Vengo a hablarte de una crónica y un ensayo. De una biografía y una autobiografía. Y de una novela. Pero sólo te voy a hablar de un libro.
Javier Cercas y Jorge Mario Bergoglio. Si de apostar a que este sería el tema de la próxima novela de Cercas se hubiera tratado, nadie habría acertado.
Cercas se ha embarcado en un libro diferente a su habitual. Literatura del yo. Resulta que estaba en Turín y se le acercó a término del acto un sacerdote con mando en plaza vaticana y le dijo: puedes entrar en el Vaticano hasta la cocina y escribir el libro que te dé la gana.

El loco de Dios en el fin del mundo

Autor: Javier Cercas
Año: 2025
Editorial: Random House
Y Cercas solo puso una condición: hablar a solas con el Papa.
Resulta que el Papa tiene un viaje a Mongolia y el autor le va a acompañar. En medio de todo esto, capítulo a capítulo, va exponiendo sus ideas sobre el cristianismo —Cercas es más ateo que el tuétano de Herodes—, la Iglesia y demás cuestiones escatológicas.
El autor tiene un propósito: como su padre falleció y si madre siempre dice que volverán a verse en la otra vida, Cercas quiere saber si su madre completará ese sueño salvífico.
¿Pero, no ves Javier que el hecho de que una esposa que ha aguantado toda la vida al mismo señor quiera seguir viéndolo después de muerta, es un milagro patente? Algunos estáis ciegos por voluntad propia.
Bromas aparte, ¿el libro presenta una evolución del autor? ¿Habrá una mínima modulación en la postura de Cercas al contacto con Bergoglio? ¿Descubrirá pieles nuevas, ocultas bajo sus sesgos, a medida que vaya pelando la cebolla de la Iglesia?
Al principio, Cercas reduce todo el ser de la fe a la Resurrección. No está mal traído, hasta San Pablo lo decía: “si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”. Pero seguir a Cristo es mucho más que un juego de suma cero. No es resucitas o nada.
Es un libro magnifícame bien escrito. Muy fácil de seguir en su evolución y muy ameno: aquí sí tenemos al Cercas de siempre. Pero, no nos engañemos, es un libro complejo. Es un texto erudito, lleno de citas: Spinoza, las Sagradas Escrituras, Feuerbach, Croce, Nietzsche, Russell, Simone de Beauvoir, Cioran, circulan por sus páginas y le dan cierta densidad expositiva. Esto no es una novela de polis y cacos.
¡Non serviam! Clama este libro en el arranque. No serviré, se atribuye a Lucifer, que al parecer dijo estas palabras para negarse a ser un servidor del creador. Cercas no es, —no me lo parece—, un ateo agresivo, ni un anticlerical ad homine aunque sí militante. Es un hombre con sus propias ideas —de las que culpa a Unamuno—, con sus propios argumentos. Pero es un intelectual y por eso está lleno de respeto y cautelas.
Hay cierto uso del debate morboso. Es una forma de aumentar la popularidad del producto editorial, hacerlo un libro que llame la atención de todos, no solo de católicos. Cuando no se sabe la respuesta a muchas interioridades vaticanas, se especula. Por ejemplo:
“—Hay una cosa que no entiendo —reconocí a la hora del postre—. El Vaticano es un Estado teocrático.
—El único de Europa.
—Y la Iglesia una monarquía absoluta.
—La única de Europa.
—Entonces ¿por qué Francisco no ha podido imponer sus reformas? ¿Por qué no ha hecho todos los cambios que, según él, necesitaba la Iglesia?
(…)
—Tal vez lo amenazaron con un cisma.”
Ante todo, este libro es una mirada sobre el papa. Sobre Francisco I y sobre Bergoglio. Cercas logra —me lo parece a mí— una aproximación bastante objetiva para alguien que se define como ateo, anticlerical y racionalista contumaz.
Una reflexión sobre la figura del actual pontífice. No es una biografía, pero sabe a biografía. Es una cena para dos, el autor y el papa, a la que se invita al lector.
Aparecen muchos diálogos. Esto hace un texto de estas características y extensión algo más digerible. Conversaciones de Cercas con personas cercanas al papa. Y pláticas donde se ponen sobre la mesa todas las cuestiones que preocupan a Cercas: la pedofilia, el matrimonio sacerdotal, la Teología de la Liberación, la sinodalidad como democratización De la Iglesia, etc.
Vemos a un Cercas que pregunta, ergo busca respuestas. Pero cuando la respuesta no coincide con la respuesta que él ya tiene razonada, entonces la fuerza. Por ejemplo, cuando habla con el jesuita Spadaro —un diálogo interesantísimo— sobre la sinodalidad, Cercas pregunta si la sinodalidad es una democratización De la Iglesia, a lo que Spadaro hace matices. Entonces Cercas vuelve a insistir y a buscar y rebuscar la manera de transformar lo que expone Spadaro —que no es una democratización, sino un discernimiento—; para que suene como él quiere que suene.
Pero es un rasgo humano que no resta objetividad al libro. El autor tiene su prisma, su esencia, y es muy franco desde el principio con respecto a eso. Y muy respetuoso, si se me permite decirlo.

El retrato de un hombre
Al propio Cercas le cuesta definir este libro. Lo tilda de amalgama: crónicaensayobiográficoyautobiográfico dirían en alemán, que no tiene empacho en montar una palabra de una idea.
Francisco oculta a Bergoglio, pero revela su deseo de ser Francisco: Tal vez Bergoglio siempre ha querido ser Francisco; tal vez Francisco sea un avatar perfeccionado de Bergoglio: un Bergoglio quintaesenciado, un Bergoglio logrado, ideal. En cierto modo, tal vez Francisco sea más Bergoglio que el propio Bergoglio, porque es el Bergoglio que Bergoglio aspira a ser.
Yo creo que es ante todo un retrato. El de Francisco. El texto es casi totalmente el diálogo con personas próximas al Papa, no con el Papa. Y en ese diálogo hablan, precisamente de Francisco unas veces, de Bergoglio otras. Cercas dibuja charla a charla y capítulo a capítulo, una persona y una cosmovisión.
Y le queda un papa anticlerical. Un hombre poliédrico. Un apasionado de Cristo. Mundano.
Bergoglio es una bandera discutida. Rechazado por los sectores más conservadores —dentro y fuera de la Iglesia — y causante de decepción en los más progresistas, que tal vez esperaban que la Iglesia mudase de credo solo porque la sociedad lo hace. O tal vez a una velocidad fulgurante:
”los cambios son procesos, y los procesos son lentos; si no, son autoritarios: un cambio que se impone no produce efecto, genera resistencia, conflicto, puede provocar incluso guerra, y no cala hondo ni tiene futuro, porque luego viene otro y lo anula.”
Especialmente interesante el tratamiento al papel de la mujer en la Iglesia. En concreto me quedo —hay más voces a lo largo del texto— con Nathalie Becquet, secretaria del Sínodo de Obispos. Esta religiosa ignaciana, que ostenta un poder inusitado en la mujer en la historia de esta institución, habla de inculturación. Para el diccionario, la inculturación es:
«Proceso de integración de un individuo o grupo en la cultura y en la sociedad con las que entra en contacto.»
Nathalie alude a este fenómeno cuando los misioneros llegan a un confín remoto, como por ejemplo la Mongolia que tanto aparece en este libro. Nos dice que los misioneros no llegan y se ponen a dar catequesis a pelo. No, primero se integran, aprenden a vivir en contexto, descubren la realidad en la que están inmersos. Aprenden códigos de conducta, maneras, costumbres… y después inoculan el mensaje de Cristo con suavidad, sin forzar ni violentar. Dice Becquet que en Occidente, en España, Italia, Francia, etc. se han perdido muchos adeptos porque la iglesia no está inculturada, no habla en el lenguaje de estas personas. Se dice entonces que la revolución más importante de los últimos siglos en Occidente ha sido el ascenso social de la mujer.
Y si la Iglesia no se empareja con esa nueva realidad, no tiene futuro en occidente porque no está inculturada. Predicar en Europa sin considerar a la mujer como un igual jerárquico, gestor y fáctico, equivale a llegar a China queriendo evangelizar con panfletos anticomunistas o en Mongolia hablando en alemán.
Hablando de inculturación: en lo que más de un interlocutor coincide —ya sabes que este libro es como un speed dating en el que el autor va saltando de una pareja de mesa a otra— es en que en Occidente, la Iglesia tiene un problema de lenguaje. Se habla con arcaicismos, con canciones ñoñas y letanías de abuela a una generación que tiene que enfrentar nuevos desafíos: ecológicos, éticos, tecnológicos, sociales, filosóficos… y la Iglesia debe ser percibida como orgánica al referirse a ellos.
En general, es un libro respetuoso. Si como yo, eres católico, no verás motivo para rasgarte las vestiduras. No te sentirás insultado. Cercas dialoga, sigue un esquema hegeliano de tesis, antítesis y síntesis. No plantea un combate entre ateos y creyentes. Es un duelo desigual, también es cierto, pues una de las partes a la mesa es quien nos transcribe los diálogos. Esa misma parte, es la que interpreta, anota reflexiones y notas a pie de página a cada conversación. Tiene la última palabra. Sus interlocutores, sus opiniones y la selección de sus intervenciones nos llega tamizada por Cercas, pero sinceramente, no hay motivo para dudar de su impecable tratamiento.
Es un libro para leer y recomendar. Certero, objetivo, privilegiado y bienintencionado. No lo ha escrito un beato, pero tampoco un ateo con aires de suficiencia dispuesto al chascarrillo fácil y al trato paternalista y clarividente sobre unos pobrecitos borregos engañados y nefelibatos.
- El loco de Dios en el fin del mundo
- Javier Cercas
- 2025
- Random House
Muchas Gracias por tus reseñas.
Un abrazo