La noche del profesor Andersen

La noche del profesor Andersen
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La noche del profesor Andersen, por Dag Solstad escrito en 1996. La ha editado este año Nørdica Libros (2023). Mi ejemplar es este.

Se trata de una novela muy psicológica. Un tipo de 55 años, separado sin hijos desde hace diez, el profesor Andersen, catedrático de Literatura, vive y está solo —sin tilde— en su casa en Nochebuena. Se sirve un coñac y mira distraídamente por la ventana. Es entonces cuando ve a un tipo estrangular a una mujer en el apartamento de enfrente.

Y no hace nada. No denuncia, no llama, no nada.

Queda paralizado por la indecisión.

Y aquí empieza el autor a escudriñar el proceso mental. Y no creas que como lector te reduce a un asiento en la grada y a mirar el espectáculo en la distancia. No. Te interpela de forma sutil: ¿qué harías tú? ¿Actuarías como un ciudadano modelo? ¿Te quedarías al margen? ¿Te podrían las dudas? ¿Te paralizarías?

Todo esto te lo empiezas a preguntar.

En este libro, lo importante no es la trama. El interés radica en la forma de contar lo que ha sucedido y ver el itinerario emocional del protagonista: desde la indecisión, la duda, la ansiedad, la justificación, la autoafirmación, etc.

De hecho, la trama queda muy al fondo. Casi es un decorado.

Trasfondo de La noche del profesor Andersen

El gran tema aquí es la cuestión moral. El profesor es testigo de un crimen —un asesinato, nada menos, no el robo de una tostadora— y no lo denuncia. Su conciencia empieza a hacer su trabajo y su intelecto busca darle la réplica. Quiere justificar por qué ha obrado en contra de toda moral establecida. Y en ese combate aparece la gran cuestión: ¿debe existir un estándar ético común a todos? ¿debe ser la moral una cuestión individual que no rinde cuentas a los demás? El profesor enfrenta un dilema: aceptar que existe una ética consuetudinaria y colectiva; la que exige denunciar un crimen, o crear una moral de contingencia —siempre al socaire de mis apetencias— y justificar cualquier comportamiento afortunado o no.

Se va a repetir en varias ocasiones:

«Nadie puede tener su propio Dios. Ni siquiera el ateo.»

Creo que el libro es un alegato de la polis. Una defensa de una moral colectiva —ética— frente a una élite intelectual (aquí intelectualoide) que desde su atalaya concibe una moral a la carta, cuyo ingrediente principal será siempre su capricho.

La soledad. El arraigo social, las ganas de encajar. La misantropía en discusión interna contra las ganas de que a alguien le importe cómo pasas la Nochebuena.

La noche del profesor Andersen

Casi todo es flujo de conciencia. Los monólogos internos del personaje copan buena parte del texto, en un truco de narratología que acentúa la sensación de soledad, dado que estás viendo a una persona en permanente diálogo consigo misma.

La edad. El paso de los años. Andersen, ya hemos dicho, tiene cincuenta y cinco años. En algunos pasajes fantasea con lo que en el libro se llama “el sueño de juventud con la Azafata” que simboliza aquí la mujer joven que cae seducida por un hombre mucho mayor que ella.

El profesor Andersen frecuenta un grupo de amigos, exitosos intelectuales. Tienen unas ideas de izquierda aburguesada, tal como los presenta el autor. Estudiantes contestatarios en su juventud, ahora señores y señoras maduros todos, contrarios a la OTAN y a la CEE. Esta lectura no deja de ser llamativa, vista desde 2023, con el norte de Europa ampliando su participación en el Tratado Atlántico, como movimiento ante la beligerante Rusia.

Las vanguardias artísticas ocupan la juventud del personaje. Contará su intento de adhesión como un esnobismo más, y no como un fruto de una vocación verdadera. Tal vez sea esa la opinión del autor sobre el periodo. No olvidemos que el protagonista tiene cincuenta y cinco años, que son los que contaba Solstad en 1996 al tiempo de publicar esta novela.

Hace un juicio crítico muy acerado contra el aburguesamiento. El profesor Anderson y su Bloomsbury a la noruega, terminan siendo parte del establishment intelectual y económico al que atacaban en su mocedad.

Es un libro muy filosófico. No tengo reparos en repetir que es un libro donde lo importante —el valor literario—, no está en la trama y los acontecimientos que se van sucediendo, sino en cómo cuenta lo que quiere transmitir, en entender las motivaciones del personaje o personajes; en comprender cómo piensan y por qué actúan como lo hacen. Esos libros tienden a gustarme. Sin embargo, no es menos cierto que incluso en los más interesantes campos de disertación, debe guardarse cierto esquema de proximidad con la trama, de lo contrario cabría suponer que estamos ante un ensayo de temática más o menos indefinida y preguntarse para qué queremos una trama.

En este libro, la distancia con la trama es excesiva. Hay veces que los flujos de conciencia y las conversaciones (en estilo indirecto) de los personajes están tan lejos de la trama que parecen digresiones, incluso aunque expliquen algún detalle de su personalidad. Creo que es síntoma de acierto saber plantear estos esquemas narrativos trascendentes y psicológicos sin desviarse tanto de la trama.

Se salva, no obstante, porque la trama es muy simple. Al final es fácil retomar el poco hilo que hay que recoger para seguir la pista.

Estilo

Narrador omnisciente. Estilo indirecto e indirecto libre, como es coherente con el propósito de la obra: analizar y poner a escurrir la psique del protagonista.

Es un libro cuasi experimental. Sin diálogos puros en estilo directo, sin división en episodios. Apenas hay una primera referencia a un diálogo en la página treinta, que no aporta gran cosa, y además ni siquiera sigue el esquema de guion largo e intervención, es decir, el directo, sino que el narrador cuenta esa conversación (estilo indirecto). Si eres un lector muy acostumbrado a bestsellers, esta novela te va a hacer sudar.

Oraciones de dieciséis líneas. Cuando crees que ya no puede haber otra subordinada salen dos más…

Se consigue hacer el retrato mental —y emocional— del protagonista. Nos presenta a un personaje contradictorio, como cualquier ser humano de carne y hueso. Esas contradicciones lo hacen real. Por ejemplo, como buen solitario, detesta la Navidad. Vive solo. Ni quiere ni necesita celebrarla, menos aún de forma vernácula, tradicional ni consuetudinaria. Sin embargo:

«Celebraba la Navidad. Sobre todo, porque sentía un fuerte malestar al pensar que podría haber hecho lo contrario.»

Personajes

El profesor Andersen es el protagonista. Es el decorado y el argumento principal de la obra. Es la novela misma.

Los personajes se reducen al profesor Andersen. Prácticamente es el único que puede gozar de tal dignidad. Los demás —su cuadrilla de amigos— son apenas meros actantes para contarle. Todos —Andersen y ellos— son petulantes y rezuman a progre descatalogado. Por ejemplo, tienen tal grado de vanidad, que enjuician su voto al sí o el no de la entrada de Noruega en la Unión Europea en función de si les hará parecer modernos o anticuados, no en si es bueno o no para el país.

Creo que Solstad atiza al establishment cultural con su novela. Personajes no comprometidos con sus ideales, —que predican pero no practican—, y de los que sólo les interesan las etiquetas que se pueden lucir de llamarse a sí mismos progresistas.

El profesor Andersen es un tipo lleno de contradicciones. Está amargado, esto es bastante evidente, y cae con demasiada facilidad en los brazos del alcohol. Son esas contradicciones las que hacen creíble el personaje y las que aportan cierto conflicto a un texto que sin ellas, carecería de pimienta.

«Eligió a Ibsen porque era sensato si uno pretendía hacer carrera como investigador literario en Noruega, naturalmente. Más tarde le sorprendió que él, que tanto despreciaba a los arribistas hubiera sido tan arribista eligiendo el tema de su tesina. Tal vez debería haberse dedicado a la literatura que le apasionaba, la de nuestro propio siglo, pero eso no se le ocurrió.»

Creo que el párrafo anterior sintetiza buena parte del libro. Ibsen, que simboliza Noruega y la literatura, dos rasgos identitarios del protagonista. Se ve lo pusilánime, ya que elige lo que le conviene en lugar de seguir su pasión. Se ve el arribismo del intelectual promedio, su materialismo burgués, una denuncia constante en el libro.

Símbolos y metáforas

Ya hemos comentado la de las azafatas y su significado.

También la Navidad juega una carta simbólica en esta obra. La Navidad como contraste con Andersen. Encuentro, concordia, amistad, unión, sociedad. Todo lo que Andersen no es. Sirve aquí la Navidad para, por contraste, dar realce a los rasgos del protagonista.

Mi impresión

Creo que no se trata de una novela. Es un ensayo sobre la conciencia. La conciencia que te dice si has obrado bien o mal, pero también la que te deja vivir reconciliado contigo mismo. Una voz que, para Solstad, no parece haber forma de poner en mute. Una que, en la frontera entre ateísmo y fe, hace dudar al más escéptico acerca de quién habla por esa voz que saliendo de mí, no piensa como yo, no me da la razón ni me ríe las gracias.

En mi opinión, el crimen es una excusa. Es un hecho contingente, inesperado, que sume al profesor en una duda, pero que a la vez es un catalizador, que abre la puerta a muchos otros dilemas internos sin resolver que arrastra.

Ese es el verdadero libro. Reflexiones sobre la moral y la ética enfrentadas al individualismo; disertaciones sobre la sociedad noruega de su tiempo. Sobre la literatura, el sentido de la vida, el nosce te ipsum, el individualismo y el materialismo, la felicidad, etc.

Un texto que, leído en esa clave, es muy apetecible.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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