Una novela muy recomendable. Se lee con una facilidad tremenda, gracias a un estilo decoroso y muy ágil. El autor me ha sorprendido, porque sabe lograr una novela amena, sin renunciar a una capacidad de reflexión muy profunda. Aquí se habla de la vida y las aspiraciones personales; del trabajo y la vida profesional; de la pareja; del entorno laboral y las presiones a que nos somete… Está todo aquí, en una novela muy contemporánea, con una lectura que tiene mucho provecho en la sociedad actual. Es una mirada llena de coherencia a las vidas actuales, la carrera funcionarial, los grandes despachos de abogados, las presiones…
Reflexiones que todos deberíamos leer.
El argumento.
Gonzalo ha vuelto de París. Bajo el brazo trae un máster pijo, guinda a un currículum académico de yuppie. En Madrid, vive evadiendo la vida: no busca trabajo, vive de exangües dividendos a costillas de la familia y poniendo reiteradamente los cuernos a una chica que lo espera ya con un pie en el altar.
La novia, Marina, es una insufrible materialista. Niña de papá, necesita, según ella misma, cinco o seis mil euritos al mes para sus gastos. Y si Gonzalo no puede proveerlos, le clausura el convento de los goces hasta nuevo aviso. Un primor de chica.
Gonzalo se debate entre varias vidas. La vocacional —es un escritor por descubrir—, la real, de tinte académico y profesional, y la epicúrea y desordenada, con la que falta a la real. Es un joven pródigo buscando su camino y al que no vendría mal una dosis de moral para no hacer daño a los que tiene por decisión propia alrededor.
Y seguimos a Gonzalo durante algunos días. Le van saliendo al paso entrevistas de trabajo que no se ha buscado él, sino que, cosa poco creíble, le florecen como amapolas: su suegro; su tío; un amigo… En fin, el chico tiene contactos.
La novela se da una pausa con Gonzalo. Escapamos de un protagonista veleidoso y lleno de dudas que va rechazando ofertas de empleo mientras vive en usufructo de una vivienda familiar que no le corresponde. Y qué bien porque conocemos a Liria. Una mujer atrapada en una trampa: es funcionaria de la administración. Un espejismo en el que a cambio de una estabilidad laboral a prueba de bomba, tienes la vida personal echa unos zorros y gastas tu tiempo en un trabajo tan creativo como un grano de arena en una playa.
Con Liria, el autor coge vuelo. Llegan con ella las mejores reflexiones de este libro, que no es un thriller, sino una novela de tinte realista con epicentro en el ámbito social y laboral:
“Sin esos sesenta y dos mil euros, seguramente este señor acabaría perdiendo su empresa. En aquellos momentos, se sentía como esos directores de oficina bancaria tan detestables que niegan el crédito a los que lo necesitan echándolos a patadas de su despacho para completar el cupo de llamadas telefónicas ofreciendo préstamos a los que no quieren financiación.”
Liria tiene algo en común con Gonzalo. Insatisfacción vital. Es madre y esposa, pero ni lo uno ni lo otro parecen llenarla. Detesta a su marido y no está nunca para su hijo, por motivos laborales, pero no está, lo cual le causa desazón “soy una madre de fin de semana” reconoce con victimismo y flagelo. Sin embargo, no debe sufrir mucho por esa separación, pues las medidas que toma, en vez de buscar más conciliación con su hijo la llevan a buscar cargos laborales fuera de España, nada menos que en Panamá, con lo que pasa de ser madre de fin de semana a ser madre de videollamada destemplada.
Los dos personajes centrales convergen. Ambos se sienten desacomodados en su vida actual. Ambos, han diseñado su peripecia vital oyendo lo que dicen los demás y desoyendo sus propios instintos. Ambos, han puesto el dinero por encima de la lírica en las decisiones que han ido tomando. A ambos le ha salido mal, pero se puede corregir y volver a la senda correcta, podemos cambiar y abrirnos a la felicidad. Pero nos dice esta novela: la condición es ser conscientes del paso del tiempo y su fugacidad y ser valientes para ser quienes queremos ser.
Es urgente darnos a ello. Nunca sabemos cuándo se puede ir todo a la mierda.
Una novela que se lee fácilmente. Me quedo con su reflexión de fondo y sobre todo con el arco dramático de Gonzalo y de Liria, que están muy logrados. Hay evolución en los personajes, están vivos. Personas que viajan desde un planteamiento vital a otro mucho más meditado. Cambian.
Me resta decir que lo que menos me ha gustado. Es el trabajo de corrección de la editorial. Hay que sacar al mercado libros decorosos, formalmente aptos y después, si toca, ponerlos a un precio u otro, pero no se debe dejar mal al escritor por no corregir un manuscrito que, como todos, tendrá erratas que el lector sí va a detectar. Creo que estamos ante un autor que merece un tratamiento al máximo nivel de detalle, a mí me parece un escritor con mucho fondo.
En definitiva, una novela ligera, amena, pero con carga. Una novela para leer sin esfuerzo, pero con capacidad de reflexión si quieres mirar más allá. Yo desde luego la recomiendo.