Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan

Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan
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He leído Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan. Creo que es un buen libro. Es Premio Orwell Ficcion 2022. Desde que en 2021, New York Times dijera que es «uno de los mejores libros del siglo XXI» la he tenido en mi radar. Preseleccionada para el Booker Prize y el Premio Rathbones Folio. Me ha gustado por muchas razones:

  • me ha puesto al corriente de un asunto que me era totalmente desconocido.
  • tiene muchísimos mensajes, es muy profunda.
  • no es literatura de lo obvio sino que pide leer entre líneas
  • Está muy bien escrita, con una ambientación sobresaliente y un uso del lenguaje figurado muy atractivo
  • Respeta al lector, no se lo da todo masticado.

De ahí a decir que es «uno de los mejores libros del siglo XXI», como decimos en Andalucía, va un trecho.

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Cosas pequeñas como esas

Portada de Cosas pequeñas como esas

Autora: Claire Keegan

Título original: Small Things Like These

Año publicación/edición: 2021/2025

Editorial: Eterna Cadencia Editora

Páginas: 96

⭐⭐⭐⭐

Reseña de Álvaro Sánchez Oliveros

Relato largo o novela muy corta. Empieza en la página 11 y acaba en la 92. Márgenes amplios, letra amiga y saltos de página para empezar capítulo nuevo.

Pero su brevedad esconde mucho.

La novela “Cosas pequeñas como esas” de Claire Keegan se basa en hechos reales ocurridos en las llamadas Lavanderías de la Magdalena, que fueron instituciones gestionadas por conventos católicos y financiados por el estado irlandés.

De qué trata

La historia de Cosas pequeñas como esas (título original en inglés: Small Things Like These), publicada en 2021, es una novela ambientada en un pequeño pueblo de Irlanda durante el invierno de 1985. La historia gira en torno a Bill Furlong, un hombre de unos cuarenta años, casado y padre de cinco hijas, que dirige un negocio modesto de venta de carbón y madera. Furlong es un personaje descrito como amable, trabajador incansable y con un pasado humilde: su propia madre quedó embarazada a los 16 años y fue acogida por una familia protestante, lo que le permite reflexionar sobre la gratitud y la bondad en un mundo marcado por la rigidez social.

Por tanto, aunque su vida parece estable, carga con una melancolía profunda y un conflicto interno moldeado por su infancia humilde. Bill fue criado por su madre en la casa en que servía, sin conocer a su padre. Ese detalle traumatizó sus primeros años.

Ahora, en 1985, su esposa Eileen sostiene la familia con su pragmatismo y rutina, contrastando con la sensibilidad reflexiva de Bill. En los días previos a Navidad, mientras trabaja, nos deja ver como es la comunidad en que vive, fuertemente marcada por la religión y las costumbres.

Todo cambia cuando descubre algo perturbador en un convento local, forzándolo a cuestionar la justicia y la moral de su entorno. Descubre lo que pasa en la lavandería magdalena del pueblo, un día cuando lleva el suministro de carbón y leña para la Navidad.

Y es incapaz de soslayar lo que ve. Se debate entre dejarlo correr —como hacen todos— o hacer algo al respecto.

Reseña de la Novela Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan

Este dilema, que pone a prueba su deber familiar y su conciencia, es el corazón de la novela, narrada desde su perspectiva introspectiva, enfocándose en sus luchas internas, su mirada hacia las mujeres de su vida y la presión de decidir entre la paz doméstica y enfrentar la injusticia, dejando el desenlace en suspenso.

La novela concita temas como el silencio social, el deber familiar o el peso de la conciencia. Es muy profunda. Da mucho que pensar y retrata un rasgo de la sociedad que no nos gusta mirar. Desde luego, no es una novela cómoda.

El problema social de las lavanderías magdalenas en Irlanda

Las lavanderías magdalenas (conocidas en inglés como Magdalene Laundries) representan uno de los capítulos más oscuros y vergonzosos de la historia reciente de Irlanda, un sistema de explotación y abuso institucionalizado que operó durante casi dos siglos, desde finales del siglo XVIII hasta 1996.

Estas instituciones, gestionadas principalmente por órdenes religiosas católicas (como las Hermanas de la Caridad o las Madres de la Misericordia), se presentaban inicialmente como «asilos» o refugios para mujeres consideradas «caídas» o moralmente desviadas por la sociedad conservadora de la época. Sin embargo, en la práctica, se convirtieron en prisiones de facto donde miles de mujeres y niñas eran confinadas, obligadas a trabajar sin remuneración en condiciones de extrema dureza y deshumanización

Contexto histórico y causas

reseña de Novela Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan

Estaban inspiradas en los «asilos magdalenos» británicos del siglo XVIII (nombrados por María Magdalena, figura bíblica asociada con la redención de «pecadoras»), estas lavanderías se expandieron en Irlanda durante el siglo XIX, especialmente tras la independencia en 1922.

Eran apoyadas por el Estado irlandés, que las utilizaba como solución «barata» para problemas sociales. Las mujeres eran enviadas allí por sus familias, la policía, el clero o incluso escuelas, a menudo sin juicio ni consentimiento. Se estiman al menos 10.000 víctimas entre 1922 y 1996, aunque el número real podría ser mayor. En algunos sitios he leído que podrían ser muchas más (se habla de hasta 30.000), aunque no cita fuentes. Cojámoslo con pinzas y demos importancia caso a caso, para que no nos ciegue la pasión estadística.

Quiénes eran las víctimas: Principalmente, mujeres jóvenes embarazadas fuera del matrimonio (consideradas «inmorales»), prostitutas, huérfanas, discapacitadas mentales o simplemente aquellas que desafiaban las normas de género de una Irlanda ultracatólica y patriarcal. Muchas eran niñas de entre 12 y 18 años. Al ingresar, les cortaban el cabello, les asignaban números en lugar de nombres y les quitaban sus pertenencias, borrando su identidad.

Reseña Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan

Las internas realizaban labores forzadas en lavanderías industriales (lavado, planchado, costura), trabajando hasta 12-14 horas diarias en entornos húmedos y tóxicos, con castigos físicos por cualquier «transgresión». No recibían salario, y sus hijos nacidos allí eran separados y dados en adopción (a menudo vendidos ilegalmente). El aislamiento era total: no había visitas ni salidas, y muchas permanecían confinadas de por vida. Hubo casos documentados de abusos sexuales, hambre y muertes prematuras por enfermedades relacionadas con el trabajo.

Se estigmatizaba la maternidad soltera y la independencia femenina y desde ahí se las trataba de forma inhumana. En algunos portales consultados que he leído estos días, se habla de genocidio de género encubierto. La redención se convirtió en esclavitud. La simonía es el peor de los pecados.

Hasta leer esta novela, yo no sabía nada de todo este asunto. El valor principal para mí de la obra es ponerme al corriente de lo que pasó en Irlanda durante tantos años y que afectó a tantas personas.

Reseña

La historia ya la conoces. Ahora hay que fijarse en cómo nos la cuenta Claire Keegan. Lo primero que notamos es una atmósfera otoñal, lluviosa, de sucias chimeneas y río ennegrecido. No es bucólico precisamente. Es un libro muy atmosférico.

«La mayoría de la gente soportaba tristemente el clima»

Esta atmósfera no cambia en ningún momento. No alterna días despejados con días tormentosos, como naturalmente ocurre. Es intencionadamente taciturno.

Una Irlanda rural, de trabajos manuales, intempestivos. Duros. Una Irlanda de Rosario y Ángelus. Las hijas de Furlong estudiaban en instituciones siempre dependientes del convento.

Keegan quiere que su novela guarde luto por todas esas mujeres. Sus cielos son negros, encapotados, lluviosos… tristes. La sensorialidad en la novela es muy importante, no es un adorno.

Traducción

La traducción no es mala. Se entiende bien y la lectura fluye, pero encuentro algunas frases mal volcadas al español, que no se entienden bien. Por ejemplo en la página 18 se lee:

Ahora, Furlong no estaba dispuesto a quedarse en el pasado; su atención estaba centrada en atender a sus hijas que tenían el cabello negro como Eileen y la tez blanca. En la escuela, ya se mostraban prometedoras. Kathleen, la mayor, los sábados iba con él a la pequeña oficina prefabricada y, por un poco de dinero, lo ayudaba con la contabilidad, clasificaba lo que se había acumulado durante la semana y llevaba la cuenta de la mayoría de las cosas. Joan también tenía una buena cabeza sobre los hombros, y felicitados y muy bien en sus cuadernos, y además recientemente se había unido al coro. Ambas ahora cursaban la secundaria, en St. Margaret’s.

Parece obvio que en la alusión a Joan hay algo que en español no acaba de funcionar.

Es una traducción más ajustada al uso hispanoamericano, que funciona perfectamente en España. Anotaremos que la editorial es de Argentina. Utiliza términos como “el altoparlante” para aludir al altavoz, o «tomacorriente», para referirse al enchufe. Son términos que tienen asilo en el diccionario, y que a mí, como español, me suenan a nuevo y que, por tanto, me agradan. Esto es algo muy personal: me gusta leer el español de otros países.

La historia en el mapa y el tiempo

Es importante ubicar la historia en el tiempo y el espacio.

New Ross en el Condado de Wexford, Irlanda, existe realmente y es un lugar con una historia profunda y un importante legado. No es una invención literaria.

New Ross tiene valor simbólico. Es famoso por ser el puerto de origen del «Dunbrody», el Famine Ship (barco de la hambruna) un barco que transportó a miles de emigrantes irlandeses hacia América del Norte durante la Gran Hambruna (1845-1852).

La historia discurre justo antes de la Navidad de 1985. Una depresión económica azota el lugar:

Furlong era consciente de lo fácil que era perderlo todo. Aunque no se había aventurado lejos, se desplazaba con frecuencia, y había visto a muchos desafortunados en el pueblo y en los caminos rurales. Las colas de los desempleados se estaban haciendo cada vez más largas y había hombres que no podían pagar sus facturas de electricidad, que vivían en casas tan frías como bunkers, que dormían con sus abrigos puestos. Las mujeres, el primer viernes de cada mes, hacían fila contra la pared de la oficina de correos con las bolsas de los mandados, esperando para cobrar las asignaciones por hijos.

De nuevo los jóvenes estaban emigrando: Londres, Nueva York…

Subtexto: el mensaje de la novela

Esto es una novela de denuncia. Va más allá del clima social. Se quiere detener a contar una historia muy grave acaecida en el seno de un convento. Las monjas del Buen Pastor regentaban un centro educativo y una lavandería.

Y sobre esto se decían habladurías.

El caso es que el protagonista, Bill Furlong, descubre algo en el convento. Algo denunciable. Cuando lo cuenta en casa, su mujer Eileen lo disuade:

«¿Qué tienen que ver esas cosas con nosotros?»

Eileen representa la sociedad que mira para otro lado. La comunidad que prefiere seguir adelante sin pagar el precio de involucrarse en problemas. La conveniencia y la comodidad son amparo de injusticias.

Lo que pasa es que Bill está emocionalmente vinculado. Algo de su pasado resuena con lo que ha visto en el convento. La justicia lo interpela. En esas chicas ve un paralelo con su joven madre soltera.

Bill es una alegoría de la sociedad de Irlanda. Es aquel que durante años ignora lo que pasa delante de sus narices, pero que una vez que lo ve, aunque sea tarde, reacciona y hace algo para cambiar las cosas. Sí, tiene que enfrentarse a todo lo anterior: su entorno, la tradición, a cómo se han hecho siempre las cosas… y avanzar.

Bill no consigue salvar a todas las niñas. No cierra la lavandería ni libra una guerra contra la purulenta institución. Pero hace algo. Pone su granito de arena. Hace una de esas pequeñas cosas que dan título al libro. Esas que parece que no sirven para nada, pero que son motor de cambio por pioneras, por convocar a otros, por dejar en evidencia la vergüenza de la inacción.

Un pequeño gesto puede tener una potencia simbólica gigantesca. La injusticia la resolvemos entre todos, de uno en uno. No podemos esperar a que la resuelva la sociedad, porque la sociedad no es más que el agregado de individuos.

Una buena novela. No la pongo entre mis favoritas, ni creo que sea una de las mejores del siglo XXI, pero hipérboles editoriales aparte, creo que es una lectura de provecho. Y eso ya es mucho decir.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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  • Categoría de la entrada:AUTORAS / NOVELA SOCIAL / Realista
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  • Última modificación de la entrada:septiembre 29, 2025
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