La ceremonia de los Premios Planeta de 2021 la recuerdo con detalle. ¿Quién no? Yo ya había leído La novia gitana de Carmen Mola y como a cualquier aficionado a la novela de género, me había cautivado esa voz narrativa y esa trama con tanto voltaje. Cuando se otorgó el premio a La bestia, todos estábamos expectantes: íbamos a poner rostro a esa misteriosa escritora que estaba arrasando en ventas pero a la que nadie conocía. Salieron tres tipos al escenario: ellos eran Carmen Mola. Ropas tazadas, vaqueros y sneakers, chaquetas abiertas, rollo modernillo urbanita…Todos tenemos la imagen en el recuerdo: los reyes, Don Felipe y Doña Letizia, y los tres premiados, sujetando el logotipo de la editorial ataviados con mascarillas de diverso color y pelaje.
La sorpresa dio paso a la polémica: «se han aprovechado de unas siglas de mujer para ganar el premio»; «se han hecho pasar por una mujer y son tres machirulos» «o lo hacen así o no pueden competir con la discriminación positiva a favor de las mujeres»… y en tanto debate feminista, no hicieron mucho caso de una mujer tan elegante como discreta, ataviada con blusa roja y falda negra que acababa de ganar el segundo premio. La finalista no tenía trascendencia bajo el alud de la controversia. Dijo Machado que «la sombra de Caín vaga errante» por España.
Me compré los dos libros: La bestia y Últimos días en Berlín. Primero leí La bestia. No lo hice por ser la ganadora, sino que como ya he dicho, había leído La novia gitana, La red púrpura y La nena y me había parecido una excelente trilogía de novela negra. La bestia me pareció una novela aceptable, pero muy lejos del nivel alcanzado por el ciclo literario de la inspectora Elena Blanco.
Y entonces empecé con Últimos días en Berlín. Hacia la mitad del libro ya sabía que era una novela a otro nivel. Muy superior. Para mí, tenía que haber ganado el Premio Planeta 2021 de largo. Pero no lo ganó. Me dediqué a decirle a propios y extraños: Carmen Mola, efectivamente mola, pero molan más las novelas de la trilogía (hoy pentalogía). El libro finalista, es muchísimo mejor que el ganador. Muchas personas de mi entorno, me hicieron caso y, después de leer ambas, coincidieron conmigo.
Cuando en 2024 vi la gala algo me vibró dentro. «Lo merece», pensé de inmediato. Después me dije: «No. Es poco probable que haya vuelto a escribir algo como lo de Berlín. Esto es un premio en compensación por aquella vez».
Para nada. Victoria es una novela total. Es tan buena que no podía no ganar.
Muchos son críticos con los Premios Planeta. Algunos años, yo también he discrepado de su veredicto. Es parte del juego. Este año, creo que nadie puede objetar nada. Literatura con mayúsculas. Es historia y también Historia. Hay pasiones, intrigas, violencia, amor, envidias, rencores, perdón, comprensión, violencia, atracción, traición, lealtad, pobreza, prosperidad, guerra, paz, justicia, injusticia… y está escrita de forma delicada y sencilla, propia de una autora que deja brillar su historia sin sofocarla tratando de que brille su pluma.
Paloma Sánchez-Garnica es una de las mejores escritoras que tenemos ahora mismo.
Lo digo, no de manera apodíctica, sino simple. Es que es así de sencillo. Basta con leerla.
Pre-lectura
Me llama muchísimo la atención este libro por dos razones:
- He leído a Sánchez-Garnica antes y me parece una excelente escritora de novela histórica.
- La propuesta del Ku Klux Clan como paralelismo a la barbarie en Europa me parece muy interesante.
Deposito mucha confianza en Sánchez Garnica para conocer de cerca un poco más sobre esa organización que, por exceso, es expresión de una Norteamérica que no es tan vendible como la NBA, la NASA o Bruce Springteen. Aquí está más bien la América de blancos y negros que retrató Margaret Mitchell en Lo que el viento se llevó:
Refleja como nadie el carácter de esta tierra, aunque creo que trata de blanquear nuestro oscuro pasado. Plantea el dilema de si todo vale con tal de salvar del hambre y la miseria a aquellos a los que amas. Le dieron el Pulitzer hace dos años y están rodando una película. Me quedan cien páginas. Te lo pasaré cuando lo termine para que juzgues tú mismo.
Te cuento de qué trata por encima y luego ya la valoramos.
Argumento
Tras la Segunda Guerra Mundial, Victoria, una mujer con una mente brillante, lucha por sobrevivir en el Berlín devastado, violento y dividido en cuatro sectores: americano, francés y británico en el oeste, y ruso al este. Allí conoce a Robert Norton, un destacado americano que trabaja en la ciudad, en el sector controlado por Estados Unidos. Ambos inician una relación de pareja. Victoria sueña con salir de esa Alemania rota y dividida donde las potencias vencedoras manejan los hilos sobre una población diezmada, pobre y llena de culpa. Su objetivo es emigrar —junto a su hermana y su hija, a las que mantiene— a los Estados Unidos, la tierra de las libertades.

Un chantaje de la policía soviética la obliga a viajar precisamente a Estados Unidos, donde tiene que trabajar como espía al servicio de la inteligencia comunista a espaldas de Robert.
Sin embargo, descubre que la sociedad estadounidense oculta un lado oscuro: el racismo y la injusticia promovidos por el Ku Klux Klan y el senador McCarthy. La caza de brujas contra los sospechosos de abrigar ideas colectivistas del FBI de Hoover… Un país donde al sur, los blancos se consideran una raza superior —como la aria para el nazismo— y los negros una raza inferior —como los judíos para Hitler— a la que machacan.
Estudié Medicina para curar, no para observar cómo enferman hombres utilizados como cobayas con la pobre justificación de que se hace en beneficio de la humanidad… ¿De qué humanidad? ¿La de los blancos? Es una locura…
En vez de judíos, pon negros y ahí lo tienes. Las leyes de Núremberg que los nazis aprobaron hace cuatro años se moldearon sobre nuestras leyes de segregación de Jim Crow, esa cínica doctrina de «iguales pero separados».
La gran mayoría de los estadounidenses condena la política nazi contra los judíos, pero esa misma mayoría rechaza que se abra la mano para admitir en nuestro país a más refugiados judíos que huyen del nazismo.
Condenamos, pero que no nos molesten con su presencia.
Victoria y otros personajes valientes se enfrentan a estos desafíos, a uno y otro lado del Atlántico, luchando por sus derechos y por lo que más aman. Una novela llena de tensión narrativa, conflicto y análisis del ser humano.
Una novela realista
Paloma Sánchez-Garnica tiene una mirada muy ancha. No se deja atrapar por el maniqueísmo más hollywoodiense. Escapa a las categorías absolutas de buenos y malos.
Me hago entender: en la Segunda Guerra Mundial, los alemanes eran “los malos”, y los americanos, junto con el resto de aliados, los buenos. Pero los Estados Unidos eran los buenos entre los buenos. Primus inter pares. Así se ha vendido y en parte, hay algo de razón en esa generosa lucha de hombres que vivían separados del conflicto hasta lo de Pearl Harbour.
Pero no eran santos. Paloma Sánchez Garnica toma el personaje de Victoria, una alemana que arrastra y arrostra la vergüenza nacional de haber sido lo que han sido, y la lleva al puritano suelo estadounidense. Mete a la zorra en el gallinero. La nazi en la tierra de las libertades y la democracia moderna. Pero la zorra descubre que en ese gallinero, además de gallinas, hay algunos caimanes. Estados Unidos esconde una cara oculta muy oscura.
La Norteamérica democrática y feliz era, en el sur, un lugar tan racista como la Alemania del interbellum. Eso de pensar que el otro, por su etnografía, es menos que uno, es una patología muy extendida en el mundo. No es patrimonio del III Reich.
Esa mirada sosegada y realista me ha encantado. Creo que es un mensaje clave de este libro: el ser humano es lo que es, en todas partes y en todo momento.
Y es capaz de lo peor y lo mejor.
De nuevo, Berlín
Vuelvo a Paloma Sánchez Garnica donde la dejé: en Berlín. Aquella novela Últimos días en Berlín es una completa maravilla. Esta retoma no aquella trama, pero sí aquel contexto. De la Berlín que estaba siendo derrotada en la novela de 2021, pasamos a esta novela ya derrotada y partida en cuatro sectores: el británico, el francés, el americano y el soviético.
No es una segunda parte de Últimos días en Berlín . No hay continuidad de personajes, pero sí la hay de hilo conductor: la Historia del Siglo XX.
Es una autora que me recuerda muchísimo a Ken Follett. Esta novela, vista en el contexto de la anterior, me evoca a un ciclo literario tan paralelo como puede ser Century. Como Follett, Sánchez Garnica abordó el nazismo en la primera pieza y en Victoria se mete de lleno en la guerra fría.
Si la autora lee esta reseña tal vez diga: ¿y a ti quién te manda decir semejante ocurrencia? En ningún momento se afirma que la obra esté conectada con Últimos días en Berlín, ni tampoco que haya un proyecto de creación de un ciclo literario como Century. Todo esto es cosecha mía, pero me resulta inevitable que mi mente evoque la otra composición. Y no lo hace para restar originalidad a estas novelas de Sánchez Garnica, sino al contrario, para situarlas a la altura que creo que pueden ocupar.
El estilo también es muy Follett. De nuevo, no lo digo para restar voz propia a Sánchez Garnica. Me parece una de las mejores escritoras del momento. Me lo pareció con Últimos días en Berlín. Me lo refrenda con Victoria.
Hechas todas la loas, insisto: recuerda a Follett. Las peripecias que viven los personajes, como en el caso del autor galés, son auténticas epopeyas. No son thrillers con un tiempo narrativo de una semana o un mes a la máxima intensidad, sino de vidas completas, décadas llenas de vicisitudes y sufrimientos que se prolongan en el tiempo. Personas sencillas que enfrentan tribulaciones colosales en su contexto social y político y gracias a las cuales podemos reflexionar y conocer capítulos importantes del periodo histórico en que se ambientan.
Maniqueísmo al cero
No es un libro nada maniqueo. Este rasgo me multiplica el valor de la novela por mil. Sin esto, sería una más.
Que Hollywood ha hecho películas magistrales del nazismo y la segunda guerra mundial es innegable. Que en todas, los americanos aparecen como seres de luz, tierra prometida, nuevo mundo, República soñada por el Platón más bucólico, al rescate de una Europa atrabiliaria, bárbara y violenta es igualmente indiscutible. La autocrítica no es el fuerte de Hollywood.
Buenos y malos. Categorías puras. Nazis malos, americanos buenos.
Los soviéticos también eran muy malos y los americanos buenísimos. Otra vez categorías puras. Incluso los malos en las pelis de los ochenta siempre hablaban con erres imposibles, que les proporcionaban ese ADN de malo. Pedigrí soviético.
«Detrás de cada sindicalista siempre hay un comunista —sentenció el hombre con firmeza.»
Pues aquí Paloma Sánchez Garnica les quita la careta. Sí, los nazis malísimos. Los soviéticos también —no en vano se incrusta una estrofa del Réquiem de Anna Ajmátova—, pero cuidado, parece decirnos: los americanos no eran unos santos. El siglo XX fue bárbaro en todos los rincones del planeta. En Estados Unidos, se cometieron atropellos contra los negros, parangonables a los desvaríos de supremacía racial que se vivieron en Europa en la misma época.
El Ku Klux Klan no era una versión light de las fuerzas de asalto de las juventudes hitlerianas. Y además gozaba de la impunidad que le otorgaban las leyes en un país que alardeaba de democracia, oportunidades y milongas varias.
No se pierda esto de vista. Menos ahora que la Casa Blanca vive nuevos tiempos de redefinición de las distancias sociales.
No existen las tierras prometidas ni los países felices por definición.
Reflexiones de esta novela que me han gustado
Las mujeres siguen batallando la guerra después del armisticio
La mujer no termina la guerra con el armisticio. Sigue luchando. Cuando se firma el armisticio, muchos soldados vencedores violan a las mujeres de la tierra conquistada. Las toman en compensación por lo padecido —o eso esgrimen— para dar rienda suelta a toda la depravación que en tiempos de orden deben guardar en el estricto confinamiento de su mente calenturienta.
Cuando el soldado derrotado vuelve a casa, conviven con él. Con su frustración, con su fracaso, quizás con sus traumas y su umbral de violencia.
También padecen la viudedad, sin la escapatoria del caído, tantas veces más benévola que la permanencia del hambriento con niños a su cargo. Entierran a sus hijos y deben seguir adelante.
Paloma Sánchez Garnica refleja esa batalla interminable en Victoria. También lo hizo en la otra novela —a la que tal vez me esté refiriendo demasiado—, donde cada mujer es violada de forma inmisericorde cuando los rusos toman Berlín.
En esta novela estos episodios se cuentan ya en pasado. Pero se mencionan. Y se muestra el sexo no deseado, como divisa de mujeres a las que no les quedó otra si querían llevar apenas un trozo de pan duro a casa. Es dura, pero hay que leerla.
Hombres buenos se transforman en monstruos por las ideologías
Una reflexión que ya se hizo en Últimos días en Berlín. La autora vuelve a hacer la misma llamada de atención. Cuidado: las ideologías no son peligrosas porque vuelven fanático al fundamentalista. Son peligrosas porque vuelven fanático al hombre normal y corriente. Son seductoras, ofrecen soluciones simples a problemas complejos, nos aportan argumentos y respuestas altisonantes, falaces sofismas.
Nos colonizan. Nos dicen cómo pensar y después cómo actuar.
Personajes que brillan en una novela de trama
Si quieres vender libros a cascoporro, te vas por trama. La novela de personajes suele ser más introspectiva y pedir más esfuerzo al lector.
Estamos ante una trama. Vamos siguiendo las peripecias que suceden a Victoria, pero no por ello Sánchez Garnica pasa de puntillas por sus criaturas. Qué va. Llegas a conocer muy bien a cada personaje.
Victoria es fuerza. Es inteligencia, belleza, piel. Es un personaje muy interesante, tiene intelecto, tiene belleza, tiene emociones y sentimientos.
Destaco el de Rebecca. Hay gente que nace más dotada y otros que somos más normalitos. Rebecca es de estas últimas, siempre a la sombra del brillo de Victoria: la guapa e inteligentísima hermana. Hasta la autora la prefiere, verbigracia esta novela. Entiendes a Rebecca en cada cosa que hace. Todos sus comportamientos están condicionados por un contexto personal y psicológico que entiendes.
Referencias literarias
En la obra se citan obras como:
- Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, que tiene cierta importancia en la trama.
- Memorias de la casa muerta, de Fiódor Dostoievski.
- Réquiem de Anna Ajmátova de la que se incluye una estrofa al calor ejemplificante de un Gulag.
¿Por qué leer Victoria de Paloma Sánchez-Garnica?
Por su valor simbólico: dos hermanas, una de las cuales, levanta un telón de acero entre ellas. Envidias, diferencias, incomunicación. Dos hermanas que demuestran que cuando nos centramos en lo que une, podemos superar todas las diferencias imaginables. Dos hermanas que son la alegoría perfecta de la Berlín del muro. Metáfora de cualquier otro país dividido internamente.
Es una novela excelente. Mayúscula. Lo tiene todo. Emoción, sensibilidad, trama, personajes bien dibujados, interés histórico —sin ser una novela histórica—, cosas que aprender, propone reflexiones al lector… y está extraordinariamente bien escrita.
Tiene tantas cosas buenas, que es casi imposible que un lector no encuentre algo con lo que conectarse a esta historia.
Así es la vida. Aquella mujer de la falda negra y la blusa roja, discreta y serenamente opacada tras la avalancha de la polémica en 2021, tres años después, es la ganadora de ese mismo premio que le fue esquivo. Ella no ha cambiado. Sigue teniendo esa misma sencillez, esa elocuencia inteligente y docta al ser entrevistada. Tampoco ha cambiado su talento: sigue escribiendo con una sencillez genial, transmitiendo el interior de sus personajes, capturando al lector en su trama.
Solo ha cambiado el reconocimiento externo. El genio ya estaba ahí, sigue y ojalá nos regale más historias, porque ahora mismo, pocas pueden escribir a ese nivel.