El todo cotidiano, por Zoé Valdés. Reseña

el todo cotidiano, novela de zoé valdés
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El todo cotidiano
Zoé Valdés
2010
Editorial Planeta
301 páginas

Paris. Ciudad, escenario y personaje. Yocandra, personaje que heredamos de «La nada cotidiana» (1995). Se supone que son obras autoconclusivas, así que puedo leerla sin drama.

Se cuenta la historia de Yocandra. Una emigrante cubana, espalda mojada, balsera, que pasa un año en Miami y cuando normaliza su situación, viaja a Europa —que en su imaginario interior representa el buen gusto— para vivir la vida que siempre soñó.

Yocandra odia la dictadura castrista. Esto no es un apunte ni un rasgo más del personaje, sino una parte muy importante de la novela y me atrevo a decir que de toda bibliografía de la autora.

La novela tiene una estructura peculiar. El libro principia con el relato del éxodo de la protagonista hasta que llega a París. Esto está narrado en tercera persona, con un narrador omnisciente. Sin embargo, tan pronto llega a París, Yocandra toma las riendas de la narración, que pasa a estar escrita en primera persona: ella.

La novela es un cuadro realista. Te muestra un vecindario, como si fuera una historieta de Trece Rue del Percebe, pero con tintes de un museo de los horrores. La amalgama de personajes grotescos que conviven en la misma escalera bien valdría un cuarto volumen de La divina comedia. En este sentido, he disfrutado mucho de la novela.

Vemos la vida en un gueto cubano de París. Un edificio de evocación a «La colmena» está habitado por una colección de artistas cubanos de poco seso y menor éxito. Les acompaña un brasileño y una pareja de yuppies noruegos dados al ecologismo vital, que confunden con el desaseo. Personajes potentes los que plantea Valdés.

El retrato del París menesteroso es sensacional. La picaresca, la marginalidad, el estraperlo y hasta un sofisticado entramado de economía sumergida: no falta de nada.

En todo ello, se retrata al cubano sin cesar. Desde el punto de vista de Yocandra, siempre crítico y con el resquemor resabido de quien ha puesto mares de por medio. Es Yocandra quienes los mira así, pero dando la sensación de que es la propia Zoé Valdés.

Leer a alguien como Valdés es una experiencia. Tienes que ir frecuentemente al diccionario a buscar términos como bembé, amelcochada, fambeco, tota, guaguancó, el zíper de la portañuela… y esto ya desde la primera página. Resulta refrescante y enriquecedor.

Me gusta leer en códigos tan distintos. Te saca de tus costuras habituales. Es una forma de viajar sin pasajes. A través del lenguaje.

Nada más tomar el libro se muestra la Zoé activista. «Ella (Yocandra) huyó de Aquella Isla: una isla que quiso construir el paraíso y creó el infierno» en alusión clara y directa a su Cuba natal y el comunismo contra el que es tan combativa la autora.

Yocandra parece un altavoz de la autora. Lo digo, no por confundir la obra con el autor, sino al calor de todas las entrevistas que están, a la vista de todos, en Youtube. Tal vez por eso me llame la atención una reflexión de Yocandra que dice: «¿Por qué negar lo que nunca podré ocultar, que en el fondo soy tan chancletera como todos ellos?». Ese arraigo despreciado por sus efectos pero del que no se puede uno desligar.

Refleja un París muy distinto. Desde luego, no el París que sale en las guías de viajes. Un París pobre, mendicante, urgido por la necesidad. Desvalido. Sucio y maloliente. Cutre. Desprovisto de cualquier asomo de glamour, que parece aquí una filigrana más de la Place Vendôme. Una quimera.

Se aprovecha cualquier personaje para verter afiladas reflexiones. Por ejemplo, Fidel Raúl, un novio que le aparece a Yocandra desde el buen inicio de la novela va a decir de Francia —por comparación con Cuba— que es «comunismo con de to o comunismo en abundancia», mientras se mofa de la burocracia omnipresente en Europa.

La obra, compara permanente el pasado de Yocandra, —Cuba—, con su presente —Europa— para establecer así una comparación entre las libertades y bienestar de ambas orillas. La autora, decide casarse con un cubano en el exilio, próspero y placentero —trasunto de la vida material en Europa— pero su corazón no ha salido de la isla, donde vive su amor irrenunciable, un personaje llamado el Nihilista. El menor matiz cotidiano de Yocandra es un epíteto hacia Cuba.

Por ejemplo, en una carta desgarrada que le envía el Nihilista, le va a contar casi más cosas de la situación en Cuba que de su historia de amor:

«Aunque, a decir verdad, la miseria más dañina, la más humillante, no es la del macho cubano que le coge el culo a varias putas, ni que luego se mete a bugarrón y se singa a una muerta o a un cadáver lleno de gusanos. La miseria más aplastante es la de la ignorancia, la de la falta de derechos.»

Y es que lo que prima en todo momento es el análisis comparado entre el mundo libre y la dictadura.

Casi me atrevo a entender el título. Hacia la página 120, en una etapa de gran hastío existencial, la protagonista va a a decir:

«Como si ya la vida fuera sólo eso, un camino hacia el fin, y el cuerpo un saco vacío en donde se lanzan los acontecimientos, las anécdotas pasajeras, el todo cotidiano, como bolitas estrujadas de papel».

Es la vida sin motivación. Sin propósito. Un impasse tonto, de absurda espera viviendo en lo cotidiano sin apetito vital. Lo contrario a una vida en plenitud, donde cada pequeño instante cotidiano refulge lleno de valor y de sentido, porque suma en busca de su horizonte objetivo. Ese París (o Madrid, o Londres, o tu pueblo) de miseria y menesterosos está condenado a convertir en un fardo todo lo cotidiano.

En lo cotidiano se toma el pulso de una vida.

Respecto a lo puramente literario, es una obra realista. Quiere mostrar una visión de la sociedad, del exilio, de Cuba, del ser emigrante. Aparecen tintes mágicos o esotéricos, en un personaje secundario que es espiritista y sobre todo en la capacidad que desarrolla Yocandra para escuchar voces que se anticipan a lo que va a vivir, que le traen información, etc. También se exponen y detallan frecuentemente los sueños que ve la protagonista mientras duerme.

Tengo dudas sobre si bastará para hablar de realismo mágico. Yo diría que no. No son cosas sobrenaturales viviendo en perfecta armonía con la realidad del personaje sin producir pasmo.

La protagonista, Yocandra es escritora. Sin éxito comercial ni literario, principalmente porque no escribe ni dos líneas al mes. No hay, sin embargo, metaliteratura en la novela, más allá de esta anécdota, porque la obsesión es hablar de Cuba, del exilio, de el hecho migratorio.

Es antes que nada una reflexión sobre la emigración. Las ganas de vivir. El ansia de libertad. La valentía para consumarlo todo contra cualquier oposición venida o por venir.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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