Persecución de Toni Sala. 2019. Trotalibros (2023)

Persecución de Toni Sala
4.8
(37)

He leído comentarios de toda clase sobre este libro. Por algunas, intuía que sería una novela de acción, como de asesinos y comentarios por el estilo que me hicieron dudar de si sería una novela muy comercial, con las que por cierto también me llevo muy bien asumiendo que lo son antes de empezarlas.

Pero no lo es. Una novela comercial se enfoca exclusivamente en una trama muy esquemática —planteamiento, nudo y desenlace—, en la que constantemente sucedan cosas nuevas y sorprendentes. Fácil de seguir y difícil de soltar.

Aquí hay mucho más. Hay preocupación por dibujar personajes complejos y por desordenar los hechos. Hay intencionalidad trascendente al abordar temas sociales, morales… Y dicho sea de paso, hay preocupación por dar cierta belleza cruda a la prosa. No es contar la historia y ya está.

Terminada la lectura puedo decir que es un vapuleo. Es una disección de taxidermista a la condición humana y especialmente a la maldad que alberga. Humanizar al demonio, no para blanquearlo, sino para advertirnos: cuidado. El ángel que te sonríe en Tinder puede ser un psicópata, un descuartizador, un manipulador tóxico, etc. Cualquiera puede serlo tras cualquier máscara.

Nunca había leído a Toni Sala. Ahora sé que quiero leer más. Todo lo que haya publicado sería una medida cabal. Me ha parecido un escritor muy bueno.

Argumento de Persecución de Toni Sala

La novela arranca con un párrafo muy potente:

«Salí con un hombre durante un año, hasta que me enteré de que había matado a su mujer. Él mismo me lo dijo. Hacía diez años, con un cuchillo, y había pasado por la cárcel. No pude seguir escuchándolo. Lo acompañé hasta la puerta, le di su chaqueta, abrió y se marchó.»

Capta la atención del lector. Introduce perfectamente la trama. Eficacia y expresividad. El tándem prefecto.

La novela principia, como decimos, con una ruptura. Èlia dice a Albert Jordi que pone fin a su relación desde el momento mismo en que ha sabido que es un asesino ex convicto.

Los siguientes días son duros para Èlia. Ella estaba muy enganchada a Albert Jordi. Era su pasaporte a una vida de madurez y vejez acompañada, una puerta abierta a la maternidad que ya va agotando sus posibilidades, un compañero para todos los días. Añora lo que tenían y trata de ahogarlo buscando un reemplazo rápido que no aparece. Al final, decide buscarlo para ¿retomar la relación? ¿asegurarse de que ha tomado la decisión correcta? ¿quitarse las dudas que quedaron tras semejante confesión? O tal vez porque no soporta estar sola. La soledad del alma y la carne son más fuertes que su rechazo al asesino que le ha confesado ser. O tal vez la gestión de las dudas y las certezas. Lo iremos descubriendo con la lectura.

Pero Albert Jordi ha desaparecido. Se ha ido lejos, a perderse o a buscarse. En ese éxodo encontrará nuevos personajes que saldrán a su paso, presenciará un accidente y tomará nuevas decisiones que lo pondrán en una encrucijada muy difícil. Gente con la que estuvo en la cárcel vuelve a su vida y no es una compañía saludable. El cazador y la presa confunden sus papeles en esta novela con frecuencia.

Viendo el arranque y el argumento piensas en un thriller. En el vértigo de un page turner donde no puedes dejar de averiguar qué pasará después. Si te gustan esos libros veloces y de lectura fácil, este libro —y este autor— no van de ese palo. Esto no es un thriller, no es una novela de acción, ni es policial.

Estructura

Es una novela muy moderna. No sigue el hilo temporal de los hechos que relata, sino que nos desordena todo sobre el tapete en un juego de saltos temporales. Aquí se cuentan las consecuencias antes que las causas.

Es una novela que se puede disfrutar sin grandes desafíos. Requiere una lectura concentrada para absorber todas las reflexiones inhumadas en el relato, pero no exige altas dosis de erudición. Yo diría que es una lectura de dificultad media.

Estilo

Novela narrada en primera persona. Aparecen distintas voces narrativas, siempre homodoegéticas. Es decir, el narrador participa en las historias que cuenta.

Persecución de Toni Sala

Llena de vida y muy expresiva. Pocos diálogos para lo que acostumbra la literatura más comercial. Tiene viveza en el desarrollo de la acción sin renunciar a intensos diálogos internos de la narradora protagonista, casi flujos de conciencia. La psicología del personaje parece una preocupación de Sala, que se esmera porque comprendamos muy bien el plano emocional desde el que la mujer enfoca la realidad.

Llama la atención cierta intención poética de su prosa. El padre de la protagonista se ahogó en el mar. Ella elucubra en un momento dado sobre si también la mujer a la que mató su ex pareja, también acabó en el fondo del mar. A partir de aquí fabula un crucero submarino con los dos cadáveres juntos, de lo más morboso, pero a la vez, lleno de simbolismo y musicalidad.

Novela cruda pero expresión bella.

Ya que hablamos del estilo, diré que es muy descriptivo. Especialmente en lo tocante a paisajes, espacios naturales, etc. El autor no teme dedicar varias páginas a describir una ruta de senderismo con todo lujo de consideraciones biológico naturales. Ralentiza la historia un poco pero como estamos envueltos en una prosa muy bien trabajada, no tenemos ninguna prisa. El anticlímax, en novelas bien escritas, no es ningún lapso, porque no son novelas rendidas a la tensión narrativa como único argumento.

Las metáforas suelen ser con elementos de la naturaleza. Por ejemplo, la herida con que Albert Jordi mata a su mujer, por su condición sangrante, se compara con el magma que emerge de un volcán, el de la Crosa de Sant Dalmai. Hay muchas más referencias similares a esta a lo largo del texto.

Escribe con belleza. Su manera de narrar elige siempre el camino más estético, sin recargar, pero con un talento que se deja notar en frases redondas y verdaderamente brillantes que salen al paso al lector cada poco:

«Estábamos más solos cuando estábamos juntos que cuando estábamos solos»

Asiento la afirmación anterior en otro ejemplo:

«Flores… Tumbas floridas, jardineras de huesos, jardines de tumbas, bosques de tumbas, casas, ciudades, tumbas como rascacielos siempre floridas, tumbas de flores con cementerios dentro, tumbas como jaulas de flores, esqueletos floridos, huesos con pétalos, una floración espesa de colores que crece, que revienta los ataúdes y los nichos, que se desborda…»

Ese uso de la anáfora. Esa secuencia de comparaciones oximorónicas entre flores y ataúdes, vida y putrefacción.

No es un contador de historias tipo best seller. Es un escritor literario. Creo que queda probado en sucesivos ejemplos y en tantos otros que se podrían anotar.

El registro es accesible. Aunque hemos denotado una intención estética, es justo decir que se huye de florituras y de artificios innecesarios. No ejercita una prosa lírica. Es directa, y además los temas y las metáforas son más naturalistas y contundentes que bellos.

En la página doscientos diecisiete utiliza el término extravertida. En lugar de la forma no culta —que ha llegado a ser aceptada por aclamación popular— “extro”. Nos vamos encontrando por el camino sorpresas así, de escritor aquilatado, que emerge en la sombra de esa narración, seca, dura y potente que salta a primera vista.

Los personajes

La voz narrativa de Èlia es muy cercana. Muy sensible. Su relato te llega casi en flujo de conciencia. Es como estar dentro de su cabeza, saltando de tema en tema a través de asociaciones conceptuales, unas más lógicas y otras más contingentes. Es una mujer fuerte y débil al mismo tiempo. No cabe duda de que para salir de una familia muy modesta, y acabar montando un negocio con local propio, empleados, etc. se requiere fortaleza de carácter. Sin embargo, también es débil por la forma en que se relaciona con los hombres, una relación que finge ser desinhibida y carnal y que en realidad apunta a maneras sumisas y permisivas por miedo a verse sola a una edad en la que —tal vez algo tarde— coquetea con el sueño de tener hijos.

La voz narrativa de Albert Jordi es más estructural. Está más enfocada a contar su relato con orden, aunque también te va desgranando el tipo de persona que es y la oscuridad que porta consigo. Relata el asesinato que comete —esto no es un spoiler si atendemos a la primera línea del libro— con una distancia moral y emocional que sugiere cierta psicopatía, aunque también presenta otros rasgos el personaje, que disienten de tal diagnóstico. Es un asesinato que dentro de las taxonomías actuales se podría considerar machista. De hecho, cualquier cosa del personaje puede dotarse de tal adjetivo, dado que él mismo se encarga de aclarar al lector que sólo quiere las mujeres para el sexo y que ser el vaciadero de los varones es la razón de existir de estas según su abyecto punto de vista.

Mercury y Andrés, también ex convictos. Machistas, un poco garrulos, mafiosos y peligrosos. Van de amigos de Albert Jordi pero su amistad nació a base de violaciones en la cárceles. Personajes secundarios muy bien dibujados. Son violentos, atrabiliarios, despiadados y salvajes. Los personajes han de ser contradictorios consigo mismos para resultar reales. Mercury tiene un sentido de la moral de lo más peculiar: mata inmigrantes africanos a palos como buen racista, pero se escandaliza si Albert Jordi no valora y agradece con lealtad que lo haya invitado a comer y a dar un paseo con barra libre de drogas. Toma bastante protagonismo, incluso es voz narrativa de tantas páginas como el que más en esta novela. Con él, Toni Sala reflexionará acerca de los orígenes de la delincuencia violenta, situados en una familia disfuncional aderezada con pasajes trágicos. En este sentido no aporta nada nuevo, pero es que tal vez la realidad sea esa y no hay mucho que inventar. Es un personaje incapaz de relacionarse con normalidad. Hasta su inseparable Andrés recibirá de él los peores improperios. Fracasa en todas sus relaciones: con su padre, su madre, su pareja, su hermano gemelo… El odio ocupa todo el espectro de Mercury. Es un personaje y narrador muy incómodo para lectores sensibles. Relata cosas que son difíciles de tragar, pero en mi opinión, son cosas que desgraciadamente pasan en el mundo real y la literatura tiene que recogerlas si quiere hacer el mosaico completo. Pero bueno, para quien sea un lector sensible, lo apuntaremos. Aparece también la voz narrativa de Mercury. A través del él, Sala pone en duda toda la filosofía penitenciaria del Estado español y de las democracias occidentales. Mercury sólo sabe obrar el mal e incita a quienes le rodean a hacerlo. Es el vórtice de un huracán de delitos violentos. Perdido para la sociedad e irrecuperable. Añade interés a la trama por guiar a Albert Jordi a un negocio de extorsiones y secuestros. Mercury, como decimos, es voz narrativa. Es una mujer de mediana edad, —hasta la página 376, el libro tiene 389, no descubre el lector que se llama Teresa—, es la recepcionista en un hotel en el que se aloja Albert Jordi durante su espantada. Es una mujer que se enamoró y quiso que fuera para siempre pero se acabó. Tuvo un trabajo de azafata de aerolínea que ha idealizado. Quiso que ese trabajo fuera para siempre y la aerolínea quebró. En el presente de la narración es una mujer desubicada, desarraigada promiscua y que se echa en brazos de relaciones esporádicas con más ansiedad que criterio. Se ve a sí misma como una especie de Ana Francis para hombres devastados por la vida. Dedica su vida a rehabilitar psicológicamente —ella así lo cree— a cuantos se cruzan por su camino. Con Teresa el autor explora la mente y el alma de una mujer que interpreta las relaciones de pareja no como un acuerdo inter pares, sino como una relación casi de institutriz. Una mujer sin ningún valor para los hombres que se acuestan con ella porque está disponible, que trata de engañarse a sí misma contándose un relato deformado de cada relación, en el que se atribuye un papel de importancia para esos hombres. En el fondo ella es consciente de esta realidad, lo que da una profundidad enorme al personaje:

«No eran mis amores. Eran mis fantasmas.»

Contexto social

La novela refleja el pulso de su tiempo. La burbuja inmobiliaria; sociedad catalana partida alrededor del procés; las dificultades del panorama laboral; los efectos de la crisis económica, la burbuja inmobiliaria, etc. Una sociedad ya muy digitalizada. Una Cataluña atiborrada de turistas en sus playas. También refleja los atentados terroristas en las Ramblas en 2017. Es una novela muy hija de su tiempo.

Unos temas son más decorado al fondo. Otros, como los acontecimientos políticos de la Cataluña de 2017, cobran parte activa en el devenir de los acontecimientos que ocupan esta historia. En la novela, los personajes tienen un posicionamiento claro sobre la cuestión catalana. Los personajes que están en disposición de tener una opinión ciudadana, claro. A los psicópatas que participan del relato, que no aprecian la vida humana, no les preocupa nada.

Trasfondo

No es una novela consagrada a un tema. Sin embargo, al fondo van asomándose diferentes elementos que, si se hubiera ceñido a seguir una trama, podrían haber sido eliminados y, sin embargo, aparecen y aportan un matiz crítico que nos habla de una intención de Sala de reflejar diferentes realidades sociales.

Es un texto muy crítico con su tiempo. Esto la aleja bastante de los best seller y libros facilones. El resto de distancia la pone el estilo y la manera de contar.

Por ejemplo, se detiene en la burbuja inmobiliaria. Al ser Èlia una agente de la propiedad inmobiliaria y dueña de su propia agencia, se permite Sala “colar” no pocas referencias a la España del boom de la burbuja inmobiliaria, unas más a título crítico, otras más de carácter enunciativo. Ofrece un punto de vista, el de Èlia, que es muy interesante. Ella encarna a una agente inmobiliaria que no se arruinó —no pasó de las comisiones ya golosas a la ambición de la compraventa de inversiones en obra nueva donde muchos se ahogaron al pararse estas— y ahora tiene remordimientos de clase por no haber caído como otros. También se siente responsable, aun sin ser culpable, de la difícil situación en que se ven sus antiguos clientes con los bancos. Creo que refleja muy bien una parte importante de lo que se vivió durante la burbuja.

Las relaciones de pareja actuales también se observan. La protagonista, una mujer de unos cuarenta años, no tiene asideros sociales pese a tener una vida plenamente integrada. Esto es: tiene amistades, un trabajo de cara al público en el que conoce personas a diario, compañeros… sin embargo a la hora de buscar pareja no se plantea ningún caladero más que la aplicación de citas de su teléfono, lo que es un eufemismo de Tinder. ¿Se constata una realidad o es algo que nos está queriendo decir el autor? Yo lo ignoro, pero intencionalmente o no, yo extraigo el corolario siguiente: las relaciones sociales o han desaparecido tras la máscara digital, o bien, —como en el caso de la protagonista—, estando ahí, han sido vaciadas de contenido.

Es una novela incómoda para lectores sensibles. Yo diría que toda Literatura de verdad, será incómoda para lectores de piel fina, pero esto ya es un apunte personal. Si queremos asomarnos al alma humana, hemos de estar dispuestos a mirar en los rincones más nigérrimos. No se puede leer la Biblia saltándose la crucifixión. Este libro te enseña personajes que matan, que son machistas, racistas… que además son personas normales y corrientes como lo son el noventa por ciento de los asesinos. Gente que te puedes cruzar por la calle sin ningún rasgo que las diferencie. A este respecto me recuerda —y recomiendo—, la novela Plenilunio de Muñoz Molina, entregada a esta cuestión.

También se trata la cuestión de la lectura. Esto por mucho que quiera esmerarme como reseñador se explica mejor desde el propio texto, que en su página cuarenta y nueve nos dice:

«Los clientes se hacían castillos de libros, se encerraban dentro y planeaban sus guerras de papel contra el mundo de una forma mucho más sistemática y elaborada que en el Facebook, más subterránea y convencida. Contemplaban el mundo desde su torre, pero los tiempos habían cambiado, el mundo de los libros se hundía, cada día vendíamos menos y ellos no lo veían, no veían los montones más bajos, no conocían los números, no se daban cuenta de que se reunían en aquella gran librería para sentirse juntos, los pocos que quedaban, como al final de un asedio, con el antifaz del libro delante de los ojos. Fuera de su mundo cada vez más reducido, la escritura se había vuelto oral y la oralidad se había vuelto escrita. Con internet, los programas y las respuestas robot, las fake news a la carta, la desinformación y el caos, la certeza volvía a inclinarse hacia la corporalidad y la sangre. ¡Qué esfuerzos tenían que hacer para contenerse! No veían que no les serviría de nada, el conocimiento había cambiado de dueño, su plantilla dibujaba un mundo diferente. Todo lo que entraba en internet pasaba a otro mundo»

Sala connota:

  • Pesimismo alrededor del índice lector de la población.
  • Responsabilidad de las redes sociales como agentes simplificadores de nuestra capacidad para barajar conceptos complejos y extensos: «Los libros complicados ya no se vendían» (pág. 50)

De nuevo, otro palo a la digitalización.

Quiero insistir en que hay cierta vocación estética. Sala no quiere escribir la historia y ya está. Quiere —y puede— contarla de la mejor manera:

«Habría avanzado mi vida un año, habría subido a la habitación, me habría tumbado en la cama y que pasara un año, y cuando volviera abrir los ojos fuera el verano de 2018. Que alguien me explique la diferencia entre vivir y haber vivido. ¿Y por qué un año? Cinco, diez, treinta años. Subir a la habitación, tumbarme y despertarme justo antes de morirme, con el pasado ya hecho.» (pág. 56)

¿Qué aprendemos con Persecución de Toni Sala?

Una reflexión sobre la maldad y la muerte.

Aborda el valor de la conciencia. Este libro es duro porque hay personajes de conducta extrema. Asesinos, violadores, secuestradores, pedófilos…

Comparten un rasgo en común: justifican sus actos. La mayoría de las veces con sofismas, y cuando no pueden, directamente con el mayor cinismo. Procaces y desalmados.

En los hermanos Karamazov, un personaje dice:

«Me he dado cuenta de que cuanto más amo a la humanidad, menos amo a cada ser humano en concreto»

Esto sucede a estos personajes. Que si el cambio climático; que si la camaradería con los compañeros del talego; que si el planeta y las generaciones venideras, que si los niños, que si el egoísmo de los padres… pero al que tienen al lado le hacen la vida imposible o directamente lo violan, lo matan, lo extorsionan…

Esto, salvando las distancias, constituye una expresión de nuestro tiempo. Época de idealismos, de buenismos y moralinas de todos los colores, pero ninguno de esos leguleyos le baja un cartón de leche al pobre que duerme en el parque.

Las personas no cambian. Esa es otra de las constantes de la novela. Pueden modularse, reinsertarse si se prefiere decir así, pero nada de eso significa que haya habido un cambio. Insisto en mi impresión de que esta novela proyecta una total desconfianza en el sistema de reinserción del preso.

La novela es una enorme reflexión sobre la muerte. Un fenómeno que causa más estupor en los vivos que en el/los propio muerto. Sala lo resume así:

«Tu muerte y la de los demás son más de la otra vida que de esta. Empieza aquí, pero se acaba allí, en el mundo que no existe. Empieza aquí y no se acaba».

Este es el nivel de esta novela. Y es muy alto. A mí desde luego me ha descubierto un buen autor y me quedo con las ganas de leer más de Toni Sala.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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