«Catorce días» acompaña durante ese periodo a unos vecinos de Manhattan. Lo más llamativo —a falta de lectura— de esta novela, su gran reclamo, es su nómina de autores: Margaret Atwood, Douglas Preston, Charlie Jane Anders, Jennine Capó Crucet, Joseph Cassara, Angie Cruz, Pat Cummings, Sylvia Day, Emma Donoghue, Dave Eggers, Diana Gabaldon, Tess Gerritsen, John Grisham, Maria Hinojosa, Mira Jacob, Erica Jong, CJ Lyons, Celeste Ng, Tommy Orange, Mary Pope Osborne, Douglas Preston, Alice Randall, Ishmael Reed, Roxana Robinson, Nelly Rosario, James Shapiro, Hampton Sides, R. L. Stine, Nafissa Thompson-Spires, Monique Truong, Scott Turow, Luis Alberto Urrea, Rachel Vail, Weike Wang, Caroline Randall Williams, De’Shawn Charles Winslow, Meg Wolitzer.
- AdN Editorial Grupo Anaya
- 16 mayo 2024
Efectivamente, es una novela colaborativa. Escrita por 36 escritores/as norteamericanos (dos de ellos canadienses). Impulsada por Margaret Atwood e hilvanada por Douglas Preston, por aquí desfila una esplendente y espléndida nómina de autores bestseller. Aportan un relato cada uno que, dentro de su libertad, se desarrolla encajando en los parámetros fijados por Preston.
Es decir, una colección de relatos con hilo conductor compartido. Una vez respetadas esas fronteras, cada uno tiene libertad.
La historia nos lleva a aquel 2020 que nos cambió. Un edificio de gente sencilla en el Manhattan del confinamiento. Poco a poco, todos los inquilinos del edificio convergen en la azotea comunal, —punto de reunión—, donde cada uno irá contando su propia historia o la de otros y se irá forjando una amistad entre vecinos que en tiempo ordinario apenas se dirigían la palabra.
«La verdad es que, en circunstancias normales, no nos daríamos ni los buenos días.» (pág. 255)
Las historias como vehículo de cohesión. Amalgama, argamasa, pegamento. El ser humano como “zōon diēgētikon”, “homo narrativus”. Contamos historias y escuchamos las de los demás. Así construimos relaciones y desde éstas, comunidades.
Ese es el gran valor de esta novela: una reflexión acerca de qué están hechas las relaciones humanas. De relatos y de historias compartidas, o cuando no son compartidas, narradas por unos y escuchadas por otros. Y así nos descubrimos.
Por si no queda claro, la propia novela se explica. Dice un personaje en la página 302:
«lo que está pasando en esta azotea es una afirmación de nuestra humanidad contra el terror y la banalidad de un virus.»
Rememoramos una ciudad distópica y azotada por el inmisericorde COVID. El capítulo más negro de su historia:
«Las noticias de la CBS han anunciado que hoy se han recibido más llamadas al número de emergencias que el 11 de septiembre de 2001. Pensadlo por un momento. Todas esas ambulancias. Una ciudad asolada por múltiples 11-S» (Pág. 69)
No es una crónica de la pandemia en Nueva York. Sin embargo, ciudad y virus son un telón de fondo tan intenso que salta permanentemente a la acción, dándole contexto y forma.
Sí es un bosquejo de las relaciones humanas. Se pinta el cuadro de las actuales relaciones interpersonales en una ciudad enorme e impersonal como Nueva York.
Las reservas ante esta ensaladilla de autores, pronto quedan diluidas. Es curioso porque no notas grandes saltos de estilo. La concatenación de relatos es muy natural, por decirlo con la moda actual: fluye.
La lectura es muy, pero que muy amena. Cada vecino cuenta una historia, muy diferente de la de los demás, todas con más o menos carga de profundidad. Todas atrapan, entretienen y no pocas de ellas invitan a la reflexión. Una estructura muy visible y un poco repetitiva, pero como cada pequeña historia es un relato que nada tiene que ver con los demás, la lectura se hace agradable.
Esta novela hay que entenderla en su contexto. En Estados Unidos hay una cultura del relato mucho más arraigada que en España. Aquí hemos preferido siempre la novela antes que la narrativa breve. En Estados Unidos el relato tiene mucha tradición. Y este libro es precisamente eso, una colección de relatos a la que han dado un contexto común para amalgamarlos bajo una bandera común y que una selección de relatos se convierta en una novela. Un patchwork si quieres, pero una novela.
Y su contexto también sirve para entender su trasfondo. Se abordan todos los temas que componen, arman e integran el Ethos norteamericano, con sus luces y sombras. Por aquí caminan los problemas raciales, algunas soflamas —el libro es de sesgo claramente afín al Partido Demócrata—, el sur de siempre y la Nueva York progre y a la vez decadente.
«no como el viejo Cara Zanahoria [en alusión a Trump] de la Casa Blanca, que sigue diciendo que el problema [dícese Coronavirus] se va a esfumar, magia potagia»
Una novela o un conjunto de relatos. Lo que prefieras. Yo salomónicamente diré que es una novela de relatos. Un libro con forma, escrito por una cantidad enorme de autores pero que mantiene hilo y tono, y los personajes consiguen hacerse reconocibles con el transcurrir de los capítulos, cosa curiosa si tenemos en cuenta por cuántas manos van pasando.
Una novela con mucho trasfondo. Somos animales narrativos, y tal como expone Fritz Breithaupt en su título “El cerebro narrativo” publicado por la editorial Sexto Piso, entendemos el mundo y lo contamos de forma narrativa. Damos forma de relato a nuestra vida, a lo que vivimos. Así es como se articulan nuestras relaciones humanas y como nos vinculamos con otros. Es también la propia esencia del acto literario: la literatura nos presenta el mundo en forma de narración, por eso el ser humano adora la literatura desde hace miles de años.
Y otro tema al fondo: todos llevamos a cuestas nuestra propia historia personal. Un relato que es vivencial, pasional, profesional, ambiental, sensible y emocional. Detrás de cada persona hay una historia, ergo, todos tenemos algo que contar y algo que merece la pena escuchar.
Buena novela. Una propuesta bien ponderada por un servidor, muy original y que se abrocha con un final que no has visto venir pero que está a la altura del éxito de todos los escritores/as que están en nómina.
La encarezco.