El crimen de Rouletabille (o Un misterio en París)

El crimen de Rouletabille
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Antes de hablar de la novela, hablemos de la edición. Porque estamos ante un libro editado por la editorial dÉpoca, lo cual es —siempre— algo realmente especial. Lo hace todo para servir el dulce en el mejor envoltorio posible.

Por la selección de autores y obras. Por la calidad de las ilustraciones que acompañan a la novela, la embellecen y la hacen recordable. Por la vocación por el detalle que marca la diferencia. Por la información complementaria en forma de introducción, contextualización del autor, listado de personajes, anotaciones a pie de página, letras capitulares a inicio de capítulo con ornamentación de caligrafía inglesa, punto de lectura o marcapáginas propio de la edición, una lámina con la ilustración de portada… Todo lo necesario para acentuar la atmósfera que de por sí sabe crear un genio como Gaston Leroux.

El crimen de Rouletabille

Además de efectista, es una edición útil. La novela es perfectamente autoconclusiva; sin embargo, tiene alusiones a otras piezas de la colección de historias protagonizadas por Rouletabille que quedan perfectamente explicadas con las anotaciones de la editorial. Magnífico. Como digo, a la edición no se le puede poner un pero. De aplauso. Un plato soberbio cocinado por Leroux al que dÉpoca da una guarnición inmejorable de apuntes lectores.

¿Te parece una floritura? ¿Una filigrana de esas que no aportan más que relleno? Para nada. Esta forma de mimar la obra, de engalanarla y elevarla por medio de tantos recursos, mejora tu experiencia lectora. Es algo que está mucho más allá de tomar el texto (traducirlo si toca) y plasmarlo en un papel. Es crear una lectura sensorial.

Ilustración interior de El crimen de Rouletabille de editorial Dépoca

Ahora vamos con la historia.

Tenemos un investigador médico dado a la francachela: Boulenger. Tenemos a su mujer, una cornuda consentidora. Tenemos a Théodora Luigi, un pibón de moral distraída de la que se ha encaprichado nuestro madurito Boulenger al punto de asomarlo al ataúd, además de a los rincones de Ogigia. Tenemos a Ivana, asistente de laboratorio del galán y a la sazón, esposa de Rouletabille. La esposa de Boulenger, con el consentimiento de Rouletabille, pide a Ivana que dé esperanzas a las insinuaciones de su rijoso marido, para mantenerlo alejado del ritmo vital de Théodora Luigi, quien podría secarlo a golpe de cadera y narcóticos. Esta argucia parece infidelidad a los ojos de Sinclair, abogado amigo de Rouletabille y narrador de la historia. Rouletabille explica la jugada a Sinclair para tranquilizarlo, pues éste, también cornudo, —aunque no consentidor— recela de todas las mujeres al mínimo amago y teme que Ivana sea infiel a Rouletabille. Todos han creado esta farsa para preservar la salud de Boulenger, que parece próximo a encontrar la cura para la tuberculosis, a fechas de esta novela, una de las mayores preocupaciones de la humanidad. Pero tan hábil y filantrópica estrategia, va a colapsar cuando unos y otros empiezan a aparecer asesinados, suicidados, heridos de bala… con todas las acusaciones poniendo su mirada en el propio Rouletabille, que tendrá que probar esta vez su inocencia.

Diseño editorial interior de El crimen de Rouletabille

Hasta aquí puedo contar de la trama. Lo demás, como siempre, prefiero que cada cual lo averigüe con su lectura que yo, desde luego, recomiendo.

Las novelas se han de leer con perspectiva histórica. De otro modo, el personaje de Thérèse Boulenger sería inadmisible según el parecer actual. Una mujer conocedora de la infidelidad reiterada y procaz de su marido, sigue a sus órdenes como un perro faldero, desprovista de cualquier atisbo de dignidad o amor propio. Una mendicante del amor de quien no da más que muestras de desprecio. Patética. En el haber de Leroux queda el dar vida a personajes que pueden generar una reacción —por simpatía o antipatía— tan intensa en el lector.

Una novela del siglo XX con un regusto decimonónico. Es literatura sin lugar a dudas, por su fuerza poética, por su capacidad de expresar las emociones de los personajes y sobre todo de trasladarnos como lectores a épocas y lugares que, no siéndonos en su mayoría conocidos, quedan perfectamente evocados en nuestra imaginación.

Un relato que eleva el plot twist a la categoría de arte. Narrado como está, en primera persona adquiere mayor viveza si cabe. Joseph Rouletabille —periodista y detective aficionado— es un personaje conocido de otras novelas del autor, un total de ocho, de las que ésta, es la penúltima.

  1. El misterio del cuarto amarillo (Le mystère de la chambre jaune, 1908)
  2. El perfume de la dama de negro (Le parfum de la dame en noir, 1908)
  3. Rouletabille en el palacio del zar (Rouletabille chez le tsar, 1913)
  4. Rouletabille en el castillo negro (Rouletabille à la guerre: Le château noir, 1916)
  5. La extraña boda de Rouletabille (Rouletabille à la guerre: Les étranges noces de Rouletabille, 1916)
  6. Rouletabille en la casa Krupp (Rouletabille chez Krupp, 1920)
  7. El crimen de Rouletabille (Le crime de Rouletabille, 1922)
  8. Rouletabille en Bohemia (Rouletabille chez les Bohémiens, 1923)

Rouletabille es un personaje detectivesco, icónico y de referencia. Esto lo pone al nivel de Hércules Poirot, Sherlock Holmes y el Padre Brown. No puede soslayarse cierta rivalidad entre estos adalides de la deducción criminal. Menos, al leer a Leroux. En la página 144, se lanza un dardo envenenado. Se dice:

«Aquí reconocí el famoso sistema de Rouletabille, que consistía en partir de una idea únicamente necesaria, una idea que se imponía, fatal en cierto modo, para, a partir de ella, buscar los indicios que corroboraran dicha idea, lo que diferenciaba su sistema del método inductivo de todos los Sherlock Holmes que son víctimas de pistas o huellas que se encuentran por casualidad, y que les conduce a donde ellas quieren, es decir, a un error a menudo planificado de antemano por las partes interesadas»

El crimen de Rouletabille (Un misterio en París). Gastón Leroux. (1922)

¿Notáis el pique? Yo creo que es un párrafo donde se aprecia una rivalidad abierta por la supremacía, no ya por la popularidad del detective, sino por el método que debe presidir el género policíaco. La idea antes que la pista, dice Rouletabille.

El crimen de Rouletabille

Estamos ante un ejemplo claro de novela policiaca. Resolver el caso es la prioridad sin importar que en este caso el protagonista no sea un detective ni un agente, sino un periodista. Tampoco el celebérrimo Padre Brown de Chesterton lo era y pocas joyas de lo policíaco vamos a encontrar que le hagan sombra. Rouletabille para mí es un Padre Brown a la francesa, si se me permite el símil, con todas las distancias que marca la caracterización respectiva del personaje.

Y ahora hablemos un poco de Gaston Leroux. Si no conoces a este magnífico autor, déjame hablarte un poco más de él.

Gaston Leroux (París 1868 – Niza 1927)

Encuentro conexiones entre Gaston Leroux y su Rouletabille. Unas son obvias y otras hay que buscarlas siguiendo el propio método de Rouletabille. Obvio: Gaston Leroux era periodista, como su personaje. L’Écho de Paris y Le Matin fueron sus cabeceras de adscripción. En estos periódicos de París iba a fulgurar su carrera como novelista, pues en ellos se publicaban por entregas —algo muy propio de la época— sus más de cuarenta novelas.

Una conexión más rebuscada con Rouletabille, es semántica. Rouletabille es un término con significado en francés: bola que rueda. Por aproximación, este término se usa en el país vecino para referirse a la persona que es trotamundos y que, por consiguiente, conoce mucho y sabe mucho. Pues el bueno de Leroux fue un trotamundos: como periodista, le tocó viajar por países como Suecia, Finlandia, Marruecos, Inglaterra, Egipto, Corea o Rusia.

Pese a Rouletabille, a Leroux se le recuerda otra obra. El fantasma de la ópera (1910), es una obra enigmática y genial que ha traspasado las generaciones y está por derecho propio en el canon literario occidental.

Acabo como empecé. Alabando la edición de editorial Dépoca, que es sin lugar a dudas una expresión de veneración por el libro. Una novela es contenido y continente. Si a un contenido excelente le aportas una presentación al mismo nivel, el resultado es siempre una experiencia elevada y un objeto de culto para cualquier amante de los libros. Todos los libros de esta editorial cumplen esta premisa y por eso es una debilidad personal que os recomiendo.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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