- Los siguientes
- Pedro Simón
- 2024
- Espasa
- 306 páginas
Lectura seria, real. Nada de fantasmas, nada de hadas, elfos o seres mitológicos; nada de asesinos en serie ni sociedades distópicas. Nada de evasión.
Pedro Simón ha escrito un sopapo en pleno moflete. Tus padres se van a poner mayores, van a enfermar y van a morir. Y detrás vamos tú y yo.

La etapa final, además, no va a ser agradable. Tampoco instantánea. Va a someterte a una tensión logística, anímica y emocional severa. Te vas a poner incómodo o, de no hacerlo, te vas a llenar de reproches.
La vida al desnudo. La certeza del final. De eso va esta novela de ámbito realista y tono intenso. No es una novela para leer de un tirón disfrutando de páginas que pasan a ritmo de vértigo. No te va a contar una historia impactante que es estadísticamente imposible que resuene con tu vida. Lo que cuenta este libro lo has vivido tú, lo estás viviendo o lo vas a vivir. Por eso puede que escueza.
Pero leerla tiene premio. Es una novela de esas que vamos a recordar siempre.
De qué trata
Comienza así:
El primer día que tuve que limpiarle el culo a mi padre, me mentí diciéndome que era igual que cuando se lo limpiaba a mi hijo.
Esta es la premisa de la novela. Tres hermanos, —Carmen, Darío y Gabriel—, de mediana edad, tienen que enfrentar el ocaso de su padre. Enfermedad, incapacidad, dependencia… un terremoto.
Los tres hermanos se turnan en el cuidado filial. La novela no ahorra crudezas al lector, si papá tiene incontinencia fecal se muestra. Si los hijos tratan de escaquearse de la labor, se dice. Si le prometen que nunca irá a una residencia y luego sí que va, lo cuenta.
La novela está estructurada de la siguiente manera:
Un capítulo llamado Carmen. Te cuenta las vicisitudes de la tanda de dos meses que Antonio —el padre— pasa viviendo en casa de su hija, a su cuidado. Después, un capítulo llamado Darío, con lo respectivo. El ciclo termina con los dos meses preceptivos en casa de Gabriel, el hijo mayor. Siguiendo esta pauta, la novela completa tres vueltas.
Cada hijo es un mundo. Cada estancia y convivencia también lo será. La relación de Antonio con cada hijo es diferente, en atención al carácter de cada uno.
La pomada está en la casa de Gabriel. Con su hijo mayor sucedió algo hace ocho años que imposibilita la relación y la convivencia, forzada ahora por razones de edad, deberes filiales y logística familiar. Pero el abismo sigue estando ahí, abierto y enconado.
¿Qué ha pasado en esa familia? ¿Qué deuda pendiente arrastran? ¿Es la familia una comunidad de afectos o de todo?
No desvelaré nada, pero créeme: tienes que leerla. Es una novela demasiado buena para no elevarla a los altares de tus favoritas.
Es sobrecogedoramente buena.
Estilo
Narrador en primera persona. Tres voces narrativas de sendos hermanos… más dos sorpresas. Este sabor a confesión que aporta el uso del yo narrador, imprime una potencia muy viva al relato. Mete al lector dentro, como si estuviera escuchando la historia en un diálogo real con esa persona.
Estás leyendo una novela muy profunda. Una obra que rebosa humanidad, retrato puro del ser humano. Filosófica, existencialista, de relaciones entre personajes. Lo más opuesto a un thriller que puedas imaginar. Y sin embargo, se lee con una facilidad pasmosa. No pesan los capítulos y cuesta desembarazarse del libro en bien de tu próxima jornada laboral.
¿Cómo puede una propuesta tan densa leerse tan fácil? Es como una chica que, además de ser una gran persona, es guapa y además accesible. Es significado profundo y significante agradable. Es una obra magnífica.
Temas de fondo
Esta novela es literatura de fondo. No es mero artificio y disfrute lector. Es una historia para recapacitar sobre todo lo que reflexiona.
Vejez, soledad, deterioro, enfermedad, muerte, familia, incontinencia, cuidados… No es poco condimento para una ensalada.
El momento en que los hijos cuidan de los padres. Pérdida de libertad, dificultades en la pareja, sentimientos encontrados, situaciones que no quieres vivir. La gestión de esta etapa de la vida es la gran propuesta de esta novela.
Roles de género cuando llega el momento:
yo tenía tres bonitas papeletas para hacerme cargo de papá a distancia que mis hermanos no tenían: vivía muy cerca de su piso, trabajaba con ancianos como nuestro padre, era mujer.
Los niños y la vejez. El contraste y el papel del anciano terminal en la sociedad, donde no es un estorbo sino una guía. Los ancianos no estorban en el mundo porque en ese mundo hay niños. Los niños descubren la muerte con sus abuelos casi siempre. Los abuelos nos enseñan que la vida desemboca en la muerte. Son maestros y portadores de la ley natural. Papá y Mamá te lo explican, los abuelos te lo muestran.
La mediana edad y el memento mori. En la edad en que tus padres retiran su cuidado y pasan a demandarlo, generan un cataclismo en el hijo. Es la edad (no importa la cifra) en la que empiezas a bajar tu cuesta. Tus padres te obligan a mirar al final. Siempre supiste que estaba ahí, pero no querías mirar. Ahora no te queda más remedio que enfrentar la verdad: se van y detrás vas tú. Empiezas a pensar en la muerte propia. Esto te puede amargar o puede ser un revulsivo que te ayude a vivir más intensamente, como preconizan los estoicos y otras escuelas.
El rencor. En Gabriel se firma un tratado sobre el resentimiento. Injusto, visceral y cruel, pero es que es tan humano que no puedes sino empatizar con Gabriel. Esta parte de la novela, todo lo que tiene que ver con Gabriel, es estremecedor.
Sabiduría. Saber vivir es el discernimiento entre lo que tiene importancia y lo que no. De qué sirve ser millonario y exitoso a quien tiene un hijo impedido. De qué sirve una vida entera de entrega y aciertos, si por una fatalidad pierdes el afecto de un hijo.
Una novela que llama las cosas por su nombre. De esas ya quedan pocas, valientes:
Abuelos a los que toda la familia da por amortizados, que es como si estorbaran, como si sobraran, como si ya estuviesen tardando en palmarla porque ni sienten ni padecen y —como le escuché decir por el móvil a una mujer que fue de visita a la residencia— es deprimente gastar un sábado por la tarde en ir a verlos.
La sociedad puesta ante sus vergüenzas. Eso es esta novela. Los niños estorban, los viejos estorban, los enfermos estorban. El mantra de nuestro tiempo.
El perdón. El gran tema de esta novela es el perdón. El perdón es sanador, tanto para el perdonador, como para el perdonado. La familia es una comunidad de afectos no perfectos. En la familia hay tropiezos, caídas, salidas de tono, problemas… pero también hay amor, misericordia y perdón. Dentro de unos límites, la familia pasa la mano allí donde la sociedad sería implacable. Esta novela es un maravilloso tratado sobre el perdón que damos y recibimos, porque la convivencia es muy difícil.
El tiempo. Vida, muerte y fugacidad. Nunca serás tan joven como eres hoy. Nunca estarás tan lejos de la muerte como ahora mismo. Pero la muerte llegará: ¿por qué no aprovechar el tiempo que nos queda tras discernir qué es lo que vale la pena?
¿Puede una novela hablar de todo esto sin ser abstrusa? ¿Sin aburrir? ¿Sin proponer una lectura pausada y con ritmo lento?
Esta lo logra. Es uno de los mejores libros que yo haya leído jamás. Tengo la edad objetiva para que la novela me impacte. Si tienes entre 40-55 años, esta novela te va a llegar muy adentro. Es amena, es conmovedora, está muy bien contada, tiene mucho interés y es emotiva. Completa como pocas.
Recomiendo encarecidamente leerla. De mis favoritas de siempre.