- El tiempo vencido
- Leopoldo Salinas
- 2024
- Espasa
- 506 páginas
Mallorca. Año 1919. A la isla llegan Felipe Neudorf y Cosimo Quadra. Ambos han combatido en bandos enemigos en la IGM y han trabado amistad. Felipe es hijo bastardo de un duque austriaco que se deshizo de madre e hijo y los mandó a vivir a Mallorca donde lo crió su amigo Mateo de Babenburg, muerto en la batalla de Vittorio Veneto.
Pero el regreso a Mallorca no sale como Felipe espera. Encuentra una recepción hostil. Mallorca no le quiere bien. El motivo es que Mateo de Babenburg es considerado responsable de un crimen acontecido años atrás, y Felipe, como su ahijado, es considerado un apestado.
Hereda la casa de Mateo de Babenburg, pero se la incendian; es destinatario de unas cartas que le roban de la notaría y para colmo, sabe de un crimen ocurrido en 1914, del que acusan a Mateo: el asesinato de Catalina Horrach, prometida de un conde y hermana de un rico empresario.
Pronto, Felipe entiende que ese crimen es causa de todo. De la inhospitalidad que ha encontrado y de los problemas que están aconteciendo a su llegada. El protagonista alberga dudas de que Mateo fuera un asesino, y comienza a investigar, porque necesita probar su inocencia. Ante esta realidad de la que ha tomado conciencia, Felipe y Cosimo se ponen a investigar qué sucedió. Ni bien han comenzado, descubren que hay elementos turbios tras todo ese crimen: un matrimonio de conveniencia; una mujer fuerte que se niega a ser mercadeada; un hermano adinerado, un apellido ilustre arruinado.
Y la isla no les pondrá fácil averiguar la verdad. Sus pesquisas estarán obstaculizadas por muchas dificultades, siempre hostiles y a veces violentas.
Hay algo enterrado en aquel crimen. Algo que no quieren que salga a la luz. Para Felipe, descubrirlo responde a una necesidad imperiosa: restaurar el honor de Babenburg —su padrino— y poder hacer efectiva su residencia en Mallorca, pues es un soldado vencido que sólo ha escapado de la muerte por la misericordia del magnánimo Cosimo al que debe su vida.
Mallorca será un reencuentro con la muerte. Con la injusticia de una sociedad gobernada por un caciquismo crónico. Con un catálogo de pecados humanos: envidia, codicia, ira, odio, rechazo, desprecio, habladurías, injurias y secretos. Pero también será el reencuentro con Carmen, la mujer a la que abandonó para ir a la Guerra.
La clave de la trama es reconstruir un crimen. El protagonista lo necesita para poder establecerse en Mallorca. Perdida la guerra, es poco menos que un apátrida, un botín extraviado al vencedor. Además, resolver qué pasó es imprescindible para ser aceptado en la isla de su crianza que ahora le es hostil, por considerarlo hijo de la ignominia.
El lector va a disfrutar de este trayecto. A medida que se indaga en el crimen de Catalina Horrach todo parece extraño: una reclusión en un sanatorio; la investigación del crimen la hicieron los carabineros del puesto fronterizo en vez de la Guardia Civil, que era quien tenía jurisdicción al caso; testigos que no quieren hablar y que cuando se disponen a hacerlo aparecen muertos. Y cada intento de aproximarse a la verdad está asaltado por una enorme violencia que protege el secreto.
Una trama tensa y llena de intriga. Con varios arcos narrativos que convergen en una solución final a la que se llega tras varios juegos deductivos, algunos de ellos realmente brillantes.
Estilo
Ritmo ágil, que no vertiginoso. Esto no es un thriller, sino más bien una novela de suspense. Capítulos no muy extensos, pero tampoco breves. Acción contenida, sin prisa pero sin pausa. Una novela que se lee muy fácil y que atrapa.
Conservadora en cuanto a la propuesta narratológica. La forma de contarlo es convencional: narrador omnisciente. Capítulos moderadamente breves, frases eficaces, sin grandes artificios, acaso alguna licencia en la descripción ambiental.
Cada capítulo lo antecede un diálogo entre Neudorf y Babenburg. Así, el diálogo completo lo vas juntando por entregas, con cada capítulo, una frase más. Esto mezcla el pasado (1914) con el presente narrativo (1919). Le da un toque diferente y permite ir conociendo el pasado de manera no que no genere un anticlímax a la narración. Salvo esto, la propuesta es bastante convencional y sirve muy bien al propósito: contar la historia.
Un libro marinero
“El tiempo vencido” es un libro mallorquín. Sucede en Mallorca, pero la isla no es un telón de fondo. Su orografía es motivo de leyendas y enigmas; su vida marinera da vida a algunos de los arcos narrativos que vamos a recorrer.
Leopoldo Salinas consigue algunas imágenes literarias muy potentes. Algunas, no habrían sido posibles en escenarios distintos a la isla. Por ejemplo en el capítulo 21, se presenta una escena náutica que está muy bien resuelta en cuanto a tensión narrativa y a evocación literaria. Si en el ámbito técnico tuviera alguna falla, —no lo parece—, no será reconocible a nadie que no tenga un pedigrí marinante notable, lo cual desde luego no es mi caso. Sin embargo, el lector de toda condición, será capaz de imaginar la escena perfectamente, el mar embravecido, la tensión de los personajes, el miedo, la creciente violencia del mar… y todo ello le hará sentir inquieto, desasosegado, como si él mismo navegara en ese bote amenzado. Eso es literatura, por encima de todo, la capacidad de evocar imágenes en la mente del lector, y Salinas lo logra.
Los personajes
Los personajes principales son Felipe y Cosimo. Dos combatientes cuyo carácter —muy diferente— está marcado por el horror que acaban de vivir.
Felipe es astuto. Valiente, un tanto inclinado a la violencia, más por inercia de la guerra padecida que por su propia naturaleza.
Cosimo es un personaje un tanto tópico. Atrabiliario —este sí de casta—, impulsivo y fiel escudero. También es enamoradizo, sensible y empático. Es un personaje que se mueve en una dualidad moral: íntegro, pero asesino. Enamoradizo y desconfiado. Fiel a sus amigos pero también traicionero. Íntegro y mentiroso. Un ser humano. Poliédrico.
Carmen, la mujer que dejó atrás Felipe por la guerra. Moderna, vital. Una chica que no le guarda rencor, tras haber sido abandonada.
Babenburg. Una sombra del pasado. Aparece por referencias de otros personajes y también en una entradilla antes de cada capítulo. Personaje casi siempre gnómico, con sentencias de carácter parenético y aforismático. Es una sombra, más que un personaje, pero deja píldoras de sabiduría en cada aparición, tales como:
«No escuches para responder. Escucha para entender».
Parénesis
La obra aporta elementos parenéticos realmente buenos. Por boca del personaje de Mateo de Babenburg, —siempre aludido y nunca actor de facto—, únicamente le escuchamos al comienzo de cada capítulo. Aquí ejerce su magisterio sobre el protagonista, Felipe Neudorf y le regala enseñanzas y consejos que son excelentes. La novela tiene varias frases de las que merecen ser anotadas, rescatadas para el recuerdo, o —caso de los sacrílegos— subrayada en el libro con rotulador de colores. Por ejemplo:
«Mueve más una mentira firme que una verdad pensativa» o «No escuches para responder, escucha para entender» y tantas otras píldoras de sabiduría que el autor ha diseminado en el texto, elevando el nivel literario de la propuesta sin caer en el defecto de muchas novelas que por querer irse a filosófica, se vuelven abstrusas.
Cierto es que lo de carácter gnómico resulta poco novedoso. Son sentencias en su mayor parte estoicas, tan populares actualmente en las redes sociales, pero no por ello menos valiosas.
Lo mejor de la novela
Para mí, lo mejor para mí. Creo que lo más valioso de esta novela es cómo capta y expresa el autor el alma humana después de la guerra ¿Qué efecto tiene en el alma humana una exposición prolongada al máximo grado de crueldad y violencia? ¿Se puede domesticar el asesinato bajo la disculpa de la guerra? ¿Qué tipo de persona queda después de sobrevivir al horror de la guerra y haber perpetrado por su propia mano parte de ese horror?
En la página 217 se lee:
—No sobreviven los más fuertes-declaró con melancolía, pensando en los Extraviados. Sobreviven los que aprenden a reconciliarse consigo mismos.
Su compañero soltó una carcajada corta y amarga.
—¿Los que saben por qué matan? —preguntó el italiano.
O por quién, se dijo Neudorf.
—Algo así —concedió—. Hay que romperse para saber de qué estás hecho.
Es una novela rendida a la resolución del misterio. Pero también es una obra que quiere mirar más allá y hacer pensar al lector sobre el horror de la condición humana y la única salida: endurecer el corazón, que no es su estado natural. Por eso, los protagonistas son seres en conflicto.
Muy buena premisa y muy bien trabajada.
¿Novela negra?
Para mí, sí. Encuentro en ella elementos que así me hacen pensar y catalogarla. Ciertos rasgos distintivos que la separan de otros subgéneros de la narrativa criminal o detectivesca:
Ambiente oscuro y pesimista: El tono general de la novela negra es sombrío, cínico y pesimista. El entorno donde se desarrolla la historia es a menudo un reflejo de la corrupción y decadencia moral de la sociedad.
Crítica social: incluye una crítica a las estructuras de poder, como la corrupción en las fuerzas policiales, el sistema judicial o el gobierno. Se exploran temas como la desigualdad, la injusticia y la hipocresía social.
Personajes moralmente ambiguos: Los protagonistas suelen ser antihéroes o personajes con una moral ambigua. Pueden ser detectives, policías, periodistas o incluso delincuentes que no se ajustan a las normas tradicionales del bien y el mal. Sorprende en la novela que los carabineros detienen a un compañero por un crimen, pero colaboran sin empacho con el protagonista, que se toma la justicia por su mano y va matando gente de cinco en cinco sin que nadie se plantee meterlo en la cárcel.
Violencia y criminalidad: La presencia de crímenes graves, como asesinatos, corrupción, y otros actos violentos, es común en la novela. La violencia suele ser gráfica y realista, sin romanticismo.
Trama compleja y enrevesada: intrincada, con numerosos giros argumentales, engaños y revelaciones, dejando un sentimiento de incertidumbre.
Realismo crudo: como buena novela negra tiende a evitar idealizaciones y presenta un mundo realista, a menudo crudo y brutal.
Exploración de la psicología humana: Se profundiza en las motivaciones internas de los personajes, mostrando su lado oscuro, sus miedos, deseos y conflictos internos. La psicología juega un papel clave en la comprensión de sus acciones.
Todos estos ingredientes, me llevan a hablar de Novela Negra.
Trasfondo
Se ve muy bien la sociedad de su tiempo. Una España atrasada al mundo europeo que se movía entre guerras colonialistas. España seguía decimonónica toda ella. Las gentes vivían temerosas del qué dirán, sometidas a la veleidad del cacique, sumisas al que paga, con una fe acrítica que elevaba al altar a hombres que no siempre reflejaban a Cristo, pues ser sacerdote traía poder antes que servicio.
En esa España, sin embargo, vivían gentes como tú. Como yo. Como siempre. El Ser Humano fue siempre el mismo. Cambia la circunstancia, el tiempo, el desarrollo. Pero el Ser Humano de ayer y hoy anhelaba las mismas cosas. Esto lo refleja muy bien Leopoldo Salinas, o así me lo parece a mí. Felipe Neudorf era un joven que vivía en Mallorca, tenía una novia, Carmen. Como cualquier joven, disfrutaba de la compañía de su pareja y tenían planes juntos. Esos planes los detiene abruptamente la Guerra.
La guerra es ese combate que libra la buena gente. En la guerra, los que combaten no tienen nada contra el adversario. Están allí porque otros, que no van a la guerra, han decidido comenzar esa carnicería y les han convencido de que también es su batalla. Siempre ha sido así.
«Éramos la rabia que nos obligaron a sentir» (pág 351)
«—Las guerras las empiezan los burócratas inútiles, políticos y generales, henchidos de patriotismo o de avaricia —suspiró—. Pero es el hombre de a pie quien las sostiene.»
Quienes ostentan poder frenan la vida de los que no.
Y esto también sucede sin guerras. En el cotidiano de nuestras vidas. El abuso es consuetudinario.
Presenta la guerra más allá de la muerte. Por supuesto, la guerra destruye la existencia de quienes en ella pierden la vida. Pero también, la guerra victimiza a quienes la sobreviven: destruye sus familias, sus ciudades, sus trabajos, sus viviendas, su situación personal, su contexto… y deja millones de personas errantes, tratando de encontrar una nueva manera de inventar su vida, pues tal vez lo han perdido todo y como han sobrevivido, ni siquiera sienten el derecho de queja, dada la inmensa fortuna que tienen de seguir vivos.
Hay otra lectura de fondo. El mal está dentro de las personas. No necesitamos guerras o grandes conflictos para destrozar la vida del prójimo. Nos sirve a ese propósito la calumnia, la violencia uno a uno; la cosificación de los demás; el abuso de poder, el latrocinio… Podríamos decir que esta novela nos presenta muy bien de esas pequeñas guerras a baja escala, las del día a día, en las que la crueldad y la animosidad es exactamente la misma que en las grandes guerras, únicamente cambia la potencia del armamento. Es más, a veces, una difamación, una injuria o una calumnia pueden herir más que una bala.
España, «Por donde cruza errante la sombra de Caín» dijo Machado. Este elemento fratricida, ese odio cosido a base de envidia y negación del otro, late en las páginas de esta historia.
Acabo con la pregunta de fondo que me ha rondado: ¿por qué esa obsesión de Felipe Neudorf por esclarecer la muerte de una mujer que ni siquiera conoció? ¿Por qué ese afán de proteger el nombre de un hombre ya difunto que no puede sufrir por mucho que lo calumnien? Porque honrar a nuestros muertos, procurarles la buena fama, es el mejor entierro que les podemos dar. Especialmente si no pudimos procurarles una sepultura. El mejor obituario es una honra que nos pervive.
No es un spoiler: al final, casi todos los crímenes son iguales. No en su contenido, pero sí en su forma. No es culpa, ni mala mano de los escritores. Es la condición humana. Compartimos pasiones, ambiciones, anhelos y pecados, por eso nuestros crímenes, más o menos —y salvo verdaderos psicópatas—, siguen un patrón.
Buena novela.