Reseña de El túnel (1948) de Ernesto Sábato

El túnel Ernesto Sábato
4.4
(8)

El túnel (1948) una novela de Ernesto Sábato. Mi ejemplar pertenece a la Biblioteca El Mundo para su colección Las 100 joyas del milenio editada por Unidad Editorial. Consta de 128 páginas. Este es un enlace a una edición, que no es la mía sino la de Austral, mucho más moderna. También hay una de Seix Barral que está muy bien.

Mi primera lectura del autor argentino. Existencialista. Una historia de desamor obsesiva, compulsiva, violenta, dependiente, celosa y neurótica. Tiene todo lo que se le atribuye a la pasión amorosa y que precisamente es de todo menos amor.

La trama trata acerca de Juan Pablo Castel. Pintor que, en una de sus exposiciones conoce a María Iribarne, se obsesiona con ella, y tras una relación tormentosa la mata.

No, no he traicionado mi filosofía. No he hecho ningún spoiler. El propio Juan Pablo,—narrador en primera persona— lo confiesa en la primera línea de esta novela, de potente comienzo:

«Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne;»

Juan Pablo vive en el túnel de su soledad. Nadie le comprende. Un día, durante una exposición, recae en una joven, María Iribarne, quien está detenida frente a uno de sus cuadros observando un matiz al que Juan Pablo otorga mucha importancia y en el que nadie se ha fijado jamás. Esto hace que el pintor note una conexión predeterminada y sobrecogedora. La chica desaparece sin poder entablar conversación.

Y se obsesiona con María, claro. Ella es esa luz al final de su túnel. Más adelante, por fin y tras una neurótica búsqueda, se cruza de nuevo en su camino y ahora sí, comienzan una relación.

Entonces, ¿cómo desemboca esto en su asesinato? Pues esto ya lo tienes que descubrir tú leyendo el libro.

El personaje de Juan Pablo Castel es pantagruélico. Devora casi toda la escena. Es un personaje magnético. Es real, porque tiene todos los pecados de cualquiera, y también alberga todas las debilidades que nos son comunes. Es real también, porque es contradictorio, verbigracia, desprecia todas las filiaciones gremiales, profesionales, técnicas, etc. pero se confía a la estratificación social en capas constituidas por aficiones o «característica de minorías» compartida para volver a encontrarse con María.

Juan Pablo tiene la máquina del tarado bien engrasada. Ni bien ha empezado a tratar con María y ya la tiene agobiada. En los primeros compases, por ejemplo, ya va a decir:

«Como sucede siempre, empecé a encontrar sospechosos detalles anteriores a los que antes no había dado importancia. (…) Era curioso que ella no hubiera averiguado mi dirección; yo, en cambio, conocía ya su dirección y su teléfono.»

El texto no se agota en ejemplos:

  • «Sea como sea, me emocionó muchísimo la firma: María. Simplemente María. Esa simplicidad me daba una vaga idea de pertenencia, una vaga idea de que la muchacha estaba ya en mi vida y de que, en cierto modo, me pertenecía.»

En el extracto entresacamos mucho análisis. Es un personaje con una visión absolutamente disonante con la realidad. De una atención menor, saca conclusiones que nadie con un sentido aseado de las relaciones humanas tendría. Emerge la cosificación del otro, que ya convertido en objeto, se puede poseer.

Es un amor convenenciero. El personaje arrastra muchos años de soledad en su túnel emocional y cree ver la luz en María:

«Sentí que el amor anónimo que yo había alimentado durante años de soledad se había concentrado en María»

Es un libro de lectura ágil. Esto, —que no es habitual—, no está reñido con una densidad filosófica total en la novela de este físico nuclear y novelista argentino: Ernesto Sábato.

De entrada diremos que es una obra existencialista. Dentro de esta categoría, la enmarcamos en la categoría pesimista: el ser humano es un mal bicho, capaz de llevar la crueldad a cimas desconocidas para sus propios registros. El protagonista ve sombras hasta en las expresiones más puras, donde por ejemplo ve cierta vanidad en quien hace el bien. La vanidad del bienhechor. Todo lo enfoca con esa lente oscura y retorcida.

El amor no es un mero fogonazo. No es un pueril sentimiento. Es una actitud madura, de entrega y de salida del yo. Justo lo que no es este libro, que define muy bien la cuestión, por expresión de su contrario.

El túnel es la historia de un amor obsesionado. Posesivo e interesado. Controlador, manipulador y sojuzgador. Una reflexión —muy profunda a pesar de su breve extensión—, sobre este tipo de concepción de la relación de pareja.

Me pregunto: ¿es Sábato su personaje? No se puede confundir al autor con su obra. Pero, ¿hay algo de Sábato en su Juan Pablo Castel? Obviamente, no me refiero a su faceta criminal, sino a algunas parcelas de su pensamiento. Se dedica un capítulo, breve como todos los de esta novela, a poner a parir los gremios profesionales y muy en especial a opinar de manera muy contraria contra los críticos pictóricos, con una denuncia fácilmente exportable a los literarios. Este capítulo encaja en el relato pero de manera muy tangencial.

El libro gira con cierto ritmo. Además es corto y se hace llevadero. Ahora bien, desde el joven Werther no me cruzaba yo con un amante tan plasta, perseguidor y obsesivo. Los diálogos entre los personajes, se las traen. Esconden gran profundidad, pero hasta que la historia llega a su culmen, se enzarzan en unas diatribas tan largas como cursis. Diálogos de besugos que si te has reído así, que si por qué… Tautología y delirio. Una pareja literaria de lo más peculiar.

Entiendo que es un libro escrito hace 75 años. Esto hace más clarividentes aun, ciertos episodios descritos que a la sensibilidad de hoy resultan inadmisibles. Se muestran aquí como testigos de comportamientos esquizoides o neuróticos:

«mi reacción era positiva y brutal: me echaba sobre ella, le agarraba los brazos como con tenazas, se los retorcía y le clavaba la mirada en sus ojos, tratando de forzarle garantías de amor, de verdadero amor»

Ese amor atrabiliario, exigido. Que Sábato ya fuera sensible a ese trato inapropiado convierte el libro en una obra muy moderna, casi adelantada a la sensibilidad de la época, donde no estaba bien visto el abuso físico, pero había una manga más ancha en la frontera de lo admisible.

La historia se desarrolla en Buenos Aires. La narración se realiza en primera persona. Es casi didáctica. Si alguien os trata como Juan Pablo Castel a María, poned tierra de por medio:

«Si alguna vez sospecho que me has engañado —le decía con rabia— te mataré como a un perro.»

Al margen del amor de pareja, hay otras reflexiones potentes. Por ejemplo, la que realiza contra todos los personajes que adoptan la pose de solitarios, apartados e incomprendidos en la literatura cuando dice:

«esa sensación de estar solo en el mundo aparece mezclada a un orgulloso sentimiento de superioridad»

Lapidario. Aludiendo a que esa soledad quiere testimoniar su unicidad y tiene algo de, “todos son poca cosa para mí”.

A este nivel raya todo el libro.

La obra fue escrita en 1948. Mi ejemplar es de 1999, editado por Unidad Editorial para la colección las 100 joyas del milenio.

El texto presenta algunos —pocos— localismos propios del español rioplatense. Menos de los que imaginé al comenzar mi lectura. Alguna desinencia propia en la conjugación de la segunda persona del presente de indicativo: querés, tenés, etc. Y también alguna palabra diferente a la de mi español de España: chófer es en Argentina “chofer”.

La novela tiene destellos surrealistas. No sólo en la mezcla de lo onírico y lo consciente, como mandan los cánones del movimiento, sino en la creación de situaciones que —sin ser narradas como soñadas— tienen difícil digestión en una normalidad.

La novela queda abierta en algunos parámetros, creo yo. Tengamos en cuenta que la ser un narrador en primera persona, tenemos una visión limitada de los hechos, además, es la de un sujeto que da señales inequívocas de conducta esquizoide. Para mí no queda claro—de manera deliberada— la situación real de María, el personaje femenino, esto es, hasta dónde es cierto lo que sabemos de ella y hasta dónde podemos fiarnos de la lente deformada con que mira el protagonista y narrador.

En cuanto al estilo, es una prosa con lirismo. Contenido, predomina la eficacia, pero desde luego el empleo del lenguaje y el estilo tiene una intención innegablemente estética en bastantes compases.

Consigue crear unas imágenes literarias muy potentes. A ratos, puesto que lo más importante para Sábato es mostrar al personaje en su psicología.

Total, una obra literaria excelente.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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