Mis días en la librería Morisaki
Satoshi Yagisawa
2010
Editorial Letras de Plata
155 páginas
Preciosa novela breve y japonesa. Una de mis mejores lecturas. Nos cuenta la historia de Takako, una chica enamorada e inmersa en una relación carnal y sentimental con un compañero de trabajo, que la abandona un día como cualquier otro revelándole con total indiferencia que se casa con su novia de toda la vida —ignorada por ella— como quien se come una galleta con el café.
«Me caso», le dice. Dos palabras que suponen un martillazo a la vida amorosa de Takako; a su vida profesional —deja el trabajo, porque allí ve todos los días a su ex y a la futura esposa, desconocedora del affaire— y a su autoestima.
En su rescate llega Satoru. Es su tío. Un personaje excéntrico de mediana edad que regenta una pequeña librería familiar de segunda mano en Tokio: la librería Morisaki. Seis mil libros contemporáneos para abrir sendos mundos a Takako, que se verá invitada a echarle una mano en la tienda, mientras recibe asilo físico y espiritual en el desván de la planta superior. Takako no tiene ganas de aceptar esta propuesta, pero la quiebra técnica en que se encuentra su vida, obliga ciertos sacrificios.
Esa muchacha inapetente y deprimida cambia. El catalizador: empieza a leer. Cuando cambia tu contexto, cambia tu vida. Es un libro totalmente entregado a esa causa: la vida está siempre ahí fuera. Leer, viajar, socializar y tejer relaciones significa salir de uno mismo. Cuando tú mismo te has convertido en tu prisión, si tu vida es tu cárcel, salir de ti mismo es la salvación. Una novela con un arco dramático muy acentuado en sus personajes. Magnífica. Compleja en su sencillez.
Cuando cambia tu contexto, cambia tu vida. Es un libro totalmente entregado a esa causa: la vida está siempre ahí fuera.
Takako y su tío Satoru no pueden ser más dispares. Sin embargo, coinciden en bastantes cosas: su pasado común; rupturas amorosas que los han marcado; un pronunciado recogimiento que contrasta con una fuerte necesidad de relacionarse con los demás. Satoru ayuda a Takako, pero es Takako quien después ayuda a Satoru con la misma receta: escuchar, empatizar y acompañar.
Y es que esta novela habla del esfuerzo por conectar. Dice en la página 89:
«Es posible ser parientes, compañeros de escuela, o colegas de trabajo durante años, pero si no se hace un esfuerzo para conectar realmente con los demás, es como si no nos conociésemos de nada »
El autor nos sumerge en un barrio onírico. Real. Una calle repleta de librerías grandes y pequeñas, de editoriales, justo en la acera de enfrente de rascacielos de cristal y acero construidos a base de horas extras, de trajeados ejecutivos mal pagados o no. Un reducto de letras y cultura desafiando al capitalismo más voraz.
Es un barrio real, que existe en Tokio.
El libro habla de encontrar tu sitio en el mundo. Ese lugar, donde sentirnos plenos y serenos con nuestras voces interiores, se encuentra saliendo a su paso, no encerrados en nosotros mismos ni recreándonos en nuestro victimario.
Es una novela breve pero contundente. Una ficción tierna, sobre esas circunstancias en que no se sabe qué hacer con la propia vida, pero en las que tanto consuelo podemos encontrar en las personas que nos quieren bien. Yagisawa ha conseguido una obra —con narradora en primera persona— muy amena pero muy profunda. Y todo, con una exquisita atmósfera japonesa, pináculo de delicadeza, en la ciudad de los libros de Tokio. Un relato sobre la vida misma, pero también un cuento sobre libros, sobre escritores y librerías en un bullicioso barrio de libreros y anticuarios: Jinbocho. Permíteme que insista: una joya.
También es un texto de metaliteratura. Se mencionan decenas de autores japoneses, sus obras… Y es un libro que habla para —y de— los amantes de la lectura. Es una joya esta novela breve llena de amor por los libros. Y es que no solo se habla de autores y sus obras.
Se habla mucho de la gestión de una librería de antiguo, de esa atmósfera tan especial que sólo tienen esas pequeñas catedrales del libro, que tanto se parecen a un circunspecto galeón hundido.
La historia tiene querencia a los amores malhadados. Casi cualquier personaje que te presentan viene —o vive — de una historia de amor frustrada, con abandono, insatisfacción y falta de adaptación. Pero se sirve de ese halo para construir un argumento de optimismo sobre la sanación a través de quienes tenemos cerca, de quienes nos prestan sus oídos y su escucha activa. Es un libro optimista, un optimismo al que llega desde un viaje que zarpó de las entrañas mismas del pesimismo. La actitud ante la vida, cuenta tanto como la propia vida, parece querer significarnos Yagisawa.
Un libro para reflexionar. Como osadía me atrevería a decir que la librería Morisaki, la cafetería adyacente —escenario de no pocas secuencias en la historia—, todo el distrito de Jinbocho en su conjunto, son entendidos aquí como símbolos. Símbolos que representan las raíces que nos fijan y nos dan sentido. Los personajes, extraviados existenciales todos ellos por diversos motivos, terminan resolviendo sus problemas en ese regreso al origen, en esos arraigos que nos reencuentran con nosotros mismos y nos devuelven a la casilla de salida para poder marchar por una nueva senda.
Para Takako es Satoru, para Satoru son Takako y Momoko, para Momoko son Satoru y Takako…
Quienes están cerca tienen propiedades casi mágicas. Son quienes nos pueden restituir, reconfortar y reconstruir. Con ellos, podemos volver a ser. Volar lejos es tentador y enriquecedor, pero siempre necesitaremos un lugar al que volver, aunque solo sea para poder volver a partir.
Novela de extraordinaria profundidad, sencilla, breve y cargada de sensibilidad. Una lectura pero que muy recomendable.
Quiero destacar además el trabajo de edición. Una ilustración de portada magnífica. Un tacto y una calidad percibida muy agradable y esos detalles que se agradecen como lector, por ejemplo la letra capitular al principio de cada episodio. Muy buen trabajo del sello Plata, lanzado por Ediciones Urano.
Pingback: Una velada en la librería Morisaki Reseña