“El limbo de los cines” escrito por Luis Mateo Díez, nada menos que miembro de la Real Academia Española desde el año 2001, con el sillón “l” (ele) minúscula. Aliñado con Ilustraciones de Emilio Urberuaga. Edita Nórdica libros en su Colección Nórdica ilustrados. Consta de 119 páginas y está compuesto de 12 relatos cortos.
“El limbo de los cines” es un conjunto de relatos. No te desvelo nada si te digo que trata acerca de las salas de cine —no de las películas, sino de las salas de proyección— para elevarlas casi a la categoría de género literario.
Como siempre que reseño relatos, lo haré uno a uno. Los títulos de cada relato corresponden al nombre de la sala de proyecciones en que se desarrolla —o a que se refiera— cada pieza:
El limbo de los cines
Cada relato tiene por título el nombre de un cine. La sala en cuestión, a la que vincula —a veces en una pirueta— la historia que cada relato encierra:
Crisol
En el cine Crisol, se esconde un ladronzuelo. Nos cuenta en primera persona que, —delincuente habitual—, está siendo perseguido por un guardia que si le echa la zarpa le dará una buena tunda. Entrar en el cine es, para el fugitivo de costumbre como acogerse a sagrado. Empieza fuerte el libro, comparando a la sala de cine con un templo.
Claridades
En el Claridades aparece un cadáver. Se aprovecha la circunstancia para reflejar algunas escenas cotidianas del cine y para recuperar del imaginario colectivo el ambigú. Gloriosos aquellos cines con ambigú y no una suerte de fastfood de franquicia antes de entrar.
Borneo
En el Borneo, tres chicas heredarán nada. Los cines, negocio próspero que no salta a la siguiente generación y que termina convertido en una sala de fiestas. En el Borneo, relato un poco surrealista, la frontera entre platea y celuloide queda muy difuminada.
Zodial
Un relato más enrevesado que los anteriores. Se me queda un poco más desdibujado ya que puede resultar difícil no perderse en ese baile a pie cruzado entre lo que ocurre en pantalla y fuera de ella.
Bahía
La sexualidad traviesa y clandestina en los cines. Los escarceos, escaramuzas y sobeteos.
Cosmo
Con ese nombre y no frecuentaba las películas de marcianos. Un relato que a los solteros no vocacionales de cierta edad no va a gustar.
Bristol
De un surrealismo notable. En el Bristol las películas se mezclan con el público haciendo distinciones entre miopes con gafas o con lentillas. Un tributo —me lo pareció— a las películas de terror de serie b.
Cobalto
Un cine donde la realidad supera a la ficción. En este relato, tan surrealista como los demás, te planteas si las historias de las vidas cotidianas no superan en mucho, los plot twist, cliff hanger y demás recursos literarios y cinematográficos conocidos y por conocer.
Condado
En una película de submarinos, un amigo revela un secreto.
Caledonia
En el cine Caledonia se mezcla todo. La realidad con la ficción (esto se ve en muchos de estos relatos), las distintas clases sociales, los alumnos rezagados y las alumnas aventajadas; todo revuelto en una cuestión de esfínteres.
Morlay
En el Morlay pasan cosas extrañas. Delictivas. En la butaca dieciocho de la fila veintitrés la gente palma. Por qué. Averígualo tú.
Pagoda
La historia de la Varilla y su chico emasculado. También es la historia de una amiga que se encapricha de su novio pero, ya en el ajo, constata la certeza del rumor del chico emasculado. Pérdida de tiempo que desenmascara a una mala amiga.
Mi impresión general
Estamos ante un libro precioso. Diseño esmeradísimo, con unas ilustraciones muy modernas y conceptuales. La edición es sensacional, pasta dura hendida, formato de cubiertas superior al del corte, papel de una blancura imposible que hace muy grata la lectura, grosor especial y satinado más elevado que en un libro normal de bolsillo. Un libro de verdadero lujo.
La colección Nórdica Ilustrados eleva el nivel de una librería. Pero no es un libro meramente visual, sino que mantiene el patrón literario de la editorial, es decir, que no eliges entre buenas lecturas en formato blando y excelentes ediciones con textos melifluos.
El paquete, contenido + continente merece la pena. Igual que el paquete cine y película del que nos habla Luis Mateo Díaz.
El texto es un ejercicio de estilo. Tan conceptual y expresionista como las ilustraciones. No son textos lineales, rectos y convencionales los que nos vamos a encontrar en el libro. A veces, creo que se pierde al lector en ese circunloquio pero a pesar de todo me parece un cuadro costumbrista logrado.
Un texto no exento de audacia. Advertencia: si tienes la piel fina, si te saltan los pespuntes con facilidad, te prevengo de que el libro seguramente te va a incomodar en algún momento. Hay que leerlo con la cabeza despejada de nosotros mismos.
Un libro que se lee en una tarde. Un texto que, sin embargo, no está pensado para leerse de corrido sino a sorbos. Su disruptivo concepto, desde las historias hasta las ilustraciones o la arquitectura de los párrafos —lo de la sangría de primera línea es una algarabía—, hace que leerlo sin pausas sea un viaje que acabe en el arcén.
Por encima de todo, me quedo con la melancolía. La de aquellos cines gestionados por una familia. Anticuados. Urgidos de una puesta al día. Con una cartelera muy personalista a veces. Únicos y diferentes. Rancios, con sabor propio y moquetas aplanadas y textura de costra. Sin franquicias. Sin SUVs expuestos a la entrada a modo promoción. Sin menús tipo McDonald’s. Diez cines en tu ciudad —todo el mundo vivía cerca de alguno— en lugar de una sola nave industrial con diez salas.
Era otro mundo.