Reseña de Una familia moderna, de Helga Flatland

Reseña de Una familia moderna, de Helga Flatland
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De qué trata

Una familia noruega viaja a Roma. Comparten la celebración del setenta aniversario del abuelo. Van abuelo y abuela, los tres hijos y sus respectivas parejas. Dos nietos cierran la comitiva. Lo que va a ocurrir, en principio para nada asoma.

En ese viaje entrara en crisis su modelo familiar. Los abuelos comunican que se separan y crean una hecatombe entre sus acompañantes, que no conciben sus nuevas formas de pensar.

La estructura

Flatland propone una temática compleja desde premisas muy amenas. Es capaz de desgranar una profunda reflexión sobre los cambios de modelos familiares sin convertirlo en un tratado espeso, sino atrapando al lector y deslizando sus notas por debajo, sin aburrir. Por las buenas.

Utiliza la voz narrativa en primera persona. Pero además, cede la palabra a diferentes narradores de manera que tienes la sensación de estar mirando la historia desde varios ángulos, quedando muy bien informado, con un punto de vista muy global de la situación, y funciona.

Cada capítulo tiene el nombre de un personaje. Eso te sitúa porque ya sabes qué mirada vas a posar sobre la narración. Además, al completar el círculo conoces a cada protagonista desde su propia opinión pero también desde la vista que tienen de él todos los demás. Tienes una perspectiva total del paisaje.

A resultas queda una novela muy agradable de leer.

Trasfondo

Las situaciones de los personajes sirven al retrato social. Una familia moderna es la crítica de toda una sociedad, la actual, a la que Flatland atiza en un registro local, que por global, puede leerse en muchas ocasiones en clave mundial.

Así, con Liv se hará caricatura del ciudadano sobrepensado. Madre sobrepensada, esposa sobrepensada, hija y hermana sobrepensada. Es insegura, llena de complejos, en negación de su derecho a equivocarse y a no ser perfecta. Una de esas personas neuróticas que representa a toda esa sociedad que parece vivir dentro de un tutorial, de modo que, en cuanto la contingencia se aparta de la pauta —que les hace sentirse seguros— del videotutorial, la vida parece estropeada.

Mofa del tópico social. La familia protagonista, está llena de prejuicios. Sobre los noruegos, sobre los italianos, sobre la familia, sobre la educación… De casi cualquier tema, tienen una idea predefinida. Preestablecida. Nunca tuvimos acceso a tanta información como ahora, y nunca hubo tantos prejuicios como los que se ven en la sociedad actual.

Un tiempo feliz que no puede ocultar la insatisfacción. Ciudadanos acomodados o no, de una prosperidad dudosa —el acceso a la vivienda es un drama en todo el mundo occidental— que subordinan toda su planificación familiar y personal a la consecución de unas condiciones materiales de partida. Y se llega así a un drama social que tiene menos eco en la literatura y en el debate público del que tiene en las vidas: el drama de la maternidad tardía, que sume a millones de personas en el cruel —atroz— sentimiento de oportunidad perdida. Para quien lo busca, no hay mayor decepción.

La autoimagen y la inseguridad, expresiones de nuestro tiempo. Nunca hubo un ser humano con tantas potencias, herramientas ni conocimientos. Tampoco antes se había gozado de tanta prosperidad material promedio, ni se tuvo acceso a tanta información o capacidades. Paradójicamente, nunca hubo más gente insatisfecha. La imagen propia, la inseguridad ante la imagen que proyectamos ante los demás, el temor al fracaso —que ya pasa simplemente por no tener éxito visible— es tan exacerbado que se convierte en una jaula para la persona. La novela explora muy bien ese estadio de la personalidad, con intención, no de soslayo o con palabras al viento.

La banalización de casi todo también aparece en el subtexto. Una sociedad de personas que no son creyentes pero se casan por la iglesia por el decorado; de personas que no se sienten plenamente enamoradas pero se casan con otros para no sentirse solas; de seres que se relacionan con los demás siempre en función de sus propias coordenadas, nunca con miras a entender al otro. Los viajes para conocer otro país, son para tumbarse a tomar el sol, no para ver sus museos o visitar sus calles. Las relaciones familiares los condicionan, pero pasan meses sin contacto… todo banalizado. Un mundo de apariencias sin fondo, de continente sin contenido. Ese parece ser el contexto.

La gestión del cambio es otro gran tema. En una sociedad que está cambiando los modelos tradicionales de familia, los modelos laborales, las formas de relación, los estilos de vida… hay personas que conviven mal con ese constante vaivén y con esa provisionalidad omnipresente. La gestión emocional es la deuda de nuestro tiempo, y su emblema.

El divorcio entre realidad y percepción en las familias. Al ir dando voz narrativa a los distintos personajes, vemos en cada caso las disonancias entre lo que A opina de B y cómo B es realmente. Y viceversa. Las verdades asentadas en las familias, pocas veces proceden de los hechos y muchas veces de las percepciones, que son las que construyen el relato oficial. Por eso es tan importante la comunicación, para estrechar la brecha entre realidad y percepción al tomar conciencia de cómo los demás ven y sienten. Esa es la esperanza que se pone en el diálogo sincero: que desaparezcan fobias y aumenten filias.

En síntesis, un buen relato de nuestro tiempo. Una novela escrita con muy buenas formas, que es capaz de poner sobre la mesa temas de mucha trascendencia, de llevarnos a reflexionar sobre ellos, pero de una forma que invita a leer, amena y divertida. Los temas más delicados se abordan sin miedo y se muestran con mucho talento.

Debe ser difícil escribir una novela como esta. Tantos y tantos temas complejos: la maternidad, el matrimonio, la familia, las relaciones de pareja, la monogamia, la pareja sin compromiso, el trabajo, el acceso a la vivienda, la educación de los hijos… Flatland junta una amalgama de temas profundos en su novela y es capaz de hacerlo de forma amena y sobre todo coherente, logrando un texto que no se deshilvana y queda cohesionado. Gran apuesta.

Muy buena novela para lectores de narrativa realista con trasfondo.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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