Por qué leer La zona muerta de Stephen King

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Octava obra —cronológicamente hablando— de Stephen King. Publicada cinco años después de “Carrie“, su primer gran éxito. A estas alturas el autor ya ha publicado también “El Resplandor” y se puede hablar de un escritor ya consagrado entre el público. Con la crítica, cuarenta años después, no parece todavía suficiente su vasta obra, su voz propia, su condición de icono, su aportación innegable al terror rescatado de castillos medievales y puesto en medio de pueblos y vidas vernáculas… Pero ya se van ablandando algunos corazones de erudito de salón.

Al grano. ¿De qué trata?

Jhonny Smith sufre una conmoción cerebral de niño. De ella, le queda una cicatriz y cierta facilidad para anticipar el futuro. Ya de joven, con una vida en ciernes como profesor y novio recién estrenado, sufre un grave accidente de tráfico que le tiene cuatro años y medio en coma. Al despertar, descubre que su facilidad es ahora un poder inmenso que le permite anticipar acontecimientos y conocer la historia de cualquier persona al simple contacto. A medida que conoce una persona, conoce lo que se ve y lo que está oculto. En uno de esos contactos que cualquier persona puede tener en su vida, Smith estrechará la mano de un político que oculta tras su populista fachada a un asesino execrable. Desde aquí empezará una trepidante acción para detener a un asesino que se propone llegar nada menos que a presidente de la nación.

El malo, a decir verdad, podía ser cualquier otra cosa. Abogado, juez, profesor de piano… y la novela resultaría ser igual de interesante. Pero el hecho de tratarse de un político no deja de ser una crítica del autor a los años en los que se escribe la novela y en los que el país vivía una convulsión política sin precedentes debido al watergate, la guerra de Vietnam y la crisis del petróleo. Parece como si King estuviera reflexionando para advertir a sus contemporáneos: cuidemos nuestras instituciones porque podría llegar cualquiera a lo más alto.

Por qué leer La zona muerta de Stephen King

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Bien parece esta advertencia apropiada para nuestros días. Entre un Donald Trump que hace de la excentricidad un argumento político —y por el que King expresa en Twitter su más intensa animadversión—, y un Biden que vive horas complicadas por esconder en casa archivadores que harían feliz a Fox Mulder, no estaría de más repasar esta obra.

Leer a 2023 una obra del King setentero es refrescante. Se nota esa frescura de un autor que escribe para el lector. Ya es preciso en sus descripciones pero no se detiene tanto en la creación de las atmósferas. La historia corre más aprisa, dentro de que estamos leyendo a King, un escritor de situaciones antes que de tramas.

Se aprecia el uso de adverbios acabados en “mente”. De hecho, se ve con asiduidad. Esto, como saben los que han leído su obra “Mientras escribo” dedicada al oficio del escritor, es casi un anatema para el de Maine. Por entonces, finales de los años setenta del pasado siglo, todavía no había llegado a esa epifanía, o manía personal de escritor, como prefieras llamarlo.

El caso es que sigue pasmando su facilidad: para imaginar historias atractivas; para integrarlas en vidas y escenarios rurales y anodinamente cotidianos; para inventar personajes bien dibujados; para parir villanos llenos de lúcida maldad.

Aparecen conjeturas muy interesantes en la novela. Reflexiones de fondo que se le van cayendo al autor como quien no quiere la cosa:

«Es un mecánico del cerebro. Lo ha disecado con su bisturí y no ha encontrado el alma. Por tanto, esta no existe. Se parece a los astronautas rusos que dieron la vuelta a la Tierra y no vieron a Dios. Tiene el empirismo de los mecánicos, y los mecánicos no son más que niños con un control extraordinario sobre los motores.»

La zona muerta. Stephen King. (1979)

La novela interroga la posibilidad de lo extrasensorial. Si el personaje es capaz de ver más allá del presente material, el villano, Greg Stillson —muy traído al presente por el autor en su cuenta de Twitter, para trazar paralelas a cierto magnate presidente que no se sabe ir— también se siente tocado por la varita mágica y predestinado a grandes cotas de poder. Sensaciones, destinos, precognición, capacidades, sensibilidades… Es una novela que pasa buena parte del tiempo fuera de la lógica material pero cuidando de incorporarla a ésta para que se vea su encaje.

También hay una historia de amor. Nunca pensamos que ese sea el fuerte de King, pero en esta novela no se desenvuelve nada mal en ese terreno. Justo es reconocérselo.

Es una de las obras de King —habré leído más de treinta—, que más he disfrutado. Seguramente como he dicho antes, el reencuentro con el King de sus primeros años tiene algo lisérgico. Es un escritor menos pulido que el actual, pero en un florecimiento creativo sin parangón. La capacidad de ver el horror en cualquier matiz y plasmarlo en la vida de personajes ordinarios con una facilidad orgánica que causa pavor por su verosimilitud.

Es además, una canción protesta. Contra la política sin escrúpulos, contra la ambición antes que la vocación de servicio en el desempeño de los servidores públicos; contra la filosofía de que el fin justifica los medios.

¡Claro que no es una obra filosófica! Sin embargo, hasta el más despistado lector, no faltará a la cita con esa crítica —soterrada unas veces, a plena luz otras— del sistema que King está lanzando en esta historia. Por trama, por personajes y situaciones —el fuerte del escritor—, y por el significado guardado entre sus párrafos, me parece una obra muy pero que muy recomendable.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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