La niebla de los recuerdos. Reseña

Reseña La niebla de los Recuerdos de Antonio Ulled
4.5
(19)

La niebla de los recuerdos (2022) es una novela de Antonio Ulled, editada por Europa ediciones con una generosa extensión de 960 páginas 📄. Puedes adquirir un ejemplar como el que se reseña, en este enlace

Entro con respeto a esta lectura. Novecientas sesenta páginas de un escritor que nunca has leído intimidan al más valiente, que no suelo ser yo. Antonio Ulled ha escrito dos libros antes de este, pero no de literatura, sino de arquitectura, rama profesional a la que ha dedicado su primera juventud. Ahora, ya en su segunda juventud, nos regala un novelón. Me toca descubrir si vale tanto como pesa.

Fortes fortuna adiuvat. Valiente el autor, sin miedo a plantear una novela con tanta ambición. Esto ya me predispone bien.

De qué trata

Me cuenta Antonio que «Como toda novela, ésta que ha leído o va a leer, es una fabulación, que sucede en un período histórico español muy reciente, pues comienza en julio de 1936 y termina, no estoy seguro de eso, en mayo de 2026.»

Es una historia grande, que esconde varias novelas dentro. Una, de los tiempos de la II República y la Guerra Civil. Otra, menor, de hace cuarenta años y otra más, la contemporánea, ya delatada por los móviles y el Audi A8. El autor se encargará de conectar todas a su tiempo y a mi parecer, con solvencia.

Un reencuentro en un bar de la España profunda. Tres amigos de la infancia: Paco, Luis y Jaime. Así comienza esta novela.

Paco, un adinerado político, atesora una historia. También una incertidumbre. Quiere compartir lo que conoce con sus dos amigos, Jaime y Luis, por si le sucediera algo a cuenta precisamente de ese relato. Esto genera una tensión dramática difícil de sostener en capítulos de hasta cien páginas, pero que, sin embargo, está ahí, latente.

No me gusta destripar historias. Por eso sólo te avanzaré el planteamiento de esta historia:

¿Y si los cuadros que llevas viendo toda la vida en el Museo del Prado no fuesen los originales sino copias? ¿Sería eso posible? ¿Dónde están entonces los originales?

A principios del siglo XX, los museos temen ser atacados. Bien por efecto de la devastación de las guerras o bien por el vandalismo de los extremismos de todo signo que afloraban en la población, haciendo del desorden un estilo de vida. El Museo del Prado, concibe un plan, ESFINGE, pensado para sustituir los originales por copias perfectas, —valga aquí el oxímoron—, de modo que el patrimonio quede a salvo. Con el inicio de la Guerra Civil, el gobierno de la II República, decide sacar las obras del Prado, haciendo un recorrido por diversas zonas de la geografía española, hasta su salida rumbo a Ginebra.

«Soy un enamorado del Museo del Prado, y por eso, como todos los españoles, estoy en deuda con la hazaña que realizaron los directivos y técnicos de su plantilla de 1936 a 1939, tiempo que dura el éxodo de nuestras obras de arte en su viaje por Europa, desde Madrid hasta Ginebra y su regreso.»

La novela de Ulled toma ese dato y lo desmenuza. Me cuenta el propio autor:

«En el año 2003 el Museo del Prado realizó la exposición “ARTE PROTEGIDO: MEMORIA DE LA JUNTA DEL TESORO ARTÍSTICO DURANTE LA GUERRA CIVIL”, sobre un asunto inédito hasta entonces, con el objetivo de rescatar para la historia la brillante gesta que vivieron los técnicos del Museo cuando durante la guerra civil el Gobierno de la II República ordenó trasladar las obras pictóricas y bienes artísticos más valiosos.

Con la exposición se editó un libro en el que se aborda todo el proceso del traslado desde el Museo del Prado a las Torres de Serranos de Valencia, luego a varios edificios cercanos a Barcelona como el Monasterio de Pedralbes y sendas casas en Saint Hilari Salcalm y Viladrau. Poco después, con el avance franquista, acompañaron las obras la huida del gobierno a los Castillos de Figueras y Perelada, para acabar el periplo nacional en las minas de talco de La Vajol, antes de emprender el viaje final a Ginebra.

Documentándome de todo ese proceso viajero, una tarde me vino a la mente una pregunta: ¿Cómo es posible que a nadie se le ocurriera robar una, varias o muchas obras de arte, por más que se suponía que estaban protegidas? Después me hice la siguiente: ¿Y si lo hicieron?»

Pues a grandes rasgos esa es la trama. El corazón de la misma. Digo a grandes rasgos, porque resumir en cuatro líneas una novela maximalista de 960 páginas no es tarea sencilla.

La historia va a seguir la pista a esas obras. Las que salieron del Museo del Prado y las que se copiaron. En torno a este dato, aparecerán una serie de personajes interesados en el asunto por diversas vías que van a conformar un texto sólido, coherente y muy realista.

Yo te recomiendo interesarte por esta novela. Se crea una tensión dramática y un interés por conocer esa parte de la historia —ojo, esto es una novela, no un tratado histórico— que te lleva a plantearte junto con el autor y sus personajes esta duda sobre lo que ves.

A mí la novela me ha gustado. No volveré a ir al Museo sin cierto grado de suspicacia.

Reseña La niebla de los recuerdos de Antonio Ulled

Cómo está escrito

Arranca con un narrador en primera persona. Esto ya alivia el texto, cuando tienes mil páginas de historia por delante.

Las descripciones arquitectónicas son de aplauso. Se nota —sin hacerse plumbeo— que el autor es arquitecto de carrera. Un escritor al uso no tiene esa capacidad de precisión para describirte, por ejemplo, una aldea de la España vaciada. Verbigracia:

«…evidenciaba claros síntomas de haber sufrido una reciente rehabilitación y reforma, mostrando un chapado de piedra en la fachada de planta baja y de ladrillo rojo y ventanas enrejadas dispuestas regularmente en las altas.»

La niebla de los recuerdos (2022) Antonio Ulled

También lo aprecias en el uso de ciertos términos. Taujel, por ejemplo, cuando cualquier otro autor habría hablado de una habitación con techo de madera. Ulled no. Te explica que el taujel descansa sobre un arrocabe y hasta te da consejos para iluminarlo de manera uniforme. Instructivo.

La arquitectura y el arte han constituido parte de mi formación y profesión durante más de cincuenta años, por tanto son temas que me fascinan y me gusta reflejar cuando escribo.

Hay usos lingüísticos propios que llaman mi atención. Por ejemplo, en la página 54 dice:

«Dijimos que para valorizar esos encuentros cada veinte años debíamos sincerarnos…».

De nuevo la técnica. Ese uso de valorizar —asignar valor económico— por valorar —que tiene un sentido de estimación más universal y no pecuniaria— no sé si obedece a intención literaria o a deformación de ese profesional adiestrado en el avalúo de inmovilizado, unidades productivas, etc.

Ulled transpira aroma a arquitecto. Hace una referencia, en la página 215, al movimiento Bauhaus, su funcionalismo y su cancelación por parte de Hitler. Un apunte innecesario a la trama, pero un aporte de cierta erudición que nunca está de más para lectores que no se llevan mal con ese maximalismo narrativo del autor.

Temas de fondo

En esto es un vergel. Amistad, serendipia, contingencia, el tiempo, el arte, la ambición, la guerra, España… Es de una riqueza subrayable.

La Guerra Civil. Su estallido. Las jornadas previas a la implosión de un país contadas desde la normalidad de los días de un grupo de tres parejas jóvenes:

«Se nos ha caído el mundo encima, aunque se veía venir» dirá uno de los personajes, Sagrario —una chica que en esos días procelosos no podía hacer liga con su nombre de pila por temores bien fundados— y que a mi parecer resume bien esa pausa en que se pusieron millones de vidas por culpa del conflicto.

Como digo, la Guerra Civil está presente. Es el fondo, el trasfondo y el decorado. El contexto, si quieres decirlo así. Pero me ha gustado muchísimo cómo la expone Ulled, por referirlo en términos unamunianos, no es la historia oficial y política, sino la intrahistoria. Cómo afectó a la vida de personas normales, de ambos bandos, de ninguno —bandos de contingencia, para tantas de aquellas personas malhadadas—, en Madrid, pero también en pequeñas aldeas aragonesas, en Valencia, en Pamplona, Jaca… Es un libro muy bien trabajado en este sentido. No cae en el maniqueísmo simplón que suele bañar muchas de las referencias culturales que apuntan a aquel momento de nuestro relato.

No es un manual de historia. Aquí hay una mirada crítica, interpretativa o cuando menos viva de los acontecimientos. A mí eso no me produce incomodidad. Es necesario mirar a la historia sin miedo a que pueda suscitar lecturas distintas a personas diferentes. Dijo Camilo José Cela, que «la Historia siempre tiene tres versiones: la tuya, la mía y la verdadera». Ulled, a mi parecer, hace una buena quiromancia a la España del momento. Por boca de Avi, uno de los personajes clave del relato, nos va a decir:

«España tiene revoluciones pendientes que Europa superó hace siglos y, sin embargo, es en Europa donde surgen ahora los demonios que la consumirán antes que a aquella.»

En otro pasaje, se plantea el bando de contingencia. A esto le dedica un personaje, “el Pipas” cuyo único bando era él mismo, y cuyo posicionamiento siempre era coyuntural:

«Eso es lo que hace una guerra civil: O gritas conmigo o mueres»

No hace falta añadir más. Esa frase de “el Pipas” explica bien el meollo.

Personajes

Como corresponde a su extensión, tiene bastantes. Una docena por lo menos tienen cierta importancia en la trama. Para conectar con un personaje, —factor crucial para el lector—, es necesario entender sus motivaciones y sus aspiraciones. De dónde vienen y adónde van, si lo prefieres.

Los personajes del pasado están más logrados en ese sentido. Creo que porque al situarse en un contexto tan contundente como el de la Guerra Civil en Madrid, todo está mucho más claro por cuanto lo influye esa circunstancia. Sin embargo, los personajes del presente (Paco, Jaime y Luis) están más desdibujados durante buena parte del libro, no tanto por demérito del autor como por ser vehículos para contar la historia de los otros.

Los personajes comparten el peso narrativo por igual. Sin embargo, para mí, hay un personaje que brilla por encima del resto: Rafael Chopa. El pintor, artífice de las copias que ponen en marcha este relato. Es para mí el trabajo más meritorio de la obra: un personaje atormentado, herido por la Guerra Civil, que a partir de su dolor toma decisiones que habrá de hundir en la niebla de los recuerdos para poder continuar. Un personaje que con el avance de la vida recogerá esos recuerdos. Es un personaje muy rico, con un arco dramático verdaderamente logrado: de lo gamberro y vitalista a lo taciturno y arisco; pasando por lo ruin y vengativo; y llegando a lo reflexivo y melancólico. Un personaje excelente.

«Guardé esto sentimientos mucho tiempo, en la niebla de los recuerdos, en lo más escondido de mi alma, para no hacer más daño ni hacérmelo yo.»

¿Qué me ha parecido?

Me ha gustado. Me parece una novela muy ambiciosa.

¿Es un libro largo? No. Sólo es un libro de sólo casi mil páginas. Pero, ¿qué es largo?

¿Nuestra vida lectora es hija del mercado literario?

Sólo podremos leer entonces thrillers de entretenimiento. Lecturas que no van más allá de lo que narra la superficie. Mucha trama, mucho ritmo narrativo; velocidad a raudales y que pasen volando las páginas, las historias… y el tiempo que seamos capaces de recordarlas. Todas iguales.

«La niebla de los recuerdos» no va por ahí. Es una historia escrita sin prisa. Para lectores que leen mimando cada secuencia, con paciencia. Lectores que no se desesperan ante la minuciosidad de una descripción de prosopografía, de un paisaje, tal vez, de un edificio o una habitación. Un libro para quienes quieren pensar bajo la historia evidente que se les está contando, tratando de descifrar a qué reflexiones me quiere llevar el autor.

Eso es este libro. Una novela no urgida, que toca temas de tanta enjundia, que no merecen ser achuchados por la urgencia editorial o por la pereza del lector pastueño en que el mercado nos quiere convertir.

Me ha dejado un regusto a Zafón. Aderezado con un poco de Unamuno por ese dolor de España pero con una visión serena. Lo que sí tengo claro, es que Ulled tiene voz narrativa propia. No se confunde con modas ni burdas imitaciones. Un escritor de una vez.

Hay una reflexión sobre el paso del tiempo. Todo el libro la encierra, tal vez. Dice Luis, uno de los personajes que hace las veces de narrador en primera persona, que a sus setenta y pico, ya estás próximo al desguace de la vida. Discrepo. Hay chavales que, en la madurez, gozan de tal lucidez que se sacan de la chistera una novela de mil páginas que entretiene, hace pensar y ayuda a entender un periodo histórico tan controvertido como fue nuestro siglo XX, al que urge sacarle la niebla de los recuerdos para verlo un poco más prístino y objetivo: la condición humana, esa fue siempre la historia.

Enhorabuena, Antonio, gran novela.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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