Marcel Proust.
1913
Marcel Proust, allá vamos. Estás entrando en una lectura que intimida al lector más prepotente. Un Rubicón literario.
Le precede una fama de hito en la historia. Me he preparado antes de leerlo. Tengo más o menos claro en qué barco estoy subiendo. Poca acción, mucho flujo de conciencia. Poca trama y mucho fondo.
Por el camino de Swann se va a una lectura difícil. Exigente. Celosa del lector, del que reclama la máxima concentración.
Es una indagación en el tiempo y en la memoria. La memoria consciente y la involuntaria. Ambas, su suma, definen nuestra identidad. Solo somos lo que recordamos que somos.

«Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido el querer evocarlo, e inútiles los afanes de nuestra inteligencia. Ocúltase fuera de sus dominios y de su alcance, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que los encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no lo encontremos nunca.»
Preliminares
Proust empezó a escribir esta novela en 1908. La publicó en 1913. Le exigió cinco años de su vida, solo esta primera novela. La serie completa comprende siete títulos: «Por el camino de Swann», «A la sombra de las muchachas en flor», «El mundo de Guermantes», «Sodoma y Gomorra», «La prisionera», «La fugitiva» y «El tiempo recobrado».
El último aparecería en 1927. Catorce años para completar esta obra escrita entre 1908 y 1922. Las tres últimas son póstumas.
Quién era Proust más allá del escritor
Burgués, judío, homosexual y enfermo. Proust lo tenía todo para ser repudiado en la Francia de la Belle Epoque.
Este libro que hoy comentamos fue autopublicado. Peregrinó las editoriales parisinas sin éxito, de modo que, publicarlo, sólo fue posible a expensas suyas.
Esa era la verdad tras la fachada de aquella nación alegre en un interbellum entre la guerra franco prusiana y la Primera Guerra Mundial. ¿Judío, homosexual y adinerado? Te lo publicas tú, chaval.
Proust sufrió sobre todo el clima general de antisemitismo y homofobia de la Tercera República, más que una cadena de persecuciones individuales claramente documentadas contra su persona. No es un tema relevante dentro de la novela. Las fuentes hablan de experiencias de hostilidad y estigmatización, pero los casos concretos a nivel biográfico son relativamente escasos y a menudo inferidos a partir de su obra y su correspondencia.
Contexto racial y antisemitismo
Proust era hijo de madre judía (Jeanne Weil) y padre católico, lo que lo situaba en una posición ambigua en una sociedad donde la identidad judía era fuertemente estigmatizada. Estudios recientes subrayan que su sensibilidad frente al antisemitismo se formó en este contexto familiar mixto, con rama paterna donde había actitudes antisemitas y una rama materna vinculada a instituciones judías.
La Francia de su juventud estuvo marcada por el caso Dreyfus (1894‑1906), que desató una ola masiva de propaganda y violencia verbal antijudía en la prensa y la opinión pública. Proust se comprometió públicamente como “dreyfusard”: asistió al juicio de Zola, firmó peticiones y defendió la causa de Dreyfus, y en ese contexto fue “señalado” como judío por sectores antisemitas, según testimonios recogidos por investigadores como Andreas Isenschmid.
Homosexualidad y clima social
En la Francia de finales del XIX y principios del XX los actos homosexuales masculinos ya no eran delito específico, pero estaban sujetos a vigilancia policial, cargos por “ofensa al pudor” y fuerte condena social. La homosexualidad se consideraba un “vicio” objeto de burla, patologización médica y ostracismo, algo que Proust mismo describe en términos de “oprobio” y exclusión en pasajes de su obra, tal como resume la investigadora Anne Simon.

Por el camino de Swann (En busca del tiempo perdido I)

Autor: Marcel Proust
Año: 1913
Editorial: Alianza Editorial
Traducción: Pedro Salinas
Proust era homosexual, pero no hay pruebas sólidas de que sufriera un proceso judicial o una campaña pública de difamación específica contra él por este motivo. Las fuentes académicas destacan más bien la necesidad de discreción, la vida afectiva parcialmente oculta y la utilización de la literatura (sobre todo en personajes y tramas homosexuales de À la recherche du temps perdu) como modo indirecto de tratar una condición socialmente estigmatizada.
Intersección judío/homosexual y en la obra
Diversos estudios sobre la cultura de la Belle Époque muestran cómo, en la imaginación social de la época, judíos y homosexuales eran asociados a menudo como “razas malditas” o grupos “desviados” frente a la norma nacional y sexual. Proust mismo, en su ficción, establece paralelos entre la condición judía y la homosexual, subrayando la experiencia compartida de secreto, marginación y sospecha.
Especialistas en su obra señalan que Proust transformó estas experiencias de discriminación estructural en materia literaria: el antisemitismo del caso Dreyfus y la homofobia del entorno burgués francés se integran en sus personajes y tramas como formas de violencia simbólica y social.
Más allá de estas dimensiones estructurales, las biografías estándar no documentan una larga serie de incidentes puntuales de agresión o exclusión personal claramente verificables, por lo que no se pueden detallar sin ir más allá de las fuentes fiables.
Por el camino de Swann ¿Censura?
En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, no fue objeto de censura directa en el sentido de prohibiciones gubernamentales o eclesiásticas formales, pero enfrentó ciertos desafíos relacionados con las normas sociales y morales de su época. Esto no podemos decirlo. Pero sí que tuvo censura social, la de su tiempo, la de la gente, atrapada en su propia opinión de las cosas.
La obra, publicada entre 1913 y 1927, aborda temas como la homosexualidad, los celos, la memoria, el deseo y las dinámicas de la alta sociedad francesa, temas que en su tiempo podían considerarse controvertidos. En particular, las descripciones de relaciones homosexuales, como las de los personajes de Charlus y Albertine, resultaron atrevidas para algunos lectores y críticos de la época. La Srta. Vinteuil también protagoniza una escena lésbica que en 1913 debía ser todo un escándalo. Era necesaria una dosis de valor importante para escribirla.
Cuando Proust buscó inicialmente publicar el primer volumen, Por el camino de Swann, varias editoriales rechazaron el manuscrito, posiblemente por su estilo denso y experimental, pero también por los temas tratados. Finalmente, fue publicado a cuenta del autor por la editorial Grasset. Más adelante, Gallimard asumió la publicación de los volúmenes siguientes.
Aunque no sufrió una censura explícita, algunas críticas contemporáneas desestimaron o atacaron la obra debido a su contenido y su estilo, que rompía con las convenciones narrativas tradicionales. Sin embargo, el tiempo consolidó a Proust como uno de los grandes innovadores de la literatura universal.
Cómo leer Por el camino de Swann. En busca del tiempo perdido
Concentración, paciencia, descanso. No es una novela para leer de una sentada. Tardas mucho más tiempo en pasar la página que en un libro actual, ni qué decir un bestseller. Esta novela tiene su propio ritmo, necesario para hilvanar una melodía sublime. Decía Kant que lo sublime lleva tiempo. Proust le dio la razón y todo el que lee este libro —con provecho— también.
Leer esta novela es un desafío. Es muy difícil no perder el hilo. El estilo de Proust al principio es muy inaccesible. Oraciones de siete u ocho líneas. Ideas que se enrollan en una voluta larga y abstrusa. Pero cuando te concentras, —la clave para leer este libro—, te das cuenta de que acabas de leer una reflexión brillante y sumamente estética sobre esta o aquella cuestión.
La novela exige, ya se ha dicho, un lector ultraconcentrado. No se puede leer de pasada, ni tranquilamente. No es un libro para leer en el autobús. Se necesita silencio, ausencia, vaciar la mente. No exagero. O la lees así o no te enteras. Si te imbuyes en ese estado, estás ante una novela que es oro puro.
Requiere paciencia. Los tiempos de lectura no son comparables a una novela de un autor convencional. ¿Sabes lo que es un page turner? Pues esto es justo lo contrario. Se avanza muy despacio. Muchas veces (por lo menos yo) tienes que volver sobre tus pasos para releer y entender lo que está diciendo el autor. Has leído una hora y te ha dado para 20 páginas. Cunde poco si lo comparas con un libro estándar. Es clave no leer con una previsión de cuándo lo vas a terminar. Tampoco lo debes leer con el interés del qué va a pasar después. Aquí la meta es el proceso, no el desenlace, como nos ha acostumbrado la literatura más cinematográfica que se produce hoy. Se requiere paciencia.
Ya he argumentado concentración y paciencia. Me queda descanso. Uno de los personajes de esta novela, el padre de Swann, ha enviudado. Es amigo del abuelo de Marcel, el narrador. En un momento dado, explica que en su viudedad añora a su mujer, y dice:
«¡Qué cosa tan rara! Pienso muy a menudo en mi pobre mujer; pero mucho, mucho de una vez no puedo pensar en ella.»
El bueno de Swann padre, la piensa muchas veces. Pero un poquito cada vez.
Pues así mismo se lee este libro. Tienes que ir dándole muchos sorbitos, pero de una tacada no te puedes meter cien páginas, y si lo haces con plena comprensión de lo que lees, eres un lector cuántico y tienes toda mi admiración.
Argumento de la novela
Es difícil hablar del argumento de esta novela. No por complejo, sino por irrelevante. Sí, se nos cuenta una historia, pero esta historia es lo de menos. Aquí lo mollar son las reflexiones, la exploración de los mecanismos de la memoria y cómo esa memoria —más que nuestro pasado— construye nuestra identidad. Porque nuestro pasado es aquello que, voluntariamente o no, podemos recordar.
Estilo único
Frases de 125 palabras de promedio (contadas a cala y cata aleatoria por un servidor). Otras, de muchas más. Una utilización del lengua figurado que está por encima de cualquiera otra cosa que hayas leído. Una capacidad extraordinaria para jugar con la metáfora y la comparación.
La lectura no es fácil. Exige una concentración enorme, —no puedo insistir más en esta idea sin caer en la tautología—, pero la experiencia estética que te da a cambio es harina de otro costal.
El trasfondo de lo que se lee y lo bien escrito que está. Eso es esta novela.

