«¿Fue él?» es una novela corta, o relato largo, de Stefan Zweig, donde el autor reflexiona acerca de los celos y el desplazamiento afectivo. Lo hace con ese estilo tan propio del genio austriaco: muestra el panel de sentimientos y emociones sin juzgarlo. Sin moralinas. Expone la conducta y deja que el lector haga su propia lectura y su reflexión personal.

¿Fue él?

Autor: Stefan Zweig
Título original: Buchmendel
Publicación: 1940 / Ed. 2010
Editorial: Acantilado
Colección: Cuadernos del Acantilado, 40
Traductor: Berta Vias Mahou
Páginas: 80
La historia se desarrolla en la campiña inglesa, donde un matrimonio mayor, la narradora y su esposo, viven en una casa aislada. Concretamente en Bath, un punto en alguna parte de la antigua ruta del carbón entre Cardiff y Londres. Bath, funciona aquí como una alegoría del propio matrimonio. Antigua ciudad de paso de mercancía, bulliciosa y viva, desde la llegada del ferrocarril queda apartada de toda actividad, y su famoso canal —Kenneth-Avon— luce ahora apacible, descatalogado y sereno. Como el matrimonio ya jubilado, con los hijos ya casados…
Pronto llegan nuevos vecinos, los Limpley, una joven pareja que también busca tranquilidad.
«Pero resultaba difícil de soportar por la manera sonora y ostentosa que tenía de ser permanentemente feliz. Sus pálidos ojos resplandecían siempre de satisfacción, por todo y por cada cosa en concreto.»
El entusiasta Limpley contrasta con la serenidad de sus vecinos. El temperamento de cada pareja es una parábola de sus momentos vitales.
Arrolladora y febril juventud, serena y cínica vejez.
Los matrimonios forjan una relación amistosa, y como no pueden tener hijos, los Limpley reciben de sus vecinos un cachorro de bulldog que se convierte casi en un hijo. Sin embargo, la llegada inesperada de un bebé desplaza al animal, que es cada vez más relegado. La narradora observa con inquietud la progresiva tensión entre el perro, ahora celoso, y el pequeño. Crece una inquietud palpable hasta que se produce una tragedia: el bebé muere en circunstancias extrañas.
La narradora, aunque carente de pruebas, está convencida de que el perro ha sido el asesino, pero la duda y el estremecimiento moral nunca se disipan del todo. Y esto no es un spoiler, porque es la primera frase del texto.
Técnica y estilo
Zweig utiliza una narradora en primera persona, lo que da un matiz subjetivo y casi confesional al relato. La prosa es sobria, elegante y muy depurada; se centra en la psicología de los personajes, los pequeños gestos y las impresiones casi imperceptibles. Hay un ritmo contenido, casi musical, que va incrementando la tensión psicológica sin grandes sobresaltos exteriores. El uso del suspense psicológico es magistral: la intriga nunca se resuelve del todo y deja al lector en una incertidumbre deliberada. Sí, Zweig quiso que el lector imaginara lo que allí sucedió, desde su percepción. Esto le da a la lectura una profundidad enorme, pues permite miles de lecturas: tantas como lectores tenga la obra.
Zweig apuesta además por un humanismo comprensivo, pues evita juicios morales tajantes y deja que sea el lector quien valore la conducta de los personajes.
Intención y mensaje del subtexto
En el subtexto de la obra subyace una profunda reflexión sobre los celos y el sentimiento de desplazamiento, así como sobre la fragilidad de las emociones humanas.
El relato sugiere que el exceso de afecto (como el del Sr. Limpley por su esposa y, más tarde, hacia el hijo) puede volverse asfixiante, y que incluso los actos más inocentes pueden arrastrar a la tragedia a quienes se sienten excluidos del afecto. Las pasiones desmedidas no son aconsejables, aunque nazcan del cariño.
La intención de Zweig no es solo inquietar, sino deslizar la idea de que la maldad o la violencia pueden surgir de sentimientos heridos, incluso en los seres supuestamente más nobles o inocentes (como el propio perro).
«Jamás, antes de conocer a Limpley, habíamos visto nosotros, gente mayor, que virtudes tan justas como la bondad, la cordialidad, la franqueza y la afectuosidad, por culpa de un estridente exceso, pudieran llevarle a uno a la desesperación»
Hasta en lo bueno, mesura. Ese parece ser el consejo de este texto parenético que propone Zweig.
El texto también incita a la duda, al juicio subjetivo, y plantea cómo las pasiones y el dolor pueden nublar la claridad moral, haciendo que la verdad resulte inaprensible.
Hay un matiz que me ha encantado. El perro, se siente como un príncipe destronado —buena novela de Delibes, por cierto— cuando llega el bebé. En la confusión del animal, la narradora, de edad avanzada, le dice:
«Mi pobre Ponto, tu tiempo ha pasado. Tendrás que acostumbrarte, como tenemos que hacerlo nosotros, a muchas cosas. Y cosas malas.»
Dejar sitio al siguiente. Aceptar nuestro tiempo y el de los demás. Dar a cada uno su momento, su protagonismo. Ceder el espacio que siempre ha sido propio. El matrimonio anciano tuvo su tiempo: su esplendor, su vitalidad, su ilusión… ahora es el tiempo de Limpley. Como al perro, también les está costando aceptar que ahora esa energía y vitalidad está en otras venas. Eso es lo que les resulta tan irritante, no el propio Limpley. Como Ponto, el perro, ellos también se sienten desplazados, no por un amo, sino por la vida, que va reemplazando lo mejor y dejándolo en nuevas manos. De aceptar esa ley natural va este libro.
En suma, “¿Fue él?” muestra cómo, desde lo ordinario, pueden surgir pasiones oscuras, y cómo el sufrimiento, el desarraigo o los celos pueden conducir a consecuencias irreparables, con Zweig manteniendo un estilo contenido, elegante, y una mirada compasiva pero lúcida sobre las debilidades humanas.
Una lectura incómoda
Para amantes de los animales, esta obra les resultará insoportable. Para aquellos que consideran sangre de su sangre a su mascota, la pequeña novela se hará muy cuesta arriba.
Hay, además, cierta mirada sobre los celos. No los demoniza, tampoco los blanquea. Simplemente, los observa y los ve florecer, crecer, desde una de sus causas: el desplazamiento afectivo. Zweig ahonda en el dolor y el desamparo de quien es sustituido en los afectos; muestra que los celos no solo causan rabia o violencia, sino una orfandad dolorosa que humaniza al celoso, y deja en manos del lector el grado de compasión o juicio hacia el responsable. Así, la obra no retrata los celos como pura enfermedad o pecado, sino como una emoción universal que nace de la necesidad no satisfecha de ser el centro de atenciones.

Cuando alguien experimenta un desplazamiento afectivo y percibe que ha perdido su lugar central en las relaciones, surge una tensión emocional que puede transformarse en hostilidad y en actos destructivos, incluso si no hay voluntad consciente de hacer daño. Zweig ilustra que la celotipia no solo afecta el ánimo, sino que puede alterar la conducta hasta el extremo, y que los celos nacen del sufrimiento profundo de no sentirse elegido ni amado, lo que puede llevar a la tragedia aun en los vínculos más inocentes o íntimos.
Y queda el juicio de los espectadores. Los que presencian los celos y sus devastadores efectos. La necesidad de actuar antes de que sus efectos se manifiesten. En esta pieza, se evalúa la diligencia de los que acertadamente tienen la lucidez de detectar el comportamiento celotípico. Ese, tiene una responsabilidad.
De nuevo Zweig comprimiendo muchísimo en muy poco. Excelente.
- Editorial : ACANTILADO
- Fecha de publicación : 20 enero 2010
- Edición : N.º 1
- Idioma : Español
- Longitud de impresión : 80 páginas
- ISBN-10 : 8492649313
- ISBN-13 : 978-8492649310
- Peso del producto : 92 g
- Dimensiones : 12 x 0.9 x 18 cm