La niña más bonita de Alella

La niña más bonita de Alella
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Una novela valiente sobre un tema abyecto. Ángela Landete nos lleva a través de una reflexión sobre la pederastia, su impacto en las víctimas y nos ofrece una esperanza: la comunicación, que permea en relaciones de familia saludables, comunicativas, de confianza, etc. Tras el horror del adulto que abusa, que los niños tengan un adulto que escuche, que comprende sin juzgar, que ayuda y que no tiene un mal gesto.

Libro y misión

Pronto intuyes que Landete escribe con un objetivo. ¿Quiere dar herramientas a los adolescentes que caen en este problema? ¿Busca concienciarnos de la importancia de la comunicación como arma para combatirlo? ¿Quiere zarandear a la sociedad y sacarla de un letargo que puede resultar nocivo?

Creo que hay un propósito. La obra está prologada por la propia autora. En ella, nos proporciona datos de masa crítica para una lectura eficaz, que los abra los ojos y nos deje un depósito:

Dice así:

En 2017 en España se condenaron 79 delincuentes por abusos y/o agresiones sexuales a menores (datos del Instituto Nacional de Estadística); sin embargo, la cifra real de infractores es literal- mente espeluznante, a juzgar por el hecho de que en el mismo territorio y el mismo año aparecen en el Registro Central de Delincuentes Sexuales 45.155 personas a quienes se impide trabajar con niños (datos del diario El País). Estos son los criminales registrados en dicha base de datos; nada se dice de los que NO lo están, que sin lugar a dudas serán incontables casos.

Es decir este libro es un arma para luchar. Un ejercicio de pedagogía y una alternativa ofrecida a quienes puedan sufrir un abuso a una edad en que no se tienen recursos emocionales, materiales ni intelectuales para luchar en igualdad de condiciones con el agresor. No te calles, parece decir. No te lo guardes. Te vamos ayudar.

Sinopsis de la edición

Imogen Valeiro, una joven de trece años, alberga un trauma pasado en su subconsciente. Un día, éste comienza a revelarse en forma de terribles pesadillas, despertando en Ímogen sospechas de los impúdicos actos de su vecino e, impulsada por su sentido de la justicia, decide desenmascararle. Lamentablemente, su ciclo nocturno se altera de tal modo que, hostigada por la privación de sueño, la niña cae enferma; el trastorno psíquico deriva en otro y éste en un tercero hasta que sucumbe por completo a sus miedos y cometerá errores de dimensiones catastróficas. Errores penados por la ley.

Una mirada a la fina línea que separa una vida cómoda de una tragedia

Una apología a la amistad.

Una crítica a un delito abyecto cometido durante siglos.

Estilo y estructura

Eficaz al servicio de su cometido. Es un libro que puede leerse casi a cualquier edad. Capaz de hacer una reflexión llena de profundidad pero sin plantearnos una lectura ardua ni exigente a cambio. En un mundo de postureo intelectual, contarlo con sencillez y eficacia está permitido.

Narrador omnisciente. Una novela de profundas implicaciones psicológicas. La madre de Ímogen —la protagonista—, ejerce como psicóloga terapeuta especialista en adolescentes. A través de su personaje se derraman muchas explicaciones sobre el funcionamiento de la psique y la mente:

Ahora lo veía claro, aquel era un patrón que por desgracia le resultaba familiar: la negación de la realidad. Era una actitud habitual entre sus pacientes; las víctimas de un trauma o de un episodio perturbador intentan negar y ocultar la situación con objeto de borrarla del libro de su memoria. Sin embargo, el resultado de tan desacertada táctica es precisamente el opuesto pues, cuanto más lo esconden, más se adentra en el subconsciente; así, más difícil es aceptarlo y, por ende, superarlo.

La salud emocional y mental de la víctima es prioritaria. A ella se dirige Landete en casi cualquier reflexión. Si tengo que elegir cuál es la vocación última de esta novela diría que es esa y no la cuestión forense de la delincuencia pederasta, presente de forma secundaria.

A veces resulta demasiado expeditivo. Demasiado obvio en la explicación psicológica del problema de Ímogen. Como que lo mastica demasiado en vez de limitarse a mostrarlo y que se lea en el contexto. Puede parecer un exceso de facilidad para lectores con recorrido. Por ejemplo el capítulo 16 (los capítulos siempre son aquí muy breves ) se dedica por entero a explicar la amnesia disociativa específica, y acentuar que la protagonista sufre este trastorno. Esto, es innecesario porque la propia autora nos ha dejado verlo con precisión en toda la narración. No era necesario explicitarlo, y cae en un matiz excesivo.

Sin embargo, después recuerdo qué estoy leyendo. Yo no soy el target lector primero de este libro. A un adolescente no le sería tan evidente el andamiaje psicológico del personaje y quizás le viene muy bien que le recalquen el mensaje. Si la autora está siguiendo esa ruta, bienvenida sea y loado su propósito pues es a un bien mayor a lo que se esta sirviendo.

Llaman la atención algunos usos de lenguaje. Los personajes emplean con frecuencia la expresión «hacer buena cara» o «no haces buena cara» y sus variantes en alusión al aspecto más o menos saludable, descansado, etc. que manifiesta una persona. Me suena bien y contrasta con el «tener buena cara» que usamos más en el sur. Cada novela es hija de su contexto.

El título de la novela me parece excelente. Preciso. ¿Cómo actúa un abusador? ¿Simplemente hace valer su superioridad física? No. Eso podría generar rechazo de la víctima, que sabría interpretarlo como una amenaza real, aun por puro instinto animal, y estaría más cerca de pedir ayuda. No, el abusador usa la dominación mental. El piropo, el jugar con la psicología del adolescente. A esa edad difícil en la que no sabes qué eres, si gusano o mariposa; ni niña, ni mujer, la gran pregunta es ¿quién soy yo? La falta de certezas te hace inseguro y por eso muchos adolescentes tienen un carácter un tanto avinagrado: se sienten a disgusto en esa nueva piel hasta que se hacen a ella. También es la edad de verse en sociedad: ser popular o impopular; ser la que o el que antes desarrolla; ser aceptados o no. Es la gran búsqueda de construir una personalidad, una identidad. En ese mar de dudas, el abusador le dice justamente lo que necesita escuchar: eres la niña más bonita de Alella. Y ese proyecto de adulto —que tiene tanto de crío— se rinde a ese mensaje que mima y abriga. Ahí están perdidos porque están siendo manipulados. La víctima no tiene autoconciencia de tal calidad y no se rebela aun sintiéndose doliente.

Valoro mucho la capacidad para evocar imágenes literarias. Me encanta leer a autores/as que tengan ese talento: el de crear imágenes literarias nítidas, de gran potencia visual. Por eso evito enfrentar un libro que trate este tema del abuso infantil. Simplemente no quiero que entren en mi cabeza determinadas escenas que me producen asco y miedo a partes iguales. Este libro, se puede leer sin ese temor. Landete es delicada, con una sensibilidad para contar lo que su historia aborda, pero sin recrearse en el morbo del crimen. No hay nada más explícito que lo estrictamente oportuno para ubicar el relato. Circunspección y sensibilidad extraordinarias.

Se plantea la cuestión en familias estructuradas. Las dos niñas que protagonizan la narración —Ímogen y Clara—, pertenecen a familias felices, absolutamente tranquilas, con buena situación económica, relaciones de convivencia ordenadas y sin grandes problemas. La autora mata unos cuantos clichés acerca del tema: esto no es algo que pase solo a niñas con padres irresponsables; tampoco es coto exclusivo para niñas demasiado avanzadas en materia sensual; no es un problema de los bajos fondos de la sociedad. Son víctimas y los pederastas no hacen distinciones sociodemográficas. Cualquiera puede ser víctima de sus conductas degeneradas y depravadas.

La historia transcurre en la comarca del Maresme catalán. No es relevante, aunque las menciones a Premiá, El Masnou o Vilassar, amén de Alella, claro, son constantes. Pero tampoco hay un esfuerzo exagerado por ubicar la historia en ese punto de la geografía. ¿Por qué? Yo creo que la autora no arraiga la historia a un territorio precisamente para hacernos conscientes de que es algo que puede ocurrir —lamentablemente ocurre— en todas partes. Por desgracia estos casos siempre ocurrirán.

Es un libro muy ameno. A pesar de que trata un tema de gran importancia para cualquier sociedad moderna, un problema mayúsculo, consigue alejarse de sesudos planteamientos doctrinales y hacer viajar la historia bajo la piel de una novela a ratos policial, a ratos (especialmente en sus primeros compases) juvenil, siempre realista y con trasfondo social. También tiene una función parenética: la importancia de generar espacios de comunicación en la familia para que los jóvenes puedan hablar de lo que les sucede; la finalidad última de la confianza como red de seguridad más eficaz para la protección del menor, etc. Nos lleva a esa esperanza después que nos ha abierto las puertas del averno.

Es una novela psicológica. Creo que consigue mostrar muy bien el cuadro psíquico de una jovencísima víctima sexual. Vergüenza, culpa, miedo, incertidumbre, solidaridad, impulsos autolesivos, depresión, inapetencia, responsabilidad, sentimiento de fallar a los demás, fracaso… Todo un catálogo de emociones y sentimientos circulan ante los ojos del lector de forma lógica.

Y lo mejor: no es una novela frívola. Aunque algunos personajes se puedan vanagloriar de lo deseable que es ahorrar personas así —pederastas— de la sociedad, siempre se impone el respeto al Estado de Derecho y la prescripción de combatir este problema desde la legalidad vigente. A este respecto la novela es exquisita, pues el tema se presta a caer con cierta propensión en un populismo justiciero que todos podemos entender e incluso anhelar pero que en el fondo, sabemos que nos llevaría a vivir en una jungla aun más peligrosa. Me gusta de esta novela esta manera de abordar el tema, buena fórmula.

¿Es una novela sentimental? Pues sí. Cómo no hacer sentimental un problema como el que se aborda aquí. No somos robots. Es bueno acometer el análisis ontológico de estos aspectos de una manera serena e intelectual, claro que sí, pero insisto, no somos máquinas sino seres humanos. Si no te mueve algo por dentro la lectura de este libro… en fin. Pero no es una obra sentimentaloide, sino sentimental.

Conclusión La niña más bonita de Alella

Una novela digna de agradecer. Es literatura. La autora plantea un tema que apesta y que la sociedad debe mirar cara a cara. No cae en una victimización teórica cierta pero fácil. En su lugar, muestra una mente infantil que ha enfermado por culpa de un adulto que antepone una conducta desviada e incompatible con la sociedad a los derechos de una menor. Tiene Landete algo de Dante, porque lo que hace con este libro es un tour guiado por el infierno. Pocas novelas podrán concienciar a la población respecto del problema que aborda como lo hace esta. Y tiene el acierto de hacerlo de forma que puede ser legible para el adulto, pero también para el afectado. Cualquier joven puede leer este libro y estar en mejores condiciones de defenderse o defender a otros. Lo dicho, una novela para agradecer.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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