La caída de la casa Usher. Relato escrito por Edgar Allan Poe. Publicado: 1839 | 30 páginas. Relato Psicológico, Terror. Romanticismo gótico. Mi edición es Nórdica Libros para la colección Nórdica Ilustrados. 2022. Cuenta con la traducción de Francisco Torres Oliver y las ilustraciones de Agustín Comotto que os muestro en esta reseña. Título original: The fall of the house of Usher
Este relato fue publicado en 1839. Apareció en la Revista de Caballeros de Burton. Es una pieza que pone de acuerdo a los críticos, que ya es difícil. Coinciden en señalar esta pieza como la más lograda de Poe.
Y el propio Poe también la estimaba en tal extremo.
Unanimidad.
Me pregunto ¿por qué?
No hay mejor respuesta que leerlo.
Reseña de la edición
Un joven caballero es invitado al viejo caserón de un amigo de la infancia, Roderick Usher, artista enfermizo y excéntrico que vive completamente recluido en compañía de su hermana, Lady Madeline, también delicada de salud. Usher vive preso de una enfermedad indefinible, lo que hace a todos temer por su vida. La que acaba muriendo es su hermana. Sus restos mortales son depositados en una cripta, pero no tardan en producirse terribles acontecimientos que desembocarán en un trágico final.
Estilo
Narración en primera persona. Empieza así:
Frase larga. La intención más clara es la de crear una atmósfera, pero cuál: cerrado, oscuro, silencioso, opresivamente, solo, monótono, sombras, melancólica… Todos esos términos son una declaración de intenciones. Insisto: primer párrafo del relato.
Te vas encontrando con un escritor especial. Uno, que no negocia el estilo y cierto matiz lírico. Por ejemplo, es pronta la aparición de una hipálage cuando describe la vivienda:
Un rasgo estético que, sin embargo, queda subordinado al efecto. Lo primordial es crear la ya dicha atmósfera. A ese fin se da con tanto ahínco como acierto.
La traducción me encanta. Sí, porque siendo perfectamente entendible, tiene ese regusto anglosajón decimonónico —que en lo particular, me chifla—, el cual, no nos obliga a visitar el diccionario, pero desde luego, escoge palabras que no son de barra de bar. Encaja bien en una revista de caballeros “bien” de la primera mitad del diecinueve.
Por ejemplo, la palabra «empero», —conjunción adversativa—, se emplea mucho. No es una palabra docta, pero desde luego no es tan común como “sin embargo” o “pero” a las que sustituye.
El narrador es el protagonista. O el testigo principal de lo que ocurre a los hermanos Usher. Sin embargo, son los Usher quienes reclaman toda la atención, ya que el narrador no llega a desvelar su identidad.
Hay un par de personajes incidentales. Casi no aportan nada. El mayordomo y el médico —este último tiene cierto protagonismo al revelar la enfermedad de la hermana de Roderick, Madeleine—, pero, ¿qué buena historia de terror está completa sin un mayordomo misántropo?
Impresión personal
Me parece un cuento de terror gótico acostumbrado. En su momento no, por eso fue rompedor, pero ahora sí. Corolario: Poe creó escuela. Un elemento clásico de la ficción anglosajona, cuajado de lenguaje connotativo, donde al final, lo sobrenatural tiene cierto pase científico o médico, porque los problemas de inhumación prematura fueron muchos en la época a causa de los estados de catalepsia y la dificultad para discernir a un muerto verdadero.
Es una buena toma de contacto con Poe. La edición es una preciosidad, por las ilustraciones, claro que sí, pero también, qué duda cabe, por la calidad del papel, la encuadernación y la propuesta toda.
Lo trascendente
Tomar distancia con nosotros mismos. Levantar la tapa y ver nuestro verdadero rostro, nuestra realidad. Reflexionar, pararse a observar y a pensar sobre nuestra propia existencia. Hay mensaje en esta literatura, verbigracia este párrafo extractado. Dejemos el cliché de que el género de terror es una mera secuencia de sustos y cuentos de miedo para noches de escultismo. Poe o King, están elevando el género del terror a literatura, para ofrecernos una interpretación del mundo tal como sucedió con la literatura distópica.
La casa Usher es una alegoría de la vida. A través de su naturaleza física, expresa Poe la del propio ser humano. En el pasado, estuvo llena de vida, fue respetable, poderosa, soberbia, imponente. Como aquel joven en plenitud física.
Pasadas las décadas, hay una metamorfosis. La casa es fea, desvencijada, oscura, solitaria. Es exactamente el paralelo que siguen los dos hermanos que la habitan.
Este romanticismo gótico de Poe se puede respirar. Descripciones precisas, donde el autor no abre la puerta a que la imaginación del lector complete los vacíos con su propia impresión. Te quiere llevar exactamente a ver lo que él está viendo dentro de su cabeza. Quiere asegurarse de que ves algo tan inquietante como lo que él ve. Y es literatura sensible, además de inteligible. Quiere que tengas la ansiedad del personaje delante de la escalera oscura; que sientas el escalofrío cervical que él siente al ver pasar a la mujer enferma. No interesa tanto su reflexión acerca de la trama como sus sensaciones.
La soledad es una enfermedad que puede ser mortal. Es ineluctable la muerte. La soledad, en cambio, ofrece cierto margen de maniobra. El narrador debe compartir edad con los protagonistas; sin embargo, su vida parece muy distinta a esa cárcel aislada y misántropa de sus amigos.
Una casa que se cuida, envejece bien. Una casa que se descuida, colapsará. Con las vidas, ocurre igual.
La oscuridad, dice Poe, puede envolvernos. La casa y Lady Madeline son la oscuridad que envuelve a Roderick Usher. Todos, en algún momento de la vida, atravesamos fases más luminosas y etapas más oscuras. En ellas, podemos buscar a ese amigo que nos ayude (así principia este relato) y salir de esa casa o dejarnos aplastar por ella.
Cuando la vida pesa tenemos dos opciones. La racional, representada aquí por el narrador, que sugiere salir de la casa —de la oscuridad— hacia la vida; y la irracional, la romántica, la idealista si quieres, que atrapa en la sinrazón y acaba en el fracaso.
Es un acto volitivo. El narrador decide salir. Roderick decide —pusilánime, incapaz— quedarse. El final de la vida es inevitable. Su circunstancia puede empeorarse o amainarse. Depende de lo que hagamos. La vida y la muerte dependen de nosotros en cierta medida.
Un relato relevante. Un estilo nuevo e impactante a la literatura, configurador de un estilo nuevo, más efectista, de acuerdo, más sensiblero, concuerdo, pero —en sus mejores representantes— no exento de reflexión.
Una edición de Nórdica preciosa. Ya he dicho tantas veces que la colección “Ilustrados” de la editorial es una joya que huelga repetirlo. Pocas ediciones (ninguna si me dejo llevar por lo que he podido ver) le hacen tanta justicia a un clásico tan querido de la literatura universal.