Reseña de “El inmortal” de Sergio Álvarez Guarín

Reseña de El inmortal de Sergio Álvarez
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El inmortal (2023) novela escrita por el colombiano Sergio Álvarez, y publicada en España por la Editorial Navona que cuenta con 172 📃páginas.

Recién salida del horno. “El inmortal” es la flamante novela del colombiano Sergio Álvarez que edita Navona. Otra vez, Colombia y su idiosincrasia protagonista de su obra; como ya sucediera en “35 muertos” (2011) y “La lectora” (2004).

Se trata de una edición en tapas blandas. Una portada muy llamativa donde la imagen de Cigarra Entinta capta toda la atención. El fondo amarillo, el nombre del autor en rojo y el título de la obra en ese azul que mira al morado nos forman una alianza tricolor que nos lleva al tema central de la obra: Colombia. Una vez más Navona mimando su producto hasta en el menor detalle apreciable.

Argumento ¿De qué trata?

En un hospital nace un niño. Su madre, quién sabe si sugestionada por el dolor de toda parturienta, cree haber vivido una epifanía en la que el Divino Niño —elemento de viva fe en Bogotá— le pide que sumerja al niño al nacer, en aguas residuales del hospital porque de hacerlo, el crío será inmortal. Este evento casi cuesta la custodia a la madre que la pierde no obstante al día siguiente cuando tratando de demostrar al padre que la criatura es imperecedera, amaga con hincarle un cuchillo para que se vea que no hay manera de verlo morir.

Resultado: madre al manicomio, padre desaparecido y desentendido y niño al convento, criado a los pechos improductivos de las monjas.

Se suceden historias que muestran que el niño es inmortal. Las balas lo empujan, pero no lo perforan, por citar solo alguna.

Y el pobre crío pronto será mal mirado. En lugar de atribuirle epítetos de santidad, se le considera un nigromante, alguien demoníaco.

El niño, va viviendo a saltos. Pasando de unas manos a otras. Una especie de David Copperfield, tal vez, un peculiarísimo Lazarillo de Tormes a la colombiana. Un Oliver Twist que ha cambiado Londres por Bogotá.

No te cuento más. Es una novela corta, así que lo mejor es que te sumerjas tú en el relato y descubras qué aguarda el futuro a este niño tan especial. La novela atrapa. Caerás pronto en sus redes.

Trasfondo

Vemos Colombia al frente y al fondo. Es el país de lo que quiere hablar Sergio Álvarez. Nos muestra carestía —en ese hospital donde la gente alumbra a sus hijos junto a aguas estancas llenas de inmundicia, por falta de camas y otros medios—; nos muestra un país atrabiliario —donde la violencia de las mafias irrumpe en cualquier lugar para organizar un tiroteo—; y nos enseña un país que, como decía Ortega y Gasset de España, padece aristofobia y quien destaca, es inmediatamente vilipendiado, despreciado y degradado.

Se ve la corrupción. Da igual en qué institución ingrese el niño, del que ignoramos el nombre. ¿Una parroquia? El cura retoza con la muchacha que limpia la casa parroquial. Sacan del cepillo dinero para caprichos. ¿Un orfelinato? El director es pasivo ante diferentes grados de delincuencia. Por ejemplo, el caso de Pinina, un traficante de Bogotá ilustra todas las corruptelas en un párrafo:

«Eso sí, el tal Pinina era un torcido de cuidado: cuando no estaba hablando con ladrones estaba hablando con policías; cuando no estaba hablando con distribuidores de drogas estaba reunido con militares, y cuando no estaba comprando armas en el mercado negro estaba en un burdel con algún concejal de la ciudad.»

Nos presenta un país huérfano de valores. Sin ideales. Ni los revolucionarios bosques de las FARC están exentas de la codicia, la avaricia y la traición del egoísta.

Ni que decir del Gobierno. La connivencia y concomitantancias con los traficantes y todos los negocios turbios no dejan bien parada a la clase política colombiana.

Sergio Álvarez tira a dar. Sin titubeos ni eufemismos. Es más, respecto de esa lacra sufrida en Colombia, la del narcotráfico, Álvarez diluye la línea que separa ese lado oscuro de los políticos que aparecen como salvadores de la patria. Dice así:

«Esos manes y yo les trabajamos sin descanso a quienes hoy llegan al poder, por orden de ellos matamos a mucha gente y, en lugar de recompensarnos, nos metieron a la cárcel, nos mandaron matar, nos extraditaron o nos sacaron el culo y nos dejaron en la miseria»

Estilo

Narrador en primera persona. Es el propio niño inmortal el que nos cuenta su historia.

Hay elementos de realismo mágico. Lo sobrenatural se mezcla con lo cotidiano sin fricción, con total naturalidad.

El lenguaje es sencillo. Una prosa vernácula y directa, sin prisas, pero con mucho ritmo. Al son del relato, vamos leyendo un trasfondo social que nos cuenta con realismo, cómo es Colombia; o al menos, cómo la ve el autor.

Llama la atención la agilidad del texto. Es curioso porque todo son párrafos de margen a margen, en una estructura que ni siquiera los diálogos rompen con sus guiones largos, porque aquí no se usan. Los diálogos se narran, no se escriben como tales.

Sin embargo el texto vuela. Fluye con una agilidad digna de aplauso. A ello contribuye estrenar un escenario, un contexto y unos personajes nuevos cada dos páginas.

Por descontado, el léxico autóctono colombiano también engancha. Como lector español, las palabras de uso tan habitual en Colombia como ajenas en España te crea una atmósfera muy creíble:

Man/manes: hombres.
Parcero: amigo, compañero.
Darle piso: matar.
Jalar: coger.
Se le miden: os atrevéis.
Chichipato: tacaño.
Hijueputa: hijo de puta.
Emputado: enfadado.
Mijo: hijo mío.
Plomacera: tiroteo.

La inmortalidad. Anhelo universal.

La inmortalidad es un anhelo universal. Muchas veces la literatura se ha ocupado de ella; reflejando así el gran interés que suscita. Pero es un deseo que puede ser una espada de doble filo. ¿Ser inmortal es una bendición? ¿Es la muerte un mal necesario, tan necesario que hasta puede ser querida?

La obra de Sergio Álvarez que hoy reseño lo explora. En este sentido entronca con otras muchas piezas literarias ya conocidas:

Reseña de El inmortal de Sergio Álvarez

– “La entrevista con el vampiro” (1976) de Anne Rice. El personaje inmortal que anhela ser mortal es Louis de Pointe du Lac.
– “El hombre invisible” (1897) de H.G. Wells. El personaje inmortal que anhela ser mortal es Griffin, el hombre invisible.
– “La historia interminable” (1979) de Michael Ende. El personaje inmortal que anhela ser mortal es Gmork, el lobo de la oscuridad.
– “La princesa prometida” (1973) de William Goldman. El personaje inmortal que anhela ser mortal es Fezzik, el gigante.
– “Los inmortales” (1992) de Michael P. Kube-McDowell. El personaje inmortal que anhela ser mortal es Connor MacLeod.
– “La leyenda del Santo Bebedor” (1939) de Joseph Roth. El personaje inmortal que anhela ser mortal es Andreas Kartak.
– “Las crónicas de Narnia: El sobrino del mago” (1955) de C.S. Lewis. El personaje inmortal que anhela ser mortal es Jadis, la bruja blanca.

La muerte pone en valor la vida. La inmortalidad pone en valor la muerte. La vida es una cárcel porque tenemos que morir sí o sí. La inmortalidad es una cárcel aun peor, porque no vamos a morir, y la muerte es la puerta que abre ambas cárceles. La inmortalidad, es una cárcel mayor que la vida.

El protagonista va a navegar un río lleno de cadáveres. Se atragantará con sus aguas. Hay mucho simbolismo en ese cauce. Un actante le dirá:

«Hágase usted mismo cargo de su vida, no se deje llevar por la corriente, que ya vio que la corriente solo lleva muertos».

Una reflexión que se lanza al protagonista. Pero, ¿no se está lanzando a Colombia como país? Llegar o no a esas conclusiones pertenece a cada lector. Esto hace de este libro una experiencia de lectura mayor: literatura.

Radiografía de un país atrabiliario y con esperanza

Si juzgamos Colombia a partir de este libro ¿qué vemos? Un país atrabiliario. Violento como pocos. Fijémonos en que el protagonista tiene la bendición de ser inmortal y la maldición de ser inmortal. Esto, es algo que en tu vida o en la mía no tendría trascendencia casi nunca. Lo serías sin más. Sin embargo, al protagonista de nuestra obra —anónimo—, le disparan, atropellan, lapidan o apalean, no menos de quince o veinte veces en un libro de menos de doscientas páginas. Esto nos da una medida de la oportunidad de vivir un suceso de violencia, teniendo en cuenta que estamos en una ficción, claro.

Pero también es una obra esperanzada. El protagonista siempre sale adelante. Emerge de la violencia y de la pobreza. Siempre sigue adelante.

¿Por qué no tiene nombre el protagonista? Porque el protagonista tal vez sea Colombia. Una nación inmortal —como el personaje—, que resurge a pesar de la corrupción, de la violencia, del narcotráfico y la pobreza, —como el personaje—. Una nación a la que a través del protagonista anónimo y narrador en primera persona, Sergio Álvarez, parece decirle: búscate, encuentra quién eres, descubre tu camino, abandona ya tus vicios y tus errores; mira dónde conduce la violencia y el abuso. Levántate y sé libre y próspera para que lo que amas, tus colombianos, quieran vivir en ti y permanecer contigo.

Conclusión:

Me parece una novela notable. Bien escrita y bien recogida —y con buen olfato— por la editorial Navona, que le ha dado un tratamiento agradable con un diseño evocador y expresivo.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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