El maestro y Margarita. Mijáil Bulgákov

reseña el maestro y margarita
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El maestro y Margarita. Escrita por Mijaíl Bulgákov. Publicada en 1966. Mi edición pertenece a Editorial Navona. 500 páginas de extensión.

El maestro y Margarita. Pocas veces una novela me ha despertado más interés previo a su lectura. Por el consenso de la crítica. Por el halo de malditismo que la rodea. Porque John Katzenbach siempre la nombra sin titubeos como la mejor que ha leído. Por muchos vídeos y recomendaciones.

No defrauda. Si me pides una sola palabra: única.

¿De qué trata?

El diablo visita una Moscú soviética y atea. La del siglo XX. La historia empieza con dos ciudadanos, poeta y editor, que hacen gala en su diálogo de un ateísmo y bolchevismo de manual. A su cháchara se acerca un desconocido que entra en conversación de una manera enigmática. Entablan conversación sobre sus creencias de ultratumba y el extraño personaje afirma cosas que solo pueden ser propias de un loco. Sin embargo, se trata de un loco que parece saber cosas interiores de sus dos interlocutores a los que les va a pronosticar el futuro inmediato. Sus profecías se cumplen de manera sangrienta.

Así empieza este libro, original a rabiar.

De ahí pasamos al enlosado. Pilatos y Jesús tienen un diálogo desacostumbrado y desde luego muy diferente al ortodoxo, que recogen las Sagradas Escrituras. De nuevo, el libro es original como él solo.

Y así transcurre esta novela. A saltos entre la Moscú Bolchevique y la Jerusalén que vivió Poncio Pilatos. Un debate entre el bien y el mal en dos escenarios diferentes.

Volvemos a Moscú. El poeta, Iván, persigue al extraño personaje por la ciudad. La persecución es Kafkiana y sigue una ilógica ruta espacio-temporal. Entra, buscando a su demonio, en Massolit. Una sociedad de escritores en la que te pueden proporcionar unas vacaciones de una semana —para un relato o una novela corta— o de un año —para novelas de fuste o trilogías— siempre que pertenezcas a la consabida sociedad y seas poseedor de su lujoso carnet. Nada que ver con el talento literario. Massolit es una denuncia a tumba abierta contra los escritores vendidos al régimen y el corrupto estamento editorial en el estalinismo.

Tampoco aquí le da alcance. Es más, el estupor que se produce en la sociedad literaria da con Iván encerrado en un manicomio.

He aquí la mordacidad del autor. Bulgákov, enemistado con el Politburó, censurado a partir de 1930 ninguneado hasta el punto de que esta obra maestra no verá la luz hasta muchos años después de su muerte, denuncia así el oficio de escritor en la Unión Soviética, tan politizado y estatalizado como todo en esa distopía.

La historia avanza de manera extraña. Es un libro que es ciertamente exigente con el lector. Al barullo de lugares y situaciones hemos de añadir, la distancia temporal y cultural con aquellas escenas que se relatan y la ensaladilla de nombres casi endecasílabos llenos de cas, de uves y ches. Cuesta, pero bien merece la pena perseverar en este intramundo.

Asistimos a una secuencia de peripecias parecidas. Iremos conociendo más y más personajes que —como el poeta y el editor— acaban muertos o locos de atar después de su contacto con Valand —el diablo— y con sus nigrománticos acompañantes, un gato humanizado y unos cuantos adláteres más.

No es hasta el capítulo 13 que aparece el Maestro. Lo conocemos como un escritor en ciernes que escribe una novela y vive su gran historia de amor durante su concepción. Su obra será maltratada por la industria editorial soviética.

También vamos a conocer a Margarita. El gran personaje femenino de la novela, es el «crush» como se dice ahora, de Valand. Margarita tendrá que hacer ciertas ofrendas votivas, para lograr el favor de Valand con el Maestro, su amante extramarital. El Maestro y Margarita son un ejemplo de espíritu vivo, en medio de una Unión Soviética en la que todo lo escatológico estaba prohibido, perseguido y desprestigiado.

La novela de el Maestro versa acerca de Poncio Pilatos. Es una versión bastante diferente a la de las Sagradas Escrituras, resultando en una ucronía que busca conocer —o inventar— pasajes del hegémono que no se revelan en los Evangelios. Al margen de estos detalles, lo que Bulgákov consigue aquí es incrustar una novela dentro de otra. La de el Maestro, dentro de la suya propia. Y si te animas a leer este libro, verás cómo están conectadas ambas.

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Es un libro cargado de guiños. A Gógol, Chéjov, Tolstói, Dostoievski… También a elementos de la sociedad de su tiempo. No son guiños por hacer sino que complementan cada frase y le dan una profundidad simbólica a la obra que está a otro nivel. En este punto tengo que decir que para que no pasen inadvertidas por su sutileza (a menos que el lector sea un verdadero erudito) recomiendo encarecidamente la edición de Navona, que es una bendición. Contiene cincuenta gloriosas páginas de notas que encontrarás imprescindibles para beber todo el mensaje que Bulgákov escondió entre líneas. Es una edición tremendamente bien trabajada.

Es una crítica subrepticia. Descarada, pero imposible de demostrar. Por ejemplo, se sirve del personaje de Bengalski, presentador de una sala de espectáculos escénicos, cuyo papel en realidad es censurar y advertir las ideas del régimen respecto del espectáculo que se vaya a ver a continuación. Bulgákov expresa constantemente su aversión, su desprecio y asco sobre el sistema implantado en la Unión Soviética.

El episodio del Teatro de Variedades en Moscú es colosal. Creo haber leído pocas narraciones que me hayan creado un impacto igual. Sátira, conocimiento del género humano, ridiculización del espíritu bolchevique, crítica del sistema, antropología de lo escatológico, etc. Lo tiene todo. Es colosal. Me atrevo a apostar a que Stephen King concibió con la lectura de este episodio a su Leland Gaunt y su obra “La tienda”.

Es una obra muy moderna. Muy del gusto de la primera mitad del siglo XX. Rompe con los esquemas narrativos tradicionales. Muchas de las críticas al régimen soviético —propósito, argumento y fondo de esta novela— se hacen a través de sueños, delirios, escenas kafkianas.

MIJAÍL BULGÁKOV (Kiev, Ucrania, 1891 – Moscú, URSS, 1940) escribió esta novela entre 1929 y 1940, año en el que va a morir. Sin embargo, no será reconocida hasta 1967, puesto que —por sus sátiras sobre las costumbres del pueblo ruso y las maneras del régimen— desde 1930 la URSS le prohibió publicar. De los once años que le tomó escribir esta novela, diez los pasó siendo conocedor de su condición proscrita, lo cual tiñe de una acentuada amargura su sátira. A mayores, tener esta novela entre tus manos es un ejercicio de perseverancia y de amor al arte. ¿Para qué dedicar más de una década a escribir algo tan complejo si nunca verá la luz? Afortunadamente la fe de Bulgákov y su compromiso con su obra fueron más tenaces que sus perspectivas.

El resultado es un libro maestro. Sátira, fábula demoníaca, historia de amor y reflexión sobre la naturaleza humana y sobrehumana. El eterno combate entre el bien y el mal.

De la novela seduce su malditismo. Por ejemplo el decimotercer capítulo, —que fue prohibido en la publicación primera— se reproduce aquí y cuenta la vergonzosa realidad de la nacionalización de las joyas y divisas de todos los ciudadanos, que fueron despojados en sucesivas campañas entre 1928 y 1933 de todas sus pertenencias dinerarias o en forma de joyas. Fue muy valiente Bulgákov atreviéndose a contar estos desmanes de un régimen que no dudaba en castigar severamente a sus críticos. Gracias a escritores que son capaces de alzar su voz sobre y contra su tiempo, conocemos las épocas en todos sus matices.

La obra es un combate. Entre corazonadas esperanzadas y nigromancia. Entre amores y fenómenos diabólicos. Por un lado tenemos a Valand, el demonio, de visita en el Moscú ateo. Por otro, Margarita, mujer casada, pero enamorada de otro hombre, del “Maestro”. En medio de ese lodazal de fenómenos sobrenaturales que manda un rosario de personajes al sanatorio mental —o a la tumba— el amorío entre el Maestro y Margarita refulge como un diamante en una pocilga.

Hay una novela dentro de otra. Es decir, mientras lees la evolución de la trama, se intercalan capítulos de la pasión de Jesucristo y la participación en los hechos de Poncio Pilatos, que corresponderían a la novela de escaso tino y menos éxito que escribe el Maestro.

El personaje de Margarita es curioso. Es una especie de Madame Bobary a la rusa, pero envuelta en el halo de surrealismo que esta obra imprime. En un pasaje en que ella va a enloquecer, y viajar alrededor de Moscú aupada a una escoba voladora, entrará en una habitación donde dormía un niño al que asusta. Ella le va a decir de sí misma:

«Había una vez una mujer… No tenía hijos, y en general tampoco era feliz. Así que al principio lloraba mucho, y luego se volvió malvada…» Es decir, Bulgákov nos dice que su Margarita, casada con un próspero prohombre del régimen, era infeliz por un deseo de maternidad insatisfecho. Tal vez eso la hace caer enamorada del Maestro, —casi un menesteroso que vive en un sótano— todo lo opuesto al régimen que encarnaba arquetípicamente su marido.

Margarita pone los cuernos al Politburó con el pueblo.

Esta novela, en todo, está cargada de simbolismo como se puede ver.

Es un libro que habla también sobre la fe. La religiosidad. El sentido trascendente de la vida, el dolor… en un país que lo había prohibido. Como si una pulsión se pudiera acotar bajo el yugo del Estado. Valand dirá, en uno de sus pasajes:

«Entre ellas hay una que dice que cada uno recibirá en razón de su fe. ¡Que así sea! Usted se va al no ser y me será grato brindar por el ser con el cáliz en el que usted se va a convertir.»

El Maestro y Margarita (1966). Mijáil Bulgákov

Una edición excelente

A Navona y a la traductora Marta Rebón un diez. La lectura está perfectamente adaptada a un uso de lenguaje en registro culto pero más actual que el de antiguas ediciones que campan por ahí. Y a la editorial hay que reconocerle un esmero, casi de culto, que pone esta edición a la altura que merece la novela: formato, diseño, encuadernación y diseño te van a cautivar como amante de los libros.

En lo que al contenido se refiere, añade a esta excelente traducción un aparato crítico de cincuenta páginas que permite leer una novela tan complicada, con tantas referencias culturales, literarias, musicales, teatrales, históricas, etc. a un nivel más elevado.

En síntesis, lo mejor que puedo decir de esta edición es que permite un disfrute lector mayor que si lees otra edición.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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