- Reencuentro
- Margaret Deland
- 1907
- D’Epoca Editorial
- 2015
- Género: Nouvelle (Novela Corta).
- 113 páginas
Old Chester, 1822. Dos jóvenes se enamoriscan. Sus familias, carcundas, pueblerinas y con ese puntito cruel que suele aliñar esas salsas, impiden —sin más motivo de peso que su voluntad, ni mejor argumento que la apelación a la autoridad— que los muchachos inicien una relación que por otro lado era tan pazguata e inocente como la época misma.
Alfred y Letty, un amor imposible. Al bueno de Alfred lo envían a la China y la buena de Letty dice que dos años vacuos de compañía son demasiados. Deciden fugarse juntos.
Pero son poco sagaces. Los pillan y les cortan el plan. Alfred se embarca y lo que iban a ser dos años terminan siendo siete. Cuando regresa Letty se ha casado con otro y él mismo, contrae nupcias con otra mujer.
No se encontrarán hasta 48 años después. Ese es justo el momento narrativo de esta historia. La hija de Letty vuelve con su madre al pueblo donde se crió. No tiene mejor cosa que hacer que alquilar la casa frente a la que vive Alfred, para solaz de todo el pueblo, que puede cotillear a sus anchas.
La novela versa sobre ese Reencuentro. ¿Se habrá disipado la atracción con los años? ¿Aceptarían los hijos ver a sus ancianos padres reviviendo una historia segada hace medio siglo?
Un ejercicio de novela realista. Un cuadro de esas aldeas de poca vida, donde a falta de distracciones, la vida de prójimo se asalta buscando en su escarnio el ocio y el pasatiempo. La Elizabeth Gaskell norteamericana, como se conoce a Margaret Deland, propone una trama muy avanzada a su tiempo, en cuanto al registro social, tal como era ella misma.
Trasfondo
La puñetera costumbre de meterse en vida ajena. Peor aún, de juzgarla y limitarla. De decidir por otros como si esos otros fueran incapaces de conducirse o no tuvieran en el intento Derecho a Equivocarse.
Primero fueron nuestros padres —repuso el capitán Price, y frunció el ceño con fuerza—. Según todos los demás, primero éramos demasiado jóvenes para comportamos con sensatez, y ahora somos demasiado viejos.
Ese rasgo se sitúa en un contexto espaciotemporal. Una época y un pequeño pueblo al sur de Estados Unidos. Esa mala costumbre no pierde vigencia en nuestro tiempo ni se limita a confines aldeanos. Siempre y en todo lugar hay safriscos llevando todas las vidas menos la suya.
Pero Durand es una mujer vanguardista en sus posiciones. Nos regala una obra sencilla pero muy decorosa, esperanzadora y que trata de reflejar un avance que quizás no había llegado aún, pero con el que sin duda ella soñaba.
Moraleja sobre la perseverancia en la conquista de la libertad. Un amor que, ya en el siglo XIX se empezaba a intuir con una pátina romántica: o es libre y escogido, o no es.
Sobre la edición
Novela corta. Por respetar a Cortázar, con él diremos que es menos que una novela, pero más que un cuento. Si se alarga a las 113 páginas es en buena medida por la edición generosísima de la editorial, que no ha escatimado —su impronta es no hacerlo nunca— en cuantos elementos contribuyan a que el libro, significante de la novela, engrandezca la palabra escrita y mejore la decoración del anaquel de cualquier bibliófilo. Sumémosle también las ilustraciones de Alice Barber Stephens en lo que puedan valer a paginación y lo mucho que hacen por mejorar la experiencia del afortunado poseedor de uno de estos ejemplares.
Es una edición ilustrada y ornamentada. Se trata de una edición de lujo —cualquier libro de esta editorial ya es un trabajo de orfebrería— en tapa dura con sobrecubierta y lazo de punto de lectura. Incluye una carpetita portfolio con ilustraciones y material adicional que siempre son agradables al amante de los libros que se precia de tener una biblioteca personal.
Quitémosle sobre todo la introducción de más de 30 páginas. Una introducción oportuna, necesaria y donde se nos cuenta, entre otras curiosidades, que este es el primer título de la colección Nouvelle de Época que la editorial especializada sacó por 2015.