Veinticuatro horas en la vida de una mujer

veinticuatro horas en la vida de una mujer
4.8
(24)
  • Veinticuatro horas en la vida de una mujer
  • Stefan Zweig (Viena 1881 – Petrópolis (Brasil) 1942)
  • 1927
  • Ediciones invisibles 2024
  • Traducción de Clara Formosa Plans
  • 126 páginas

Una novela corta de Stefan Zweig. Respecto a su calidad, no hace falta decir más. Un libro excelente.

Cuenta una historia que sucede en veinticuatro horas. En un hotel pijo de la Costa Azul, un joven con don de gentes y maneras donjuanescas llega y cautiva a todos los huéspedes. Especialmente a madame Henriette, que tan cautivada queda, que abandona a su marido, un aristócrata más interesado en el dominó que en su esposa, a la que pierde en pocas horas.

La historia se narra en primera persona. Lo hace un testigo de aquel incidente, también alojado en el hotel, en una propiedad aledaña para huéspedes de menos categoría, si se prefiere decir así, una casona.

Y entre los testigos, huéspedes, se desata el debate. Pronto estalla un conflicto moral, de un lado los puritanos que quisieran apedrear a la mujer adúltera, como en la perícopa evangélica, del otro, el narrador, defensor de la naturaleza carnal y mórbida de cualquier persona, también de una mujer. Esto, para sus oponentes, es el remate.

Una mujer de edad avanzada presencia el acalorado debate. Es Mrs. C. Se interesa por la opinión del narrador con quien entabla conversación e intimidad. Al tiempo, esa mujer le va a confiar una historia de su pasado, que guarda muchos paralelismos con las andanzas de la esposa (aquí apodada en una ocasión Madame Bobary) desaparecida. Ella vivió una situación similar y se la cuenta al narrador, vista su predisposición a no juzgar, a dejar los errores sin remate.

Y comienza su historia, que es esta obra. Ella misma, conoció a un joven noble polaco, jugador empedernido, y cedió a la pasión ante un perfecto desconocido. Exactamente igual que madame Henriete. El paralelo es visible de sobra.

Al lector le toca descubrir y descifrar. ¿Qué nos quiere contar Zweig a través de una historia tan mundana? La lectura lo sabrá clarificar.

Estilo

veinticuatro horas en la vida de una mujer

Zweig se maneja muy bien en la novela breve. Para dejar huella en apenas ciento y poco páginas, hay que correr con mucha intensidad, como en las carreras al esprint. Utiliza expresiones coloristas y emociones de alto voltaje, y todo esto lo hace adrede.

«aquella demoledora explosión de sentimientos»

«un llanto violento y salvaje»

«un terrible estado de excitación»

«sollozaba y gritaba como un loco en medio de la noche»

La prosa de Zweig es preciosa. Rica en recursos que la embellecen, como la hipálage que recojo, que, aunque de naturaleza ornamental, se utiliza al servicio del relato de manera portentosa:

«inmensamente solo consigo mismo en aquel edificio que se apagaba poco a poco, que susurraba, murmuraba, bisbiseaba y cuchicheaba al oído»

La traducción me parece correcta. Es cierto que tiene algunas cosas que me chirrían, como el uso de términos como donaire, o como la reiteración —excitación, excitación, excitados— en apenas trece líneas entre la página 12 y 13. Son pequeños detalles que a un lector habitual lo pueden sacar un poco, pero como la lectura es agradable y fiable en líneas generales, yo insisto en tildarla de correcta.

Por cierto, toparás muchas veces con el término veranda. Solemos decirle porche, quedando veranda como un término de registro, no sé si más culto, pero seguro que menos habitual. Discrecionalidad manda.

También juega Zweig con el simbolismo. Hay un banco, en el que van a sentarse todos los personajes tras el fracaso. Es un símbolo de la dureza y de la soledad. Las consecuencias del mal juicio y de la anulación del respeto a uno mismo. Así termina siempre cualquier idealismo.

Los juegos de azar también son símbolos recurrentes. La vida es una ruleta en la que nunca sabes qué número va a salir, a qué personas encontrarás ni qué nuevos azares traerán a tu vida. La suerte, quisiera decir Zweig, sería mantenernos, ante la pasión, conscientes.

Trasfondo

Zweig es un magnífico pintor del alma humana. Su literatura, —antes de entrar en temas políticos que marcarían su vida poco después de publicar esta obra— busca agitar conciencias y poner a su tiempo frente a un espejo para que pueda reconocer sus vergüenzas. En esta breve obra, presenta una sociedad arcaizante, pesada y puritana, representada en los personajes más mayores, que se quiere desembarazar de los rígidos códigos morales decimonónicos y abrirse a un siglo XX donde ya Zweig adivina a una mujer que mira al futuro con ansia de libertad, como quien abre una ventana.

Una mujer libre y decidida. Una mujer segura y sin miedo a seguir su instinto, algo tan vedado para ellas como permitido para ellos. Una mujer, por qué no, más desinhibida.

Zweig presenta un prototipo de mujer moderna. Una mujer arquetípica de una futura mujer. Una, racional e inteligente, pero atravesada por pasiones, exactamente igual que un hombre. Un cuerpo, una mente y un espíritu. Tanto monta, monta tanto. La saca de la caverna del rol de género establecido para ella por su tiempo. La mira algo más allá de su labor materna. La sitúa en el centro de la escena.

Imagino que esta obra escandalizaría a unos cuantos en 1927.

Sin embargo, no nos engañemos. Zweig también fue hijo de su tiempo. Tiene su texto ciertas miradas sobre lo femenino, que resultan un tanto superadas. Por ejemplo, esa mujer matriarcal y protectora sobre el hombre objeto de su deseo. Ese rol de cándida bienhechora. Y hay frases que es imposible que obviemos:

«los sentimientos de una mujer lo saben todo sin palabras ni conciencia»

Ahí tienes una muestra. Esa mujer siempre irracional y sensible más allá de lo posible. Una visión moderna, pero algunas adherencias que si podríamos considerar más tópicas, como se demuestra.

No obstante, la valoración general, es una visión muy adelantada.

Hay una frase que me ha resonado al leerla:

«todo dolor es cobarde, cede ante la exigencia irresistible de vivir, que parece aferrarse con más fuerza a nuestra carne que toda la pasión por morir a nuestra alma»

Zweig se suicidó quince años después de escribir esto.

Un tratado sobre la pasión. Para Zweig, a tenor de lo que leemos en esta obra breve, la pasión puede tener dos efectos: salvífica y catártica, en el caso de Mrs. C.; demoledora y perniciosa en el caso del joven noble polaco. Habrá que saber analizar y reconocer de qué pasión se trata la que nos invade en cada ocasión. No hay que vivir de espaldas a ella, pero desde luego, tampoco sometidos a cada pulsión.

Otra vez, Zweig me regala una lectura inolvidable. Todo es dual y así lo plasma el genio austriaco. Personajes con rasgos de bondad y mezquindad. La pasión como algo de lo que huir y a lo que seguir. Cuando un autor sabe huir de la tentación del maniqueísmo se logran novelas que saben a cierto. Memorable.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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