- Churchill
- Alan Moorehead
- Edición de Biblioteca Salvat, 1987
La biografía de un hombre poco común. Político, estadista, soldado, aventurero, periodista, historiador, orador, biógrafo, pintor, premio Nobel… para muchos es el hombre más decisivo del siglo XX.
Esta edición está doblemente apoyada. Prólogo de José María de Areilza y epílogo de Douglas Sutherland. Yo lo adquirí por una nadería en una librería de lance, pero veo por ahí gente que pide hasta 160 € en Amazon por un ejemplar idéntico al mío. No lo vale. Papel ácido que se amarillea, encuadernado en rústica, encolado. Otra cosa será el contenido, pero no es un libro de 200 €. Tal cosa es exagerada.
Es fácil encontrarla en librerías de lance. En Internet, “abunda“. Pero aunque la veas barata o muy barata, no creo que sea una edición digna de gastarte más de dos euros. De nuevo, no lo vale, y ahora no hablo de la edición, sino del contenido.
El prólogo de Areilza aborda lo mollar. Ese Churchill que decidió luchar y que —yo creo que su mayor acierto— merced a su elocuencia dio un motivo a su país y el resto de los aliados para luchar.
Los convenció para luchar.
Los primeros años se recogen, pero de pasada. Seguramente habrá muchas biografías de mejor desempeño sobre el personaje. Una biografía de menos de doscientas páginas, profusa en esquemas y otros apoyos, amén de un nutrido surtido fotográfico espantosamente negro, casi zurbaranesco, que sumados dejan el texto en apenas 150 páginas reales. La intención de esta colección era hacer un repaso general y de ahí que los periodos de menos interés quedaran más ocultos de la mirada.
Un hijo de la aristocracia victoriana. Un chico poco brilllante académicamente, con una memoria sobresaliente y que dará pasos inciertos por la vida hasta encontrarse en Sandhurst con la vida militar. Ahí empezó a desplegar sus alas vitales. Emergía el gran hombre que sería mañana.
Esta biografía es muy hija de su tiempo. Por ejemplo, cuando habla acerca del papel germinal que tuvo Churchill en torno a la formación del Consejo de Europa o acerca del telón de acero que acuñó, se refiere a ambas cosas en el presente de los primeros años de la década de los ochenta. Del primero habla como algo que todavía es una aspiración, de lo segundo como algo aún vivo. Pero además se aprecian detalles que hoy resultan chocantes. Por ejemplo, al describir la descendencia de Churchill, nos dice el nombre del varón y año de nacimiento entre paréntesis, mientras que de las hijas, nos dirá nombre, año de nacimiento entre paréntesis y esposo, como si desligadas de alguna referencia masculina no tuvieran entidad propia. Que nos resulte chocante habla de pequeñas grandes conquistas que se van consiguiendo.
Vale más el personaje que la biografía. No tomemos esto como una obviedad, pues hay casos en que muy dignos e ilustres pasan por menos ante la genialidad del biógrafo, verbigracia, Stefan Zweig, cuyos trabajos biográficos son una delicia en su estilo sin renunciar por ello a una excelente cartografía.
Me han llamado la atención algunas ausencias. La labor literaria de Churchill se refiere muchas veces, sin embargo, no se hace alusión a su Premio Nobel de Literatura obtenido en 1953. No parece una cuestión menor a la que podamos soslayar. El buen Moorehead, un hijo de la Commonwealth, se deslumbra en 1953 por el nombramiento de Churchill como Caballero de la Jarretera, al punto de opacar —apenas en el cronograma final se anota en un dato casi imposible de encontrar— la concesión de todo un Nobel. Me parece un pecado chominista y de difícil parangón. Para estas faltas no pueden existir clemencias.
Una biografía más, seguro que no la mejor, sobre Churchill. Un personaje tan relevante, poliédrico y elocuente del que, con escaso mérito, se puede lograr un éxito fácil.
Recomiendo leer la biografía de Churchill, pero buscando mejor propuesta. Seguro que la mejor que encuentras no es esta.