Reseña de Dictadores de Frank Dikötter

Dictadores de Frank Dikötter
4.7
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Dictadores de Frank Dikötter. El culto a la personalidad en el Siglo XX es el subtítulo de la obra. Se trata de un ensayo escrito por el autor holandés Frank Dikötter en 2018 y publicado ahora por la editorial Acantilado.

¿Uno de los ensayos políticos más interesantes del año? Más que probable.

Este libro analiza el culto al individuo. Su importancia dentro de los regímenes dictatoriales del pasado siglo. Tradicionalmente, el culto al líder era visto como un subproducto de la tiranía.

Dikötter viene a sacarnos del error. Va a poner el culto a la personalidad en el primer lugar de la escena, como una herramienta clave para justificar la perdurabilidad del líder al frente del Estado.

¿Es más importante que te teman o que te amen?

Con esta pregunta se inicia el libro en un prefacio que me ha parecido excelente.

La tesis: que te teman es importante. Que te adoren, es decisivo. En la Unión Soviética, por citar un ejemplo paradigmático, millones de ciudadanos eran completamente analfabetos. No podían entender los complejos postulados políticos no sociológicos del marxismo. Ni siquiera podían leer la palabra comunismo. ¿Cómo pudieron ser acérrimos defensores de este régimen? Adorando a Stalin: lo consideraron su mesías, a base de propaganda y terror. El corolario: el la URSS es más importante ser estalinista que ser comunista. Ser estalinista era tanto como ser comunista y viceversa. “El Estado soy yo” dijo Luis XIV. Stalin pudo decir el comunismo soy yo. Durante unos años, Hitler aseguró que el Reich era él. Sin miedo, no hay culto a la personalidad.

Extrapola esta conclusión a todos los escenarios. Todos los dictadores han invertido ingentes esfuerzos en labrarse una opinión pública favorable, o aparentemente favorable cuando tal adhesión no era real. Aquí el miedo es la bisagra.

Al poder se llegaba con violencia. La represión te mantenía en él. Pero era carísima de ejercer y más pronto que tarde acababas derrocado. Los potentes trabajos de ingeniería social de los mayores dictadores del siglo XX supieron ver que si el pueblo les seguía —o simulaba hacerlo— podrían perpetuarse en el poder.

Golums en el mundo real.

Estructura

El prefacio asienta lo que he comentado. Después, se da paso a ocho capítulos para sendos dictadores. Un postfacio cierra el círculo.

Mussolini

A Mussolini lo describe como un narcisista redomado. Periodista vinculado en sus inicios al partido socialista de Italia, en apenas unos años pasaría a fundar un partido político, el fascista, consagrado a la tarea de erradicar el socialismo de Italia. Es decir, era un tipo sin más compromiso que consigo mismo, no con ninguna ideología política. Obsesionado con los posibles rivales. Supo ver —experto en comunicación como era— el impacto que tenía en las masas el boato y el show idolátrico. Como buen manipulador de masas, se preocupó mucho por controlar las escuelas, las infancias. El día de mañana le habrían de provocar, cuando no files fanáticos, al menos castrados opositores.

Hitler

Hitler es el paradigma del culto a la personalidad. No se puede negar, hay hasta vídeos, que Hitler tenía cierto don retórico y dialéctico. El problema es que era un don contenido en un personaje acomplejado, mútilo en tantos aspectos, rechazado y con una colección de fracasos personales que le dotaban de un odio superior.

«Pero el mayor arquitecto del culto a la personalidad fue el propio Hitler: actor principal, director de escena, orador y publicista, todo en uno. Trabajaba sin cesar en su propia imagen.»

«Hitler era un maestro del disfraz. Ocultaba su personalidad tras una imagen cuidadosamente elaborada de hombre modesto, gentil y sencillo.»

Stalin

Salimos de Málaga y nos metemos en Malagón. Stalin heredaba el poder del verdadero mesías comunista, Lenin, pero sin una pizca de su carisma y con Trotski dando la lata y discutiendo su poder. Stalin no tenía buena oratoria, ni buena voz. Tampoco era un intelectual.

No tenía aura. Carecía de carisma, si se prefiere decir así. Llegó al poder porque Lenin lo puso ahí en 1922 contra la opinión de Trotski. En 1923 sugirió la conveniencia de relevarlo del puesto.

Mao

Mao fue un aprendiz de Stalin que desarrolló estilo propio. El esquema es el mismo. Ascenso al poder, carácter taciturno cuando conviene y expansivo en igual criterio. Llega al mando del Partido, lo convierte en partido único y una vez ahí, la purga. Purgar consiste en eliminar toda disidencia. Pensamiento único. Desde aquí, todo es converger. ¿Dónde? En el culto a su persona. Mao en todas las cosas.

El capítulo de Mao me parece de los mejores. ¿Por qué? Porque dada la naturaleza del ensayo —que no es un resumen de sus mandatos sino una mirada concentrada en el carácter megalómano y ególatra de sus personalidades y el impacto que esto buscaba tener en la población—, en Mao se concentra muchísimo en este aspecto. Mao tuvo que enfrentar las críticas de su superior —la URSS de Nikita Jrushchov— a los aires de grandeza de Iosif Stalin, sus purgas y sus delirios de grandeza. Aquel giro obligaba a Mao a contener su narcisismo. Se cuenta cómo lucho el chino para doblegar el brazo soviético y reivindicar la importancia y beneficios del culto a su personalidad. Así, sin anestesia.

Kim Il-sung

Otro emancipador patrio. Otro mesías cuyos genes siguen atormentando en este caso a su país. Un parto a medias entre Mao y Stalin. Un subproducto del reparto mundial que hicieron —con más soberbia que acierto— en los años cuarenta los vencedores de la II Guerra Mundial. Un calco de sus padres intelectuales, a excepción de ese oxímoron de ser comunista y dinástico al mismo tiempo. Desde 1948 su familia hereda el poder que Il-sung alcanzó entonces.

Duvalier

Este es uno de los capítulos más sorprendentes del ensayo. Haití nos pilla más retirado que Alemania o Italia. Su dictador no es tan conocido como Stalin o Mao. Los norcoreanos, con el nietísimo al frente y amenaza nuclear se tienen más presentes. A Duvalier casi no lo conocía. Y eriza el pelo. Tiene un punto vudú, esotérico y tenebroso que intimida.

Respecto al culto a la personalidad, el más flojo. Obligaba a todo quisque a dorarle la píldora, eso sí, pero nadie lo adulaba tanto como él mismo a su propia persona.

Ceaușescu

Un tipo bajito y con mala baba. Dice el autor, que era muy susceptible en torno a todo lo que tuviera que ver con tamaño y él mismo. Por eso embargó a su país para construir una obra faraónica inacabada: el Palacio del Pueblo. El edificio administrativo más grande del mundo.

«Ceaușescu era un hombre convencido, un fanático, que halló en la ideología una clave aparentemente sencilla para comprender un mundo complicado»

Mengistu

Este líder etíope fue un comunista con aires principescos. Más bien, se aupó al poder con la excusa del comunismo, ya que ideológicamente tampoco se le vio muy preocupado por trazar un proyecto político u otro. Su proyecto era él mismo.

Dictadores de Frank Dikötter. La edición de Acantilado

Como no puede ser de otra manera: edición crítica. Anotaciones a pie de página. Índice de referencias, veinte páginas de bibliografía… Estamos ante un libro muy bien trabajado.

Es un libro muy serio. Muy trabajado. No hay página en las que no encuentres tres o cuatro anotaciones al pie, refrendo de casi toda la información que te va soltando. Esto, en un libro de más de trescientas páginas te pone sobre el cálculo de algo más de mil referencias.

Estilo

Es un libro de altura. Un libro de gran peso histórico, con muchos datos y referencias históricas, políticas, culturales y de todo tipo. Si quieres, es un libro de cierta erudición.

Pero es un libro asequible al lector medio. Esto es, cualquier interesado sin formación previa —ni en historia, política, filosofía—, puede entender el mensaje de este ensayo y todas sus reflexiones.

No es un texto de comprensión difícil.

Un ensayo denso, profundo, que además, es para todos. Me parece un acierto haber apostado por este trabajo del autor holandés y la traducción es realmente buena, porque en todo momento tienes la sensación de estar entendiendo todo con naturalidad y precisión.

Hay una concatenación que da hilo narrativo al texto. En realidad no la necesita, —en tanto que ensayo—, pero es un recurso que aporta estilo. Es decir, si empieza con Mussolini, el capítulo siguiente —Hitler— arrancará con una declaración admirativa del Nazi sobre Mussolini. En el siguiente episodio —dedicado a Stalin— habrá no pocas referencias a Hitler y terminará con los fastos del septuagésimo cumpleaños de Stalin, a los que asistió Mao y que será el punto de partida del siguiente tramo, dedicado precisamente al dictador chino.

Como si el autor nos dijera: entre ellos se reconocen.

¿Qué aprendemos de este ensayo?

Dictadores de Frank Dikötter

Qué es el culto a la personalidad. Se refiere a la exaltación excesiva y reverencia hacia una figura pública, a menudo un líder político. Puede tener impactos negativos, limitando la crítica y promoviendo la adoración ciega. Es importante mantener un análisis objetivo de las figuras públicas para fomentar un debate saludable y evitar la concentración excesiva de poder.

El culto a la personalidad es doblemente necesario. En primer lugar lo necesita el dictador para acumular poder, para justificar su ascenso y control desmedido como caudillo. De todo el poder. Pero el culto a la personalidad es también fundamental para sobrevivir al caudillo cuando es derrocado. Es ese culto que le hace merecedor de toda gracia y don el mismo que le hace cargar con toda la culpa y la ignominia. Necesario para seguir viviendo en una sociedad que contiene a los mismos que lo auparon y lo aplaudieron. El libro es hábil tocando esta tecla. Se cita un importante estudio de Sebastian Haffner, periodista e historiador alemán, que calculó que en 1939 más de un 90% de la población era partidario de su führer. ¿Qué pasó con toda esa gente tras la debacle? ¿Cargó con su culpa alícuota? No. Todo había sido culpa del dios maldito, de Hitler, de Mussolini… Encarnaron toda la gloria y todo el deshonor, para que el pueblo pudiera quedar libre de su propia responsabilidad.

El culto a la personalidad ciega al pueblo. Al líder, lo protege de sus errores.

«La gente culpaba al partido, no a Hitler» «Si Hitler lo supiera» decían los alemanes ante los desmanes de sus subordinados, como si el führer fuera ajeno o no fuera el ideólogo responsable de los mismos. En el capítulo de Mussolini se relata exactamente lo mismo: «Si el Duce lo supiera».

Las personas se enamoran de personas, no de ideas. Siguen a personas, no a ideologías. Necesitamos materializar las ideas abstractas en personas que las encarnen. Cuando aparecen, las ideas cobran vida y entonces aparecen los borregos que siguen al pastor.

El culto a la personalidad es un círculo vicioso. De él extrae el dictador todo su apoyo para ascender. De él extrae también la esclavitud que le obliga a ir por más y más hasta embarcarse en proyectos inabarcables.

Ideología: Explicación simplista de un mundo complicado. El autor expresa ese rasgos común en todos los personajes analizados y por ende, da esa definición como corolario de lo que son todas las ideologías.

Los tiranos, al principio, siempre viajan ocultos. Como polizones subidos al vagón de las ideologías —siempre simplistas y fáciles de tragar por la masa— de las que dicen ser humildes servidores y apasionados. Esto les vale el favor de los incautos. Una vez consiguen auparse a los mandos, se olvidan de las ideologías que dicen representar y su persona acapara todo el espacio político, dialéctico (la dialéctica en realidad desaparece) y colectivo. Cuanto más cacarea el gallo que sirve a las ideas, más interés tiene en servirse a sí mismo.

El culto a la personalidad puede explicarse desde fenómenos psicológicos. Los que yo extraigo de esta lectura son:

1. Necesidad de identificación: Las personas tienden a identificarse con figuras carismáticas y poderosas, buscando seguridad y pertenencia a través de la conexión emocional con líderes fuertes.

2. Deseo de liderazgo fuerte: En situaciones de incertidumbre o crisis, las personas a menudo buscan liderazgo fuerte y directivo como una forma de guía y protección.

3. Cognición Social: La cognición social implica la forma en que percibimos y procesamos la información social. La simplificación cognitiva puede llevar a la idealización de líderes y a la aceptación acrítica de sus acciones.

4. Conformidad y Presión Social: La presión social puede llevar a la conformidad, donde las personas adoptan las opiniones y actitudes de la mayoría. Esto puede contribuir al mantenimiento del culto a la personalidad.

5. Necesidad de Significado: Las personas buscan significado y propósito en sus vidas, y a veces lo encuentran en la figura de un líder carismático que promete soluciones a problemas complejos.

6. Miedo y Control: En situaciones de miedo o inseguridad, la gente puede estar más inclinada a seguir líderes que prometen soluciones rápidas y control sobre situaciones difíciles.

Estos factores psicológicos pueden interactuar de diversas maneras, contribuyendo a la formación y mantenimiento del culto a la personalidad en diferentes contextos culturales y políticos.

De todos, nos dice Dikötter, el miedo es esencial. Sin infundir miedo no se puede llegar al culto a la personalidad. Como muestra, expone, tantos lugares en los que muerto o depuesto el dictador aparecen feroces reacciones y denuncias, revelando que lo que parecía una opinión unánime de apoyo, no era sino una masa de personas atemorizadas incapaces de mostrar su verdadera opinión por miedo a las represalias.

La receta para saber detectar el culto a la personalidad:

Cuando no se puede distinguir entre las gentes. Cuando por miedo no se puede disentir. Entonces no sabes si las alabanzas son ciertas o fingidas. Si los orgasmos del pueblo son fruto de una pasión o excitación real o representaciones nacidas del temor a una pareja tóxica y narcisista.

El verdadero valor de este libro

¿Cuál es el verdadero valor de este libro? Más allá del análisis del culto a la personalidad, este trabajo nos invita a aprender del pasado.

Nos muestra conatos de dictaduras hogaño. China, Turquía, Corea del Norte (aunque esta es procaz y cínica)… guardan rasgos comunes con los dictadores históricos que hemos leído en el texto. Países en los que el líder político es mucho más que un simple político.

Un exhorto a la vigilancia. El poder se puede robar con facilidad, y más aun, si se parte de democracias que a veces confunden garantías y libertades, sensibilidades y pluralidad, con tibieza en la defensa de sus márgenes.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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