El subastador es la única novela escrita por Joan Samson a finales de 1975. A primeros de 1976, la autora encontró la muerte a causa de un cáncer que se la llevó a los 39 años de edad, dejando una sensación de talento perdido para las letras. En efecto, Joan Samson falleció de cáncer cerebral el 27 de febrero de 1976, apenas cinco semanas después de la publicación de «The Auctioneer«.
El subastador es una novela de culto en el género de terror de la década de los setenta y ahora la podemos disfrutar en esta edición que llega de la mano de la Editorial Minotauro.
En cuanto te dé una pista de qué trata, te acordarás de Leland Gaunt, que llega a Castle Rock y abre Cosas Necesarias, aquel establecimiento que dio vida en 1991 a la novela La tienda de Stephen King, una de mis preferidas del genio de Maine. Esta novela comparte muchos elementos con El subastador.
Esta novela nos invita a reflexionar sobre la verdadera importancia de nuestros bienes materiales, la solidez de nuestras conexiones emocionales y los riesgos de depositar nuestra confianza ciegamente en aquellos que detentan el poder. La figura del subastador nos ofrece una visión inquietante de cómo la ambición desenfrenada puede erosionar lo que más apreciamos en la vida. Esta obra es ideal para lectores que buscan historias que desafíen su perspectiva, que exploren las complejidades de la condición humana y que los sumerjan en una atmósfera envolvente y emocionalmente resonante.
Benditos años 70’
Considerarla una novela de culto en el terror de los años 70, son palabras mayores. La década de los años 70 fue crucial para el desarrollo de la literatura de terror, con obras que siguen siendo referentes del género. Entre ellas destaca *El exorcista* de William Peter Blatty, que no solo aterrorizó a sus lectores, sino que también cimentó el terror psicológico en la narrativa. En esa misma década, Stephen King irrumpió con fuerza en el panorama literario con Carrie y El resplandor, novelas que redefinirían el miedo moderno y su relación con la mente humana. Otros autores también contribuyeron con clásicos como La casa de los mil pasillos de Richard Matheson, que exploró la ansiedad y la paranoia en ambientes cerrados, o El hombre de los ojos grises de Gilbert de B. Deane, que introdujo un terror más psicológico. El último escalón de Thomas Tryon y El regreso de los muertos vivientes de John Russo ampliaron las fronteras del terror, fusionando elementos de lo sobrenatural con lo macabro. Obras como Soy leyenda de Richard Matheson también marcaron el camino para el horror apocalíptico, mientras que The Shambler from the Stars de Robert Bloch continuó alimentando el imaginario colectivo con su estilo inquietante. La década cerró con La señora de los muertos de Joyce Carol Oates, un recordatorio de que el terror no solo se construye sobre lo visible, sino también sobre lo oculto y lo psicológico. Esta era fue un hito para el género, estableciendo una base sólida para las futuras generaciones de escritores de terror.
De qué trata

La acción transcurre en una aldea de la Norteamérica profunda. Allí viven John y Mim Moore, granjeros, junto con su hija y la anciana abuela de esta. Al parecer, llevan una vida solitaria y un tanto ajena al —por otra parte insulso— día a día del pueblo. Eran escasas las ocasiones de saber de su acontecer:
«las cosas que sucedían más allá de los límites de la granja.» (Pag. 25)
Pero algo está cambiando.
A través de Gore —el único policía de la mínima aldea de Harlowe—, descubrimos que ha llegado al pueblo Perly Dunsmore. El tal Perly, es un subastador. Realiza semanalmente subastas donde vende los archiperres, trastos y cosas inútiles que sonsaca a unos y a otros y por los que consigue unos precios extraordinarios.
Gore, acude cada semana a la granja de los Moore para llevarse cascajos y trastos en apariencia inservibles. Muy prendado de las habilidades de Perly, dirá:
«Es un mago, ni más ni menos. Hechiza a la gente de tal modo que no pueden evitar hacer lo que hacen.»
Perly poco a poco, se mete a la gente en el bolsillo. Hasta los Moore, —escépticos al principio—, suavizan sus reticencias para con este forastero, pues les envía cheques con una comisión sobre los cacharros que vende en la subasta, y a nadie le amarga un dulce.
Las voluntades se compran. Aunque alguien haga algo que nos parece moralmente inadecuado (timar para vender mierdas a precio de caviar), si comparte parte de sus beneficios, miraremos para otro lado. No podemos negar que esta mujer escribió una novela con fondo.
Entonces, ¿Por qué recelar de Perly? Este tipo ha comprado una de las principales casas de la aldea. Una, en la que acontecieron unos crímenes no esclarecidos.
La novela avanza. Perly es una personalidad reconocida en toda la comarca. En la granja de los Moore se gana el aprecio de las mujeres. John, aquiescente con sus tejemanejes, recela de ese hombre del que en realidad nadie sabe nada.
Gore, el jefe local de policía, se comporta como un perrillo faldero. Recuerda al Orgon de Molière, que se dejaba mangonear por Tartufo, enceguecido ante el mínimo matiz a su venerado amigo. Parece obsesionado con recaudar fondos con las subastas y ampliar la dotación de agentes de policía en un pequeño pueblo.
La presencia y la frecuencia de Perly desgasta. La estabilidad casi monolítica de la ermitaña vida de los Moore, convive mal con la zalamera verborrea del subastador. La economía de las familias del pueblo se resiente. De alguna manera, todas dependen de esa felicidad cáustica que propone el recién llegado. Y la ruptura de su ritmo habitual, va generando tensiones que merman los equilibrios entre vecinos, entre familias y entre matrimonios. Se propaga despacio, como un cáncer que conquista el tejido célula a célula.
La situación gira un cuarto más la tuerca de la presión. En el pueblo, casi hay ya más policías que ciudadanos. A este paso, casi van a tener que reclutar delincuentes para que tenga sentido. Las subastas no cesan. Los Moore, por ejemplo, ya se han liberado de todos sus trastos viejos. Sin embargo, el subastador sigue pidiendo contribuciones para sus sesiones. Empieza a llevarse elementos que no sobran. Y a tomarse ciertas licencias personales…
Las donaciones para la subasta dejan de ser voluntarias. Se termina lo que sobra y se exige lo que no se quiere dar: muebles en uso; herramientas necesarias; dotación básica; medios de subsistencia…
Negarse está mal visto. Es negarse a la creación de un Harlowe más próspero, por más que Harlowe se vea vez más triste, lleno de gente arruinada y desposeída y solo unos cuantos hayan medrado.
Como cabe suponer, algunas personas comienzan a negarse. No quieren dar nada más a las interminables subastas. Y aquellos que se niegan… empiezan a tener problemas, accidentes, síncopes, etc.
A medida que las familias se ven depauperadas, la situación se vuelve más asfixiante. La atmósfera de angustia, desprotección, atropello y amenaza que consiguió construir Samson, es perceptible por el lector. Notas la ansiedad que te transmiten los personajes bajo esa situación límite.
Una carestía total. Imagina a esos aldeanos, privados de toda posesión, por nimia que te parezca. Gota a gota, necesidad a necesidad.
Hasta aquí el planteamiento de la novela. Nudo y desenlace te los dejo a ti.
¿Qué pasará con los Moore? ¿Acabarán perdiendo todas sus cosas? ¿Se rebelarán ante el pueblo y el subastador? ¿Qué consecuencias tendrá el hacerlo? ¿Podrá el pueblo librarse de ese hombre? Y a todo esto: ¿quién es Perly Dunsmore? ¿De dónde ha salido? ¿Qué se propone con todos sus manejos?
Hermenéuticas y mensajes. Mucho que leer entre líneas.
Es inevitable leer esta novela en clave actual. El poder convertido en mafia. Un aumento gradual de la presión sobre los ciudadanos. Cada vez le sacan más. Las subastas, como trasunto de los tributos.
En nombre del bien de la comunidad, todos se arruinan mientras otros especulan y se enriquecen.
¿No vemos paralelismos? Ese poder requisatorio, incautador, eterno acreedor… ¿no es parecido a la presión fiscal creciente sobre ciudadanos que ya no sabemos ni qué impuestos pagamos de tantos como hay?
La colectivización de toda pertenencia supuestamente en bien de la comunidad, pero de facto, solo en bien de los colaboracionistas ¿No hay aquí una crítica al comunismo? Teniendo en cuenta que la novela es de 1975, no quedaba lejos de la Primavera de Praga, las revueltas posteriores en Lituania, Ucrania… Había un clima de protesta antisoviético que no es de extrañar que saltase al desván de esa novela.
Y no quiero desvelar más datos de la trama, pero es que la autora plantea que esa oleada expropiadora, colectivista y de incautación, pueda terminar rindiendo al servicio del capitalismo más feroz. Los extremos se tocan, parece advertirnos.
Y al final, un palo para todos. Porque el capitalismo feroz, funciona cuando todos miramos para otro lado. En la página 157, Samson se despacha con este diálogo entre el matrimonio Moore:
-¿A ti no te parece -murmuró Mim- que cualquier persona que pasara por aquí notaría que ocurre algo muy extraño?
-Ellos lo ven muy bien. ¿Tú te crees que vienen solos y se quedan tan callados porque se sienten cómodos? Pero el material que se vende aquí es barato. Saben que es barato, y que lo es porque aquí hay algo que no es limpio.
Una novela de terror, como dijimos, con muchísimo trasfondo social.
El subastador es epítome de la estrategia de escaldar la rana. Yo esta teoría se la he escuchado a Margallo y, sea o no suya, a él se la atribuyo en defecto de mejor información. Esa teoría viene a decir que si pones agua a hervir y cuando está a cien grados metes una rana dentro, la rana salta y se sale de la cazuela. Pero si metes a la rana en agua normal y poco a poco la vas calentando, la rana morirá hervida. Así es como llegan las ideologías al poder total: entran poco a poco. Primero la puntita, este impuesto por aquí, aquella expropiación por allá, después aquel recorte y esta mínima prohibición… y cuando quieras acordar, se han hecho con todo. Esto es lo que nos cuenta esta novela. Primero subastamos un cachivache sin interés y luego vamos subiendo la apuesta.

Y esta novela es también una denuncia a la obsesión norteamericana por el éxito, globalizada ahora a todo el planeta gracias a los libros de autoayuda, ocultos bajo la falacia del crecimiento personal. Esa sociedad del rendimiento de la que habla Byung Chul Han, es la que defiende el éxito por encima de la moral. Todo vale con tal de obtener éxito, fama, prestigio y dinero. Así es Perly Dunsmore. La moral no se compra, ni se vende, por tanto no tiene valor. El éxito, si se asocia al dinero, se vuelve numérico y entonces, le podemos otorgar valor. Todo el valor. Pero, ¿podemos soportar a largo plazo la vida en una sociedad sin brújulas morales?
Esta novela es mejor que el 90% de los ensayos filosóficos sobre la sociedad occidental de los últimos doscientos años, y nos ha llegado, por orfandad, a través de la cultura underground del género del terror. Excelente.
Perly Dunsmore
Yo siempre digo que cualquier escritor de terror vale tanto como los malvados que sea capaz de concebir. Perly Dunsmore es un tipo manipulador hasta el extremo. Es capaz de hacer enloquecer a la gente por el deseo de poseer verdaderas chatarras. Porquerías que le donan de cobertizos abandonados, herramientas y trastos oxidados entre excrementos de rata… son el motivo de apasionadas pujas.
La gente, poseída por una pasión, por loca que esta sea, es capaz de todo. Quizás esa sea la hermenéutica que Joan Samson supo esconder entre las líneas de esta única novela.
¿Merece la pena?
Sin ninguna duda. Esta es una novela que hay que leer. Si te gusta el terror, te encantará. Si eres lector constante de Stephen King, Ligotti, Cormac McCarthy, etc. lo vas a disfrutar muchísimo, te va a descubrir a una magnífica autora. Si no te gusta el terror, si habitualmente no forma parte de tu itinerario lector, también le vas a encontrar mucho interés a su enorme potencia de lectura entre líneas y la universalidad de su mensaje.
Y respecto a la edición, existen otras más antiguas, pero esta las supera: cuenta con un epílogo (escrito en 2018) por el marido de la autora que aporta algunas pistas muy interesantes.
Del mismo modo, el prólogo de Grady Hendrix es otro valor añadido del que cualquier lector, —del género o no—, va a disfrutar.
Cómo escribía Joan Samson
Encontramos un estilo eficaz. Un ritmo que alterna frases cortas y contundentes, con otras más largas y floreadas, pero donde la vocación no es estética, sino contar la historia.
Sin embargo, hay expresión literaria en sus maneras. Fijémonos en la manera de decir que Bob Gore visitaba con frecuencia la granja de los Moore, primero en invierno, luego en primavera y más tarde en verano:
«Al ceder el paso el barro a los moscardones y éstos a los mosquitos, Bob Gore volvió, una y otra vez.»
Como buena novela de terror, las descripciones son importantes. No tanto el dibujar la prosopografía, la orografía o el aspecto, como para generar la atmósfera psicológica de miedo, recelos, angustia, intranquilidad, etc.
Sólo podemos juzgar a Joan Samson por esta novela. Si hemos de hacerlo, la sensación de perdernos algo muy valioso por culpa del puñetero cáncer, es inevitable. ¿Dónde habría llegado esta escritora con sucesivas novelas y más madurez?
Nos queda su obra. Solitaria, huérfana, pero excelente. Ella mismo pone en boca de su Perly Dunsmore esta frase:
«Contar historias es casi como vivir varias vidas a la vez» (Pág. 56)
Pues tal vez Joan Samson sigue viva. En esa otra vida que da el contar historias. Solo nos queda una novela, ¡pero qué novela!