Soma es la novela que ha publicado Emilio Díez en 2025 de la mano de VR Europa Editorial.
Empieza así:
«Aunque nunca ha matado, sabe cómo hacerlo. Ha crecido escuchando a su padre contar el modo en que despiezan animales en el matadero y, tras bucear durante semanas en Internet, conoce el mejor modo de hacerlo con seres humanos.»
La novela comienza con un doble parricidio. Y de inmediato pasa a presentar a Arregui. Es un corresponsal de guerra en Jersón en horas bajas tras dejar su periódico —y Occidente— de interesarse por la suerte de los ucranianos, circunstancia convenientemente aprovechada por el autor para hacer crítica de ese ensimismamiento eurocéntrico.
«—Ya no soy reportero —precisó Arregui—. Las guerras no interesan desde que es imposible decidir quién es el ganador»
Soma. Emilio Díez. Pág.24 Editorial VR Europa
De paso, también es venia para poner en claro la deriva mercenaria, mileurista y mercantilista en que ha derivado la labor del periodista promedio. Es un hombre de cincuenta años, —con un ojo ya en el plan de pensiones— en un mercado hostil, que busca carne joven sin bocas que alimentar y a la que pueda contentar con unos pocos y exangües euros.

En este mundo morboso, donde interesa el clic más que la relevancia de la noticia ¿qué necesita un periodista? Cruzarse con una noticia que genere atracción. Engagement decimos en el argot. Y el bueno de Arregui se cruza con un tipo que salta desde una azotea en pleno centro de Madrid y se estampa contra la acera.
Arregui empieza a tirar del hilo.
La novela tiene otro arco narrativo: Aisha. Ginecóloga. Mujer hecha a sí misma. Española hija de migrantes libaneses. Es la hermana del parricida que conocimos en la primera página. El mismo día que se entera de que está embarazada, le dicen que a sus padres los han matado. Aisha estaba muy distanciada de ellos. Era dueña de sus pasos y el entorno social y familiar no siempre tolera eso. Su realidad es la soledad y la desvinculación. Estando en el trabajo se presenta un inspector de homicidios: tus padres están muertos, se los ha cargado Hamid, tu hermano.
Así, tal cual.
Paradójicamente, en los hospitales no se usa ninguna anestesia para dar las malas noticias, pero esto ya es cosa mía. Sigamos adelante.
Hamid es el hermano de Aisha. Es español, ha nacido en España. Tan español como Manolete, Cervantes o Lamine Yamal. Pero con Hamid, Díez explora la realidad del migrante de segunda generación, que no es migrante sino hijo de inmigrantes. No son del país de sus padres y en algunos casos no se sienten plenamente integrados en el país de nacimiento, porque siempre puede haber algunos imbéciles que quieran apartarlos por distintas condiciones. Y ahí, en el aislamiento, se vuelven vulnerables a ideas identitarias de todo tipo.
Para rizar el rizo, una pareja aparece muerta en una laguna soriana. Arregui, a la caza de una noticia que le redima profesionalmente, sospecha que allí puede haber algo más y se desplaza a investigar. Pronto encuentra demasiados indicios de que allí se ha producido un suicidio. Y de nuevo, encuentra el mismo patrón: personas desvinculadas. Aisladas. Es el rasgo común a las muertes que va planteando el libro.
El parricida, el tipo que salta de una azotea en Madrid; la pareja que salta de un risco en la sierra soriana… ya tenemos tres arcos narrativos aparentemente inconexos.
Un thriller, como mandan los cánones, tiene que saber aunarlos en una solución final.
¿Pasará esto en Soma?
Y a todo esto, te estarás preguntando: ¿qué es Soma? Pues Soma es, ni más ni menos que… ¡noooo! Eso no te lo digo ni de coña. Te tienes que leer tú la novela, que además es una novela amena e interesante que se lee muy tranquilamente en tres sentadas.
Soma es una novela para leer con facilidad, pero no exenta de trasfondo.
En Soma hay una idea convocante, común a todas las tramas que plantea y que late debajo de toda la acción:

La soledad como mal y expresión de nuestro tiempo.
La soledad nos hace manipulables. El ser humano es un animal gregario, necesita estar en comunidad. La soledad le es ajena. Necesita tejer vínculos. El solitario, normalmente, va a tener el deseo de ser aceptado, acompañado, integrado... y si sabemos manejar esa ansiedad, podemos manipular su deseo. En esa encrucijada está esta novela. El título, Soma, no puede ser más acertado. En la distopía de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, soma es el nombre del fármaco que se suministraba a la población para idiotizarla y someterla a base de entregarle un sucedáneo espurio de lo que buscaban: felicidad. En esta novela se revisa la idea de Huxley. Se sustituye el fármaco por algo más de nuestro tiempo. Ahí es donde te eriza, te toca la fibra y te hace sentir amenazado.
El aislamiento de muchas personas en nuestra sociedad. La ausencia de conexiones con otros seres humanos en una sociedad que cada vez más dificulta tener vínculos sólidos, estables y duraderos. Díez acierta al poner el foco sobre esta realidad que es expresión de nuestro tiempo. Según el INE (Instituto Nacional de Estadística de España) solo en España tenemos cinco millones de personas viviendo solas. No todas son ancianas, ni mucho menos. La mitad tiene más de 65 años y la otra mitad no alcanza esa edad. Casi el 20% de los hogares en España son unipersonales.
Lo que Soma nos cuenta no es este dato, que ya conocemos, sino que va más allá. Nos dice que todas esas personas solitarias y desarraigadas son vulnerables, y algunas pueden volverse peligrosas por hallarse alienadas respecto de la sociedad.
La soledad de millones de personas es un grave problema de nuestra sociedad. Esto está en el corazón de esta novela.
Esas personas solitarias, en los márgenes, no están, sin embargo, exentas de las mismas necesidades humanas: afecto, comunidad, integración, manada. Al contrario, están privadas de ellas y las buscan con ansiedad. Quien conoce esta realidad, puede manipular a estas personas, aprovecharse de su necesidad en beneficio propio. Y las nuevas tecnologías amplifican las posibilidades de alcance de estos malintencionados caudillos.
Por tanto, un thriller que no está vacío de análisis social: hay mucha gente sola en nuestra sociedad, cuya soledad los vuelve manejables. Hay gente dispuesta a aprovecharse de su desesperación. Internet multiplica las oportunidades de estos manipuladores.
Un poco antes dije que la idea convocante de esta obra es la soledad. Me reafirmo. Emilio Díez ha construido un thriller que se lee a buen ritmo —no tan tenso, tan vertiginoso o tan hiperactivo como otros de reciente cuño—, pero sí tal vez con más trasfondo. Es una reflexión intensa sobre la soledad. He dicho —quizás demasiadas veces ya—, que la soledad es el hilo conector de todas las víctimas o arcos narrativos de esta novela. Pero es que también está detrás de la persona manipuladora. Y con esto no revelo nada de la trama. Sí incido en que según esta novela, la soledad no trae nada bueno, nos convierte en víctimas o en verdugos, pero no pasa de largo sin deformarnos.
Disfrutemos, pues de una novela entretenida y divertida, pero no renunciemos a hacer también esa lectura profunda. Reflexionemos sobre la soledad en nuestra sociedad, porque es uno de nuestros mayores problemas.
Buena novela.