El jardinero y la muerte. Una de mis mejores lecturas de 2025. Gospodínov nos comparte sus apuntes durante los últimos días de vida de su padre. Su legado, su deterioro, su conciencia de finitud, su manera de encarar el sufrimiento… Una pieza que es a la vez autoficcional —es la historia del propio autor— y elegíaca, pues es una oda a la muerte de su padre.
He recordado aquella frase de Charles Bukowski: un intelectual dice algo simple de una manera complicada, mientras que un artista dice algo complicado de una manera simple.
Eso es esta obra autoficcional. Un ejercicio sublime a la hora de contar con palabras que todos entenderemos, un estadio de la vida que a todos nos deja sin palabras.
Una novela que recuerda bastante a la de No he salido de mi noche de la Premio Nobel francesa Annie Ernaux. Con diferencias, claro, pero con muchos conectores entre ambas.
Si quieres leer un libro contundente, existencial y profundo que a la vez sea ligero y accesible en lo literario, no puedes dejar pasar esta joya.
Sinopsis:
La novela se sumerge en una historia íntima y conmovedora sobre un hijo —el propio autor— y su padre, un jardinero que, a medida que su vida se apaga por la enfermedad, revive sus recuerdos de la infancia y sus vivencias en el jardín. El autor hilvana una reflexión sobre el paso del tiempo, el duelo y la inevitable despedida, explorando la relación entre la memoria, la naturaleza y la ausencia de aquellos que nos formaron.

El jardinero y la muerte

Autor: Gueorgui Gospodínov
Título original: Gradinarqt i smurtta
Traducción: María Vútova (del búlgaro)
Editorial: Impedimenta
Año: 2025 (publicado originalmente en 2024)
El jardinero y la muerte reseña
Gospodínov publicó esta novela en 2024. En mayo de 2025, Impedimenta ya la sirve en español bajo traducción de María Vútova.
Bonito libro en rústica. El clásico diseño de la editorial de la I en el cuadrito rojo. Parece pintada a pincel sobre un papel verjurado. Abrazada por una faja llamativa que nos quiere dar en los ojos con toda suerte de elogios a la novela.
The New Yorker, Marta Rebón (de quien he leído algunas traducciones como El jugador, El Maestro y Margarita, Confesiones… todas para Editorial Navona)… pero una llama poderosamente mi atención:
«Gospodínov es un Proust venido del Este»
La Repubblica.
¿Un Proust? Guau. Juegan fuerte. Llama mi atención porque esas hipérboles, si las emplean las editoriales, suenan a excitación comercial. Pero es un periódico quien lo ha dicho. Cierto, me dirás que los textos periodísticos se han vendido al clicbait y pueden ser tan interesados como el peor folleto comercial. Llámame antiguo, pero yo sigo creyendo en la independencia del lector.
A mí me suena más a Annie Ernaux. Una Annie Ernaux venida del Este, por decirlo con el medio italiano. Lo veo muy en la línea de la autora normanda. Literatura del yo, autoficción, o como acuñó Dragó: literatura egográfica.
Una moda en boga. Un estilo narrativo que se lleva premios importantes en los últimos años. La ficción basada en la propia historia vital del autor parece decirnos:
Se busca Nobel. Razón aquí.
Resulta curioso. Hasta las novelas más gafapasta ya han hincado la rodilla ante la evidencia: no hay que aburrir al lector. Hay que atraparlo desde el principio:
«Mi padre era jardinero. Ahora es jardín.»
Desde ese potente arranque nos cuenta su historia. Los últimos meses de vida de su padre. Lo interesante no está en lo que va sucediendo —que es perfectamente imaginable— sino en lo que Gospodínov reflexiona al respecto.
El paso del tiempo. La humillación final que acompaña al ocaso de la carne. La culpa de saberse una carga. La vergüenza. Aquel padre que demanda más atención, más compañía; aquel hijo que no oye, o que oyendo, no escucha, o que escuchando, no quiere escuchar.
Gospodínov te lleva a un jardín muy agradable. Un libro con olor a premios. Una literatura de la que gusta a la crítica más premium. Pero Gueorgui Gospodínov no es un escritor oculto tras enormes subordinaciones. No te pide un esfuerzo de concentración y volver atrás porque te perdiste. Sabe ser profundo sin aburrir. Sin extenderse. Sin exordios ni digresiones imperdonables. ¿Es menos literato quien es claro y directo? ¿Es necesario aburrir a las cabras para parecer más intelectual?

Alonso Cueto, el escritor peruano, dijo en una entrevista:
«En la literatura actual, el aburrimiento tiene mucho prestigio. Hay que acabar con eso».
Alguien te ha escuchado. Capítulos cortos. Prosa con ritmo. Frases directas. Lenguaje coloquial. ¡Caramba, se parece mucho a Ernaux! Perdóname si me repito.
La muerte activa la vida. Cuando muere el progenitor, el hijo activa su memoria voluntaria e involuntaria —guiño a Proust—. Es tiempo de recordar. La muerte activa los recuerdos. Hace «girar el ruginoso mecanismo del recuerdo».
Sobre la memoria, hace una afirmación interesante. Dice Gospodínov que la memoria desempolva ese recuerdo que aparece borroso, y cuando no puede, lo rellena con imaginación. ¿Con imaginación? ¿Es recuerdo si es imaginado? No podemos fiarnos de nuestra memoria, nos dice el autor. Se muere como nosotros mismos. Tal vez incluso antes que nosotros. Tus padres sí recuerdan tu infancia. Por tanto, cuando se mueren tus padres, muere la parte más fidedigna del recuerdo de tu infancia.
Muere una parte de ti cuando mueren tus padres. Como en la infancia, al pensar sobre la muerte de los padres temes por ellos tanto como por ti.
¿Y después qué? Después el recuerdo. La presencia que se siente casi más constante que cuando estaban vivos. El recuerdo, de nuevo, es pretendido o furtivo. Y aquí no se disimula el afecto al genio francés:
«A veces su aparición (se refiere al recuerdo de su padre) es a la Proust, a través de un aroma o un sabor específicos»
Tal vez Marcel ya es un lugar común. Pareciera que escribir una buena obra sobre el paso del tiempo, la memoria… sin referir a Proust es imposible.
Pero este libro no es un paseo por el parque. No es una visita plácida al boulevard de los clásicos de la literatura. Sus páginas son duras, realistas, concretas. La muerte está desnuda. Mejor dicho, se la desnuda a base de diagnósticos, de pruebas, de epicrisis.
Nada en la sobreabundancia de tecnicismos médicos. Palabras técnicas ininteligibles.
«Hasta ahora sabía que el latín era una lengua muerta.
Ahora sé que es la lengua de la muerte.
La muerte habla latín»
Estilísticamente hay mucha belleza literaria. Esto es, lo mismo que se cuenta —con eficacia y economía léxica agradables— se puede contar de forma más administrativa, burocrática, de trámite. Gospodínov lo hace con unos párrafos que por momentos son brillantes. Estéticos, emocionalmente rítmicos. Con metáforas constantes y nuevas.
La edición de Impedimenta me gusta. La traducción (no tengo otras para comparar, no sé una palabra de búlgaro y no tengo una edición en búlgaro) me parece muy aseada. Me resulta un español muy bien resuelto, natural. Imagino que tan actual como el búlgaro original y actual del autor. Nada que apuntar. Es una editorial seria, que trabaja bien y que tiene un catálogo que me parece muy bien escogido.
La obra viene con notas a pie de página. Anotaciones alusivas a folclore búlgaro, a cocina, etc. Las encuentro muy útiles. Probablemente sea la primera pieza búlgara que leo. Si no estás familiarizado con la cultura tracia, las aclaraciones amplifican la comprensión del texto y con ella su disfrute. Se saludan y bien ponderan.
Gospodínov no tiene la menor nostalgia soviética. Siempre habla de un país a peor, de trenes lentos como camellos. Nunca refiere esa parte de la historia con aprecio por el superyó de aquella época:
«A los niños del socialismo se nos quería sin grandes alardes, nos consideraban unos mocosos pesados que tenían que saber cuál era su sitio»
Su padre, protagonista, entre muchas afirmaciones dirá:
Nosotros aquí somos felices solo porque no sabemos lo infelices que somos. Por supuesto, aquella fue una declaración política en toda regla. Ese aislamiento, ese otro mundo que nos era negado, aunque solo fuera como base de comparación, precisamente contribuía a nuestra «felicidad».
Encontrar la filosofía diluida en el compás cotidiano. Examinar la existencia humana sin alambicar el texto, sin hacerlo abstruso ni oculto. Eso late en este libro: reflexiones ontológicas que no escapan a lo mundano.
No hay texto dialógico. El narrador no cede la voz en ningún momento. Es un libro construido desde sus recuerdos. Cuando alguno de los personajes interviene, es Gospodínov quien cita sus palabras en estilo indirecto. Sin embargo, la narración fluye con agilidad. No se hace densa ni siquiera si consideramos su manifiesto ánimo filosófico.
Un texto frente al que es imposible no sentirse interpelado. Tanto como testigo de muertes afectivamente cercanas, como en primera persona:
«¿Intuía (su padre) que aquel iba a ser un viaje solo de ida? ¿Se nos otorga algún tipo de señal o, por el contrario, se nos concede el indulto de la ignorancia?
La muerte. Inevitable para tus familiares. En último término, también inevitable para ti.
Un libro para quienes gustan de obras existenciales. Dice Gospodínov que es difícil de clasificar: «novela elegíaca, una novela-memoria o una novela-jardín.
Yo diría que es un paseo por la vida. Un retrato familiar que puede extrapolarse a casi cualquier familia. Una novela universal cuyo tema central no es tanto la muerte como lo que le permitimos ser en nuestra vida. Para mí, una magnífica obra que debe leerse y un autor que no será raro ver en las cotas más altas, como la Ernaux a la que tanto me ha recordado.
No sé si será un Proust venido del Este. Yo creo que tiene su propia esencia. Consigue lo que en el epílogo se ha propuesto: un libro trascendental y liviano. Uno que no deja indiferente. Tan bueno que te se quedas contigo, impermeable al olvido, aunque pase el tiempo y lo único que nos quede sea el olvido de un cerezo que sigue dando fruto cuando ya nos hayamos ido.
Menciones y alusiones a otras obras literarias
- Fausto (Goëthe)
- Ilíada (Homero)
- Por el camino de Swann (Marcel Proust)
- Las mil y una noches
- La enfermedad y sus metáforas (Susan Sontag)
- Carta a Meneceo (Epicuro)
- La montaña mágica (Thomas Mann)
- Odisea (Homero)
- Poesía completa. (Dylan Thomas)
- Cartas de un estoico (Séneca)
- Carta al padre (Franz Kafka)
- Cuarenta poemas W.H. Auden.
- Sonetos (Petrarca)
- Ensayos (Montaigne)
- Los demonios (Dostoievski)
- Cándido (Voltaire)
Simbolismo
Es un libro de enorme potencia simbólica. Es una metáfora de doscientas veinte páginas. Una novela excelente.
El jardín son los hijos.
«El jardín y él se fundían en uno, él no lo dejaba, pero tampoco el jardín iba a soltarlo ya. Había una extraña condena, un trato faustiano entre ellos. Podría llegar a ser funesto ese jardín. Me lo imaginaba succionándole las fuerzas poco a poco, alimentando sus frutos y sus rosas con él: cuanto más enrojecían las cerezas, los tulipanes y los tomates, más palidecía él.»
El huerto de cada hombre son sus hijos. Son el fruto de su vida. El padre da la vida por sus hijos. Estos crecen sobre su trabajo, sobre sus cuidados, sus renuncias y sus desvelos. Y como sucede con los tulipanes y los tomates de la novela, cuanto más maduran los hijos, menos tiempo queda ya al padre. El padre nunca puede dejar de cuidar su huerto. Él sigue viviendo en ese huerto. En los hijos.
No importa que los hijos se marchen. Que se vayan a hacer su vida. Que llenen de invierno ese jardín que un día fueron. El padre seguirá cuidando el huerto en invierno, con la esperanza de verlo volver en las cortas primaveras que se presenten.
Y así, entre dulces anáforas y agrias enfermedades, Gospodínov te va llevando. Te mece en su historia. Ese patchwork de anotaciones cronológicamente desordenadas acaba siendo un texto lleno de sentido, ahora vivo, ahora muerto. ¿Por qué no lo ordena? ¿Por qué en mitad del libro te narra el último estertor de su padre y después continúa con anécdotas de cuando estaba vivo? ¿Por qué no sigue el orden natural y deja la muerte para el final?
Sospecho que así —diría Sabina— nos hace ver que la muerte es parte de la vida. Está en medio. No es un accidente sino algo orgánico.
Ficha
- Título: El jardinero y la muerte
- Autor: Gueorgui Gospodínov
- Traducción: María Vútova (del búlgaro)
- Título original: Gradinarqt i smurtta
- Editorial: Impedimenta
- Año de publicación (original): 2024
- Año de publicación (edición española): 2025
- ISBN: 979-13-87641-03-0
- PÁGINAS 224
- PRECIO 22,95 €
- EDICIÓN 4ª
- ENCUADERNACIÓN Rústica
- FORMATO 14 x 21,8
Erratas
- Página 106: ‘mientas’ (mientras)