El fantasma de los Nanjō

El fantasma de los Nanjō
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El fantasma de los Nanjō (2018). Una novela de Sergio Vega, que está editada por Chidori Books en 2019 y consta de 370 páginas capaces de sumergirnos hasta el cuello en el Japón feudal. Un libro que me ha encantado y con el que he aprendido —de manera perdurable— bastantes cosas de un periodo y cultura de los que ignoraba muchísimo y sabía —ahora lo sé— apenas nada. Y sin esfuerzo. Con diversión.

Enlace a mi edición del libro.

El fantasma de los Nanjō

Leer es viajar a bordo de la máquina del tiempo. Si admitimos este axioma, entonces este libro es una experiencia lectora total. Te transporta a otra época, —la medieval—, a otro país —el Japón feudal— y sobre todo a otra cultura. Para conseguir eso, —trasladar al lector— no basta con ponerse a escribir sobre el particular. El hecho literario exige hacerlo bien, y Sergio Vega, cumple con creces. Es un autor nacido en 1974, que vive apasionado por la práctica de las artes marciales japonesas y por extensión, con la cultura del país nipón. Además de colaborar en blogs sobre cultura nipona, su primera novela, la trilogía de “Las piedras de Chihaya” (2013-2014), recibió tres Premios Hislibris y fue expuesta en el Museo de la Universidad de Toyo (Tokio) y que fue publicada por la editorial Quaterni, quien por primera vez publicaba a un autor no japonés. Estamos hablando de un escritor de referencia cuando de abordar la cultura japonesa se trata.

“El fantasma de los Nanjō” (2018) está ambientada en el Japón feudal. Y paradójicamente, cuando nos zambullimos en esas aguas, el que mejor lo hace es un tipo nacido en Madrid hace cincuenta años: Sergio Vega. Antes de iniciar mi lectura, ya la siento muy avalada. Veamos si estoy en lo cierto.

Ataco la primera página:

«Hay quien asegura haber visto al fantasma.

Hablan de una forma que se confunde en la noche, arropada por una capa oscura que desdibuja su cuerpo. Su rostro, de una blancura imposible, no es más que la grotesca caricatura de un ser humano.»

No empieza mal. Diré más, el primer capítulo (no el suelto de introducción inicial) es tan literario y tan bueno —magnífico preludio—, que ya te conecta con la historia que viene a continuación:

La narración trascurre en el año 1600. Estamos en Sekigahara, una pequeña aldea japonesa. Allí se va a librar una batalla por el poder, entre el ejército del este y el del oeste. Una guerra civil japonesa.

Conocemos al clan de los Nanjō. Se trata de una estirpe guerrera que lucha en favor del Ejército del Este. En el primer capítulo libran la batalla decisiva. Los Nanjō son impelidos a tomar la iniciativa en el frente—como corresponde al honor de las mejores castas samuráis— y enviados como avanzadilla a la vanguardia del combate. Su misión, casi suicida, es abrir la primera línea enemiga, para provocar una grieta por la que pueda colarse inmediatamente después la incipiente infantería. Contra todo pronóstico consiguen superar esa primera defensa enemiga tal como les han encomendado, pero una vez la rebasan se dan cuenta de que están solos. Nadie los acompañaba a la zaga. Los han enviado a una muerte segura. Como el honor samurái exige se suicidan rajándose el vientre.

Sus compañeros los han traicionado. Los han mandado a combatir sin acompañarlos, sin apoyarlos. Los han abandonado para que los maten.

Pero, ¿por qué? El lector recorrerá las páginas con voracidad para responder esta incógnita.

En el segundo episodio conocemos a Shinko. Es una joven prometida —y enamorada— de un joven Nanjō. Recalco la calidad amorosa porque en tiempos de matrimonios apalabrados, resulta importante decir que los prometidos se amaban.

Cuando la guerra civil termina, su prometido ha muerto. A pesar de luchar en el bando ganador, todos los Nanjō han muerto. La joven se siente hundida. Shinko, es obligada a casarse con Akamatsu Chiba. El nuevo líder. Es un maltratador, despótico y atrabiliario que ha medrado gracias a su participación en la contienda en el bando ganador. Ahora es un prohombre del nuevo gobierno, mucho mayor que Shinko.

La joven es condenada a vivir en un harén. Es una más de las muchas que hay allí, sometidas al tirano. Tendrá que aprender a vivir en ese nuevo contexto que se abre ante ella: ¿sabrá hacerlo?

Asentada la afrenta, la novela salta en el tiempo. Veinte años más tarde, algo va a desestabilizar todo: un Nanjō. Uno, que no estuvo en la traición sufrida por su clan, ni ha caído en la depuración posterior, y que ha vivido jurando vengarlo. Aquí la historia te sumerge, ya sin remedio, en una vorágine de acontecimientos que te empuja sin pausa hasta el final.

A velocidad de vértigo, como la katana de un samurái.

El estilo

Un libro muy esmerado. Hace un uso constante de referencias culturales al Japón medieval que, sin embargo, no ahogan al lector. Por medio de la descripción de sus personajes y del contexto, puedes hacerte una idea bastante precisa del periodo en el país nipón. En este sentido, la novela es excelente. No es una novela fantástica, ni manga, ni para friquis del Japón más pop. Es una novela literaria, madura y con una mirada histórica al ámbito social, político, de la mujer, económico, cultural, etc. del país nipón en su etapa medieval.

En el haber del autor, queda la claridad. No es fácil ambientar una sociedad tan diferente, en un periodo tan lejano y con unos parámetros culturales tan extraños a los propios. Sin embargo, se consigue transportar al lector a ese mundo, creando además algunas imágenes literarias muy potentes.

La historia puede parecer difícil de seguir al principio. Las novelas japonesas plantean dificultades semánticas y los personajes tienen unos nombres que hasta que no has leído algunas páginas, cuesta ubicar. Cuestión de poner atención y perseverar en la lectura. Pronto te haces con el quién es quién.

Del autor percibo una cierta voluntad estética. Discreta, modulada, pero presente. Hay belleza en sus formas de expresión. Cierta lírica en prosa. Sí subrayaré, sin atenuantes, la capacidad de detalle. La precisión. Es un escritor trabajando sobre un contexto que le apasiona y se nota. Cualquier lector lego en el Japón feudal, sale de esta lectura con una visión mucho más cercana de ese espacio-tiempo. No necesitas dominar la época ni la cultura en que está ambientada para seguir el avance de la trama. Saldrás, por el contrario, mucho más versado en el periodo de lo que eras antes de leer la novela. Y no tendrás la sensación de haber asistido a una aburrida charla sobre historia del Japón.

Aparecen muchos términos japoneses. Se expresan en letra bastardilla, sin traducir, y le dan una nota de color muy lograda al conjunto. No resultan intimidantes gracias a las esmeradas anotaciones a pie de página que aclaran perfectamente todas ellas. La repetición de algunas, en muchos momentos de la historia, hace que te llegues a familiarizar con los más habituales, de modo que la atmósfera e inmersión que se logra se acentúa bastante.

Sergio Vega maneja muy bien el estilo directo. Los diálogos saben bien. Pasan con suavidad por el oído. Borran la distancia temporal, cultural y de registro y resultan orgánicos. Y cómo no, hacen correr una historia que, a mi parecer, los necesita, ya que —por su trama—, con una utilización más profusa del estilo indirecto, habría resultado algo lenta y falta de dinamismo.

Del libro me gusta también el simbolismo. Por ejemplo, con los kimonos, que son indicadores de clase social del individuo según su descripción. También sucede con las katanas, los arcos, las cabalgaduras… Al intervenir estos elementos en la narración, comunican una serie de rasgos del personaje y ahorran al autor el tener que prodigarse en el detalle.

Los personajes

Los personajes están marcados por códigos de honor. Son muy distantes en lo temporal y lo cultural a nuestros propios esquemas morales. Sin embargo, el autor consigue que como lector puedas comprenderlos, apelando a las emociones humanas que siguen siendo las mismas.

Podemos entender a cada personaje. Discurres sus motivaciones —buenas o malas— y, por tanto, puedes comprender por qué actúa del modo que lo hace. Ese es el secreto para que un personaje pueda resultar creíble a un lector.

No están muy perfilados, eso también hay que decirlo. A mi gusto, un tanto desdibujados. No es una novela psicológica en ese sentido. Más allá del deber y los códigos de honor samurái, etc. no se detallan mucho más las emociones ni rasgos individuales en cada personaje. La caracterización descansa mucho en los roles de género o de clase de cada personaje.

La novela, a cambio, viaja a mayor velocidad. Se detalla mucho la generalidad del guerrero samurái en esa época —eso está perfectamente conseguido— que la concreta de cada personaje. Es como si todos los samuráis fueran exactamente la misma persona, clonada, con la única distinción —maniquea— de diferenciar buenos y malos. Al darle tanto peso al código samurái, resulta (seguramente fuera así en el Japón feudal) un tanto uniformado.

El fantasma de los Nanjō

Trasfondo

Hay mucho que leer entre líneas. Esta es la gran sorpresa que guardaba la lectura para mi expectativa inicial. El periodo histórico está muy bien reflejado en sus personajes. Es muy coherente a ese respecto.

Los cambios sociales se dejan sentir. El imperio nipón, prodigio de inmovilismo social hasta después de la II Guerra Mundial, apenas asomaba pequeños vestigios. Por ejemplo, la llegada de las armas de fuego, suponía un cambio en el tradicional sentido de la guerra japonés. Los samuráis, con todos sus códigos de honor, tenían que guarecerse tras los arcabuceros en el campo de batalla. Una deshonra que se cuenta muy bien en este libro. El viejo mundo dando paso a la técnica.

Hay una presencia del sintoísmo en las costumbres y ritos. Aunque esto desemboca en una cultura y una sociedad muy particular, sin embargo, el Japón feudal es como los demás en muchos aspectos: hijo de su tiempo. Matrimonios concertados; mujeres con roles secundarios y exclusivamente esponsales; división social en clases separadas entre sí por un abismo y sin posibilidad de ascenso social.

Las mujeres ocupan parte esencial de la novela. Se las ve sometidas al dominio de los hombres, los guerreros y los que ostentan todo el poder. Ellas, viven relegadas:

«Actuaba como un títere de porcelana, sin alma»

Llama la atención la presencia de mujeres samuráis. En medio de esas historias sumisas, atrabiliarias, despóticas, aparecen también esas mujeres fuertes, guerreras y audaces. Algunas viudas luchaban en el lugar que dejaban sus esposos muertos en combate. Las onna bugeisha o mujeres guerreras, que narrativamente funcionan muy bien en esta novela y crean una imagen literaria poderosa. Un contraste magnífico con la esposa sumisa. Eran mujeres entrenadas para defender el hogar mientras el esposo iba a la guerra o si caía en ella. Pero además, existen apuntes históricos de su participación en acciones ofensivas.

La novela pertenece a personajes combativos. Luchadores. Personas con una vida dura, injusta. Pero luchan. Esa es la filosofía del libro, perfectamente resumida en una frase de una sirvienta:

«La vida que nos toca no se elige, sólo se escoge entre vivirla o negarla».

Conclusión

Una novela que me ha parecido bastante buena. Hay épica, historia, orgullo, emociones, sentimientos…

Una novela muy ambiciosa. Está muy bien escrita, con un estilo que está ahí, pero que no peca de afán de protagonismo y deja todos los focos para la trama. Toca muchos temas trascendentes, desde el orgullo, el compromiso o la vocación, hasta el papel de la mujer. Los personajes femeninos, por cierto, son excelentes. Complejos, fuertes, audaces.

Un conflicto eficaz del que brota una palpable tensión narrativa. Con ritmo y en una inmersión cultural en el Japón feudal digna de aplauso, por nivel de detalle y por eficacia narrativa. Un manual de narratología al que le cuelgan los mejores epítetos.

Pensamiento oriental y occidental se dan la mano aquí. El Karma vuelve, dicen en aquellas latitudes, y “aquel que a hierro mata, a hierro muere”, decimos en estas. Violencia engendra violencia: al final el género humano es uno solo, y he aquí cierto valor existencial y universal de esta novela.

Y me deja una enseñanza: no hay fantasma más temible que una conciencia intranquila.

Una novela a la que darle una oportunidad. Un libro que no esperas al ver su portada, donde la mitología nipona, la fantasía y todos los clichés en torno al país nipón te pueden jugar una mala pasada y privarte de una novela histórica, muy bien documentada, muy trabajada y mejor sentida.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. LectoraEmpedernida

    Bueno, pues me lo llevo anotado, más que anotado. Me atrae bastante todo lo que señalas, pero sin duda pienso que a mi marido le va a alucinar (tanto la temática como la estilística pienso que son muy de su gusto por cómo las describes). No tenía conocimientos previos sobre el autor antes de leerte, todo un descubrimiento.
    Lo dicho, me la llevo apuntada (y quizás me resuelves algún que otro regalo lector navideño ;))
    Un abrazo.

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