súbitas de llorar, como si viera amigos antiguos, bruscamente recobrados. Aquel iluminado palpitar de las estrellas me trajo en tropel toda mi ilusión a través de Barcelona, hasta el momento de entrar en este ambiente de gentes y de muebles endiablados. Tenía miedo de meterme en aquella cama parecida a un ataúd.»

A partir de aquí acompañamos a Andrea en su experiencia. Un viaje estático por una sociedad lacerante —representada en la familia de la calle Aribau—, que odia, envidia y codicia; que es tensa y es violenta. Los años cuarenta recopilados en una familia. Qué fácil es ver en ellos el fracaso, la incomunicación y las consecuencias de la violencia que les ha pasado por encima, convirtiéndoles en seres de nuevo rumbo, uno que va justo al infierno de la pena, el aislamiento y la misantropía.

También se muestra otra sociedad, la de Ena. Es una chica de la facultad que vive la despreocupada juventud de quien vive en el lado próspero de la moneda. Andrea se obsesionará con ella, atraída por su alacena siempre abierta y su estilo de vida. El contraste con su vida es total. Su familia sirve también a Laforet para marcar esa diferencia, como si trazase un paralelo entre el tipo de mentalidad de las personas y el tipo de vida que les procura. La madre de Ena es moderna, desinhibida y libre, lo opuesto a tía Angustias, esa especie de señora Danvers que la recibe en su casa y trata de tutelar todos sus pasos. Su padre es un hombre moderno, alejado de los fracasados y violentos personajes masculinos que habitan en la casa de la calle Aribau. Las propias amigas Ena y Andrea contrastan. De Ena se nos dice «Ena tenía una agradable y sensual cara, en la que relucían unos ojos terribles(…) aspecto juvenil de su cuerpo y de su cabello rubio…» Mientras que Andrea es delgada y desapercibida. Ena acapara las conversaciones y Andrea es melancólica y con una querencia al pesimismo que aconseja leer el libro con los niveles de cafeína altos. Un choque entre dos mundos que caminan por las mismas aceras, aunque emiten en frecuencias siempre paralelas.

Las mujeres ocupan un papel esencial. La protagonista nos deja ver la vida de una chica que quiere estudiar, pero a la que la sociedad parece empujar a una vida abocada al encuentro del príncipe azul, como si no bastasen sus propias aspiraciones. Vemos mujeres mayores como la abuela, una mujer condenada a recoger a sus naufragados hijos en casa. La tía Angustias, beata y llena de prejuicios, que se niega a sí misma la oportunidad de darse vida en una relación que mantiene oculta por miedo al qué dirán. Gloria, la cuñada, una mujer que vive un amor carcelario, con un marido faltón, faltusco, pegón y fracasado como pocos.

¿Qué me ha parecido?

Nada es un cuadro. Si quieres conocer cómo fue la Barcelona de posguerra en sus gentes, —no en el gran personaje político o en el trazo grueso—, no hay manual de historia que reemplace esta obra maestra de Laforet. Con veinticuatro años fue capaz de escribir algo a tal nivel. En 1944 ganó la primera edición del Premio Nadal, un premio mayúsculo que es poco si lo comparamos con el mayor galardón que puede ganar una autora, seguir siendo leída décadas después de su muerte.

Un libro con garra. Los personajes, o te caen bien, o los aborreces, pero entablas relación sí o sí con ellos. Una ciudad como Barcelona, capaz de ser un personaje más de la obra gracias a una Laforet que nos describe no ya sus calles sino su aura. Una ciudad-persona, triste o alegre —según para quién en aquel momento—, acogedora o intimidante; pobre o próspera. Lo que sea, pero siempre latiendo.

Hablemos sobre el libro. Mi edición es la de Ediciones Destino —de Editorial Planeta— que sacaron en septiembre de 2021. Es una primera edición en esta presentación —ya me gustaría a mí tener una primera edición— de 341 páginas con una presentación verdaderamente elogiable. Tiene prólogo de Najat El Hachmi. Epílogo de Anna Merino.

Una edición que conmemora el centenario del nacimiento de Laforet.

Recomiendo la obra y la edición. La obra, siempre el elemento más importante, es excelente en su relato pero también en la forma en que está escrito. No es que sea una de mis obras preferidas —por temática— pero desde luego me parece una magnífica novela e imprescindible para entender en buena medida la España de mediados del siglo pasado. La edición es cómoda, sólida y de bella estampa.

Título Nada
AutoraCarmen Laforet
Año1945
Editorial: Ediciones Destino
Año de la edición 2021
Páginas341
Disponible pulsa aquí

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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