En 2024, un periodista español recibe un manuscrito por correo electrónico de una periodista llamada Anne Watts, quien dice haberlo escrito desde el futuro.
Le cuenta Anne, que en 2149, los ciudadanos no son conscientes de estar constantemente vigilados por dispositivos electrónicos que ellos mismos han introducido en sus hogares, trabajos, centros educativos y vehículos. Un totalitarismo wireless y de adscripción voluntaria, rebañega y lacayuna.
La autora advierte sobre la importancia de actuar antes de que sea demasiado tarde para evitar este futuro.
Ese e-mail que envía a Carlos, es un SOS. Si espabilamos en 2025 y nos damos cuenta de lo que están haciendo con nosotros, tal vez podamos reaccionar e interrumpir los procesos que desembocarán en esa sociedad de pesadilla en que vive Anne.
- ¡Créeme! No es una novela. Es vuestro futuro.
- Anne Watts / Carlos Hernández de Miguel
- 2024
- Editorial Soldesol
- 337 páginas
- Distopía / Ciencia ficción
«Una historia que aún no ha sucedido y que ojalá nunca llegue a suceder. Lee y si quieres evitar el desastre, ¡créeme!»
Watts, Anne. ¡Créeme! No es una novela. Es vuestro futuro. Editorial Soldesol, 2024, p. 13.
La sociedad de 2149 según el relato de Anne Watts
Cuenta Anne Watts que, en 2149, la sociedad vive disturbios. Pronto se van a cumplir cien años de la fundación de La Comunidad. Una especie de sociedad mundial.
¿Qué ha pasado en esa sociedad bucólica?
Que se han roto los contrapesos sociales. La sociedad ha vuelto a partirse en castas: los que se han realizado el implante cerebral y los que no. También se conoce al implante como la Tecnología Definitiva lo cual es muy evocador: recuerda a la Solución Final de Reinhard Heydrich.
Los que tal cosa hacen, conectan su cerebro la red. Se vuelven red. Son transparentes a ella. Qué obtienen a cambio. Un transhumanismo que les hace más inteligentes, rendir mejor en el trabajo, conseguir los ascensos laborales que se ofrecen… y claro, adquieren ventaja por esa mejora del desempeño.
Un implantado puede sentir lo que sienten los demás implantados. Ver lo que ven, oler lo que huelen, experimentar lo que experimentan.
Una sociedad con dos velocidades. Y claro, la mayoría se rebela contra esa minoría privilegiada y reclaman implante cerebral universal y gratuito.

¿Merece la pena leerla?
Este libro es uno más de un género ya conocido: la distopía futurista de seres humanos hípervigilados por una tecnología invasiva totalitaria.
Entonces, ¿qué tiene de nuevo? La autoría. Ha sido escrita por Anne Watts en 2149. Eso es, ha sido escrita dentro de 124 años.
¿Qué? ¿A que mola? Carlos Hernández de Miguel, que no te engañen, es un criado de librea. Un autor vicario. Un pobre hombre al que le llega el e-mail de Anne Watts desde el futuro, con esta encomienda, que tiene más de marrón que de encargo. Por tanto, la autora es Anne Watts, lo que pasa es que a efectos de entrevistas, aclaraciones y premios, el que tenemos disponible —en tanto que perfeccionamos el condensador de fluzo— es Hernández de Miguel.
El bueno de Carlos, se ha dado una paliza. Ha corregido el texto de Watts, lo ha adaptado a los usos y términos de común entendimiento en 2025; lo ha anotado y dotado de aparato crítico y hasta ha diseñado la portada tan chula que tiene el libro, impreso en mi vecina Almería.
Y ha hecho un gran trabajo. Si Anne es la que aparece en la portada, con su look polioperado y sus mechas balayage, da mejor en cámara, pero por lo demás, quedará muy satisfecha con el resultado del trabajo cuando le llegue. Ojalá también lea esta reseña en 2149.
Perdón por la digresión. Decíamos: ¿merece la pena leerla? Sí. Porque hay muchas conexiones con cosas que están pasando ahora, en 2025:
- Democracias mermadas y desmontadas desde dentro. Descrédito del sistema. Los mismos corruptos que lo corrompen son los que nos predican contra él, ofreciendo soluciones más autoritarias.
- Desarrollo tecnológico desaforado.
- Conflictividad social en aumento: nacionales contra inmigrantes; mujeres contra hombres y viceversa; autónomos vs funcionarios; pacientes contra médicos; padres contra profesores…
- Sobreabundancia de mensajes de forma que no se pueda discernir cuál es verdad y cuál es mentira.
- Anulación de la capacidad crítica. Si recibo un mensaje, necesito un tiempo para procesarlo. Si a los diez segundos recibo otro, y otro, y otro, y otro… es imposible reflexionar. La población se vuelve una masa acrítica.
La distopía que nos cuenta Anne viene de aquí. Hay un esfuerzo no solo por generar una atmósfera indeseada para ese futuro, sino por conectarlo con problemas de nuestro tiempo, que tal vez estemos tragando sin filtrar.
Hay que leer esta distopía porque es creíble. No es descabellado imaginar una tecnología como la que bosqueja Carlos Hernández, cuyo mérito no es ninguno, porque se lo ha soplado Anne Watts, y así cualquiera. La idea del implante cerebral y la reconstrucción del proceso que los ha llevado hasta ahí está muy conseguida: estudiar los procesos de sinapsis neuronal y fabricar redes neuronales operativas es una idea muy atractiva. Si tienes una función cerebral lesionada —por ejemplo, no puedes caminar—, te introducen una red neuronal con esa operatividad funcionando y listo. La novela cuenta que a ese nivel de desarrollo llegan por medio del análisis de billones de impulsos nerviosos que producen las neuronas, y que tamaña acción se ha podido realizar gracias a la IA y su desarrollo exponencial que la dota de capacidad para procesar todo ese volumen de información. Bueno, podría haberse citado el ordenador cuántico pero me parece que se ha defendido perfectamente la premisa científica que sostiene todo el andamio de la novela. Para mí, en este género, equivale a que las pesquisas de Agatha Christie fueran convincentes cuando Poirot resolvía el caso.
No debe ser fácil. En estas distopías donde la ciencia ficción es tan protagónica, hay que saber montar un relato con sofisticación, porque una evolución tecnológica de siglo y medio a la velocidad que avanza la informática no puede ser una simpleza, pero a la vez hay que saber explicarlo de una manera que sea entendible al lector medio.
Bien jugado por el autor, se lo compro.
Temas sobre los que advierte
Ya hemos hablado de la trama y de su valor. Ahora me dedicaré a extraer elementos de la novela que exponen lo anterior, esto es, los pecados de nuestro tiempo que nos conducirán a esa sociedad donde nuestra libertad era verde y se la comió la burra tecnológica que nos vendieron más o menos ahora.
Creo que es así como debe hacerse esta reseña. Si somos leales a Anne Watts y su propósito cuando escriba ese e-mail desde el futuro, que no es otro que advertir los errores de nuestra sociedad con la esperanza de hacernos despertar y reaccionar para salvar la sociedad del mañana, que es la suya.
Veamos en qué basa Anne su SOS. Por cierto, si quieres poner banda sonora a esta novela para entender el punto de ánimo de Watts, la partitura es la de aquella canción de The Police, donde Sting cantaba que había enviado un SOS al mundo esperando que alguien leyese ese mensaje en una botella. Pues ese mismo esquema es el de esta novela.
Sobre lo primero que te advierte es sobre el espacio que estás permitiendo tomar a la tecnología en tu vida:
¿Dónde está tu teléfono? ¿Puedes verlo? ¿Y él a ti? ¿Dónde enfoca su cámara? ¿Cómo puedes estar seguro de que no hay nadie observándote a través de ella? ¿En qué lugar guardas tu tablet o tu portátil? Su micrófono está recogiendo el eco de tu respiración, la música que escuchas, el ruido del vagón en el que viajas, tus palabras, jadeos, risas y llantos. ¿Qué razón te lleva a pensar que nadie escucha el sonido que te envuelve, ahora mismo, mientras lees? ¿Tienes apagado el ordenador, el espejo y la mesa interactiva? ¿Estás convencido de que permanecen completamente desconectados? ¿Confías en que eres tú el que puede decidir cuándo sí y cuándo no están operativos tus dispositivos? ¿Por qué crees que no siguen transmitiendo lo que ocurre entre esas cuatro paredes? ¿Y las cámaras de seguridad que tiene tu casa, las de tu vecino o las que han instalado en tu centro educativo, en tu trabajo y en las calles por las que paseas cada día? ¿De verdad piensas que solo se utilizan para protegerte?
Watts, Anne. ¡Créeme! No es una novela. Es vuestro futuro. Editorial Soldesol, 2024, p. 11.
Somos nuestros propios esclavistas. El viaje a una sociedad llena de micrófonos y cámaras de espionaje no se ha hecho subrepticiamente, sino a plena luz del día: nosotros hemos comprado voluntaria —y felizmente— infinidad de dispositivos de geolocalización, grabación, filmación, acceso bancario, médico, rutinario…
Recela de confiar en la tecnología. La tecnología cuesta dinero y por eso mismo, habrá detrás alguien que la manipule a su conveniencia.
La democracia perfecta de este libro parte de una votación online. A diario, todos los ciudadanos votan las cuestiones comunes, desde las más nimias a las más inmediatas. Sin políticos. Sufragio inmediato, instantáneo. Escrutinio al segundo. Parece una idea estupenda, ¿no? Pues no.
“Nuestra democracia perfecta se basa en un acto de fe: cerrar los ojos y querer creer que nadie maneja ni manipula el sistema de votación.”
Watts, Anne. ¡Créeme! No es una novela. Es vuestro futuro. Editorial Soldesol, 2024, p. 107.
La sociedad del futuro
Estas novelas hacen un juego de contraste. Nos muestran un futuro horrible para hacernos reflexionar sobre el presente de nuestra sociedad. De todo esto ya hemos hablado suficientemente arriba.
Pero estas novelas también son imaginativas. Creatividad pura. La sociedad futura que dibujan, la originalidad de sus rasgos; la imaginación que ponen en sus formas, idiosincrasias y articulaciones, quedan en el recuerdo del lector.
Todas se parecen pero cada una es única en los detalles de su imaginación. ¿Cuáles son los detalles de esta novela que nos harán recordar el mundo de Anne Watts tal como recordamos el de Guy Montag, el de Winston Smith, el de Bernard Marx o el The Man y The Boy?
En el mundo de Anne Watts, el inglés, el francés y el ruso son lenguas muertas. Se conoce que Hernández de Miguel no tiene interés de vender copias en Francia, porque decirle a un francés que su idioma es lengua muerta…
Es una sociedad sin delincuencia, sin guerras, sin mafias, sin violencia… porque todo el mundo está controlado por miles de cámaras, dispositivos geolocalizados… no hay la mínima posibilidad de salirse del carril. No es utopía: en un rebaño de ovejas tampoco hay mafias, ni guerras, ni crímenes. Esto ya lo hemos visto en muchas otras distopías. La seguridad total a cambio de la libertad.
En esta sociedad existe la Edad Límite. Es decir, no se envejece hasta que la naturaleza para unos y Dios para otros decide cambiarte de barrio. O te mueres o te mueren. La fobia al viejo es tropiezo común de nuestra sociedad y las venideras, sin pensar quienes la predican e instauran, que pronto serán ellos el objeto de su propia prédica.
Detalles de cultura popular
Van por más de doscientas reposiciones de Star Wars. El cine es tridimensional. Te puedes cambiar de tatuajes a diario y lucirlos siempre a través de ropas semitransparentes (el sueño de cualquier hortera);
Por qué leer esta novela
Porque es una distopía. Yo defiendo este género, siempre que sea una buena distopía, claro esta. Vemos nuestra realidad por medio del contraste. Así como no vemos un copo de nieve sobre una pista de hielo pero lo vemos a mucha distancia sobre una pista de alquitrán; la realidad presente la percibimos poniéndola sobre una superficie diferente, el futuro teórico. Así, poner en valor la libertad actual se consigue viajando a un futuro en el que esa libertad ha desaparecido. Ver cómo y por qué ha sucedido, nos hace reflexionar. Por eso la distopía es un género que yo reivindicaré siempre, porque es contraste entre realidad y posibilidad. La apagóresis de esta novela, es una razón de peso para leerla.
En este tiempo, muchos teóricos hablan de postdemocracia. Esta novela analiza ese peligroso —y vago— término con el que coqueteamos y esa amenaza de querer sustituirla por no se sabe qué. En la novela se señala a cierto populista que llega al poder al calor de multitudes enfervorizadas por discursos simplistas, en una de las naciones más poderosas del planeta. Que la democracia nos esté enseñando sus imperfecciones, ¿es motivo para matarla? ¿Debemos echarnos en brazos de quienes precisamente la han mancillado? No hay nada más irónico, más cínico ni más paradójico que un político sosteniendo que la democracia no funciona: pues hazla funcionar tú, —que para eso cobras— y si lo al menos, no la estropees.
Debes leerla porque es una defensa maravillosa del periodismo. Una mirada a la romántica profesión que fue y que ya no es, aunque Anne Watts nos demuestra que el periodista, más allá de la época y el contexto tecnológico en que se desenvuelva, siempre podrá ejercer el auténtico periodismo si bebe de su raíz: la verdad. Siempre que se busque contar la verdad, habrá periodistas. En un tiempo en que la profesión se ha precarizado, se ha desleído, se ha jibarizado… esta novela defiende el valor del periodista como el testigo de la verdad cueste lo que cueste. La calidad de una democracia es directamente proporcional a la calidad de su periodismo.
Léela, porque alerta sobre una expresión de nuestro tiempo: la batalla del relato antes que la batalla de los hechos. No importa cuáles sean los hechos reales, si construyes un relato que convenza a tus partidarios, contarás con su apoyo. No vencen en la dialéctica política quienes tienen los hechos de su lado, sino quienes construyen el relato más asimilable y convincente. Nunca olvidemos que el cerebro humano es narrativo.
Hilando con lo anterior: quien controla el relato de la Historia, controla el presente. Quien asienta qué sucedió en el pasado, quiénes fueron los buenos y quiénes fueron los malos, domina el reparto de roles en el presente. Y ese es un poder enorme.
Conduce a su sociedad distópica a una situación límite: sus ciudadanos no es que hayan perdido la libertad de expresión, de opinión, o de credo. Han perdido la libertad de pensar en privado. Las ideas que les flotan dentro de la cabeza son conocidas por la red. Están en la nube.
Algunas frases de la novela son muy elocuentes:
«Desde el día en que los científicos lograron convertir los impulsos cerebrales en datos informáticos, empezó la cuenta atrás»
Watts, Anne. ¡Créeme! No es una novela. Es vuestro futuro. Editorial Soldesol, 2024, p. 176.
El desarrollo científico informático sin mesura, visto como una amenaza.
«La ciencia sin ética es lo que nos ha conducido al abismo»
Watts, Anne. ¡Créeme! No es una novela. Es vuestro futuro. Editorial Soldesol, 2024, p. 177.
Pero no es un alegato ludita ni anticientífico:
«Nuestra enemiga no es la ciencia, es la forma en que los poderosos se han apropiado de ella para tiranizarnos»
Es una novela muy dinámica. Moderna. Entronca con aquella premisa que dijo Bolaño: alternancia de tiempos, voces… ¡hasta de tipografías! No es una novela plana en la línea temporal ni en la voz narrativa. Claro, esto en sí mismo no configura una buena novela, pero cuando hay buena trama, buen trasfondo literario para leer entre líneas —y esta novela solo quiere ser leída entre líneas en 2025 y no en 2149—, supone un enriquecimiento mayor de la obra.
Entiendo que a toda distopía subyace una pregunta: ¿podríamos llegar a esa sociedad? No lo sé. La lectura de la obra tampoco me lo asegura. Ahora bien, lo que sí me queda clara es la tesis del autor. Podemos llegar a esa sociedad y la receta es:
«Un cóctel de hastío, miedo, desinformación y odio al diferente.»
Watts, Anne. ¡Créeme! No es una novela. Es vuestro futuro. Editorial Soldesol, 2024, p. 211.
Es una distopía que cuenta con una ventaja: es muy reciente. Sí, eso es una ventaja, porque tiene más ecos resonantes con nuestro mundo, que otras más antiguas. Por ejemplo, una distopía escrita hace treinta años, nos va alertar sobre las redes de telefonía móvil y cómo permiten localizarnos. Una distopía de hace veinte años nos alerta de los riesgos de la cibernética. Una distopía de 2024 te habla de redes sociales y bulos; de las posibilidades de una IA descontrolada; de ordenadores cuánticos capaces de controlar a todo el mundo en todas partes a todas horas… y claro, eso como ciudadano de 2025, te asusta más.
Una razón más para leerla, tal vez la principal: si lo que vaticina Hernández de Miguel se cumple, o se acerca, si tiene acaso algo de razón, este propio libro desparecerá en décadas posteriores, por inconveniente al guion oficial. Aprovechemos para leerlo, ahora que todavía podemos.
No conocía este blog, pero he visto esta reseña en la cuenta de Bluesky del autor de «¡Créeme!». Me encanta la forma de redactar, la ironía y también la profundidad de la reseña. Me ha divertido y me anima a comprar el libro. Espero que no me defraude
Me alegro, Pedro. Espero que disfrutes el libro.