Confesión de Lev Tolstói (1882)

Confesión de Lev Tolstói (1882)
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«Confesión» (1882) novela de Lev Tolstói. Traducción de Marta Rebón. Forma parte de la nueva Serie P de la Editorial Navona y tiene 149 páginas de extensión. Adquiere mi ejemplar aquí.

Confesión” es un libro intimista. El enorme autor de “Guerra y paz” o “Anna Karenina” aquí aborda un texto muy diferente: él mismo, su propia historia. Una historia que desde la primera página tienen un acentuado interés confesional:

«La gente vive como vive todo el mundo, y todo el mundo vive basándose en principios que no solo no tienen nada que ver con la fe, sino que, las más de las veces, son contrarios a ella»

«Confesión» (1882) Lev Tolstói

Tolstói nos empieza hablando de su infancia. Una etapa que vivió en el seno de una familia de la fe ortodoxa. También nos cuenta bien al principio que pronto se desencantó de la fe, al menos de la formal, y alude en no pocas ocasiones que su educación académica —de clase alta— tiene poco que ver con el cristianismo y, por tanto, a la luz de supuestas adquisiciones intelectuales, Cristo no cabría. Sí iban cabiendo, sin embargo, todo tipo de egolatrías: la religión del yo. Explica Tolstói que quería ser mejor no a sus ojos o los de Dios, sino mejor ante los ojos de sus vecinos. No era un perfeccionamiento moral lo que buscaba, sino un perfeccionamiento mundano, prosaico. Vamos, que quería ser famoso y prestigioso.

Dice de sí, ser hombre bienintencionado. Sin menoscabo de —como corresponde al título del libro— cometer no pocos errores. Pero choca, en primer término, cómo reparte culpas entre su falta de espíritu para perseverar en la buena conducta y la presión social para volcarse al lado turbio:

«Deseaba con toda mi alma ser bueno; pero era joven, tenía pasiones y estaba solo, completamente solo, en mi búsqueda del bien. Cada vez que trataba de expresar mis deseos más íntimos, esto es, que quería ser moralmente bueno, no encontraba más que desprecio y burlas; pero cuando me entregaba a las viles pasiones, los demás me elogiaban y alentaban.»

«Confesión» (1882). Lev Tolstói

Esto es cierto. Somos el promedio de las personas con quienes más nos relacionamos. Sin embargo, visto desde cierto córner, es una forma de echar balones fuera. En esta obra, Tolstói expone sus dudas y cuestionamientos acerca de la sociedad, la moralidad y el significado de la vida. «Confesión» es considerada una obra fundamental para comprender la evolución intelectual y espiritual de Tolstói.

En su viaje introspectivo, reconoce la ignominia propia. Pero en ese camino, va soltando sopapos a lado y lado, en una especie de canto: si yo caigo, vosotros caeréis conmigo, parece decir. Y así, despotrica del establishment literario de la Rusia zarista de su época. Los pone a parir. Seres vacíos, que viven del sofisma; que engañan y están llenos de clasismo farisaico.

Hablamos de una obra existencial. El autor se plantea —en una azorada vida interior— qué más hay en la vida; qué es lo importante; qué está bien y está mal.

Es literatura del yo. Lo que pasa es que ese yo, es Tolstói, nada más y nada menos. Además, un Tolstói que ya es consciente de su grandeza, pues este trabajo es posterior a “Anna Karenina” y a la monumental “Guerra y paz”. En la página 33, dice:

«… pensando en la gloria que me proporcionarían mis obras, me decía: <<Muy bien, serás más famoso que Gógol, Pushkin, Shakespeare, Molière y todos los escritores del mundo, y después ¿qué?». Y no podía responder nada, nada».

«Confesión» (1882). Lev Tolstói

La muerte era la gran culpable.

«no podía encontrar placer en la vida sabiendo que existían la vejez, el sufrimiento y la muerte»

«Confesión» (1882). Lev Tolstói

Un miedo atroz a morir. La muerte, que para muchos literatos da sentido a la vida y hace que todo tenga un valor, en ese entonces era vista por Tolstói como un sinsentido que robaba la importancia de absolutamente todo. Todo es inútil si al final hemos de morir. Esto sumió al genio ruso en una depresión de pronóstico reservado durante mucho tiempo.

Tolstói —según su propio decir— fue dando tumbos. Buscaba respuestas a la gran pregunta: el sentido de la existencia propia. Buscó en el intelecto sin fruto y en la ciencia con frustración.

Confesión de Lev Tolstói (1882)

Desvalido por la ciencia y la inteligencia, pregunta al filósofo. En el análisis de las distintas opciones o maneras de encarar el fenómeno de la muerte, se lleva por delante cuantos sistemas filosóficos salen al paso. Al epicureísmo lo tilda de ceguera y embotamiento moral.

Pero Tolstói sigue buscando. Afecta estar muy convencido de lo inútil que es la vida a la luz de la muerte, pero está encajado ahí, no avanza en consecuencia:

«Ahora veo que si no me maté fue debido a una conciencia vaga de que mis ideas eran equivocadas.»

Su perseverada investigación va a hacer escala en la fe: «Sin fe es imposible vivir».

Llegamos a un Tolstói muy creyente. El autor, en sus años finales, dio un giro radical de aquellas novelas para la historia de la literatura, a escritos con fuerte contenido moral y confesional.

Confesión no se debe leer pensando en “Guerra y paz“. Es el mismo autor, pero es otra persona muy cambiada. Sin embargo, atribuyo un valor esencial a esta pieza, por cuanto permite comprender quién es Tolstói, para mejor aproximación al resto de su obra.

Mi ejemplar

Pertenece a una edición muy reciente. Forma parte de la Serie P de Navona, cuyo formato ya he comentado en otras reseñas como la de “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde“.

Un formato muy fácil de llevar contigo. Un diseño del mayor nivel, que en esta ocasión apuesta por la caligrafía del autor, como símbolo inseparable del cariz intimista de este libro. Tipografías ya inconfundibles de la casa. Es verlas y sabes que estás ante un Navona. El mínimo detallito del marcapáginas, a juego con la edición, no parece tener mayor importancia; sin embargo, para mí es testimonio de un cariño en el trato de lo que se produce. A mayores, en un sentido bibliófilo, los libros que conserven ese gadget, serán más valiosos con el paso de las décadas.

Palabra de coleccionista.

La traducción es de Marta Rebón. Ya leí su traducción de “El maestro y Margarita” del fabuloso escritor ruso, Mijaíl Bulgákov, también felizmente reseñada en este blog. En esta pieza, Rebón consigue lo que se le pide a una traducción decimonónica y a mayor gloria, rusa. Un lenguaje que se nota elevado, como es propio de una literatura con mejor concepto de sí misma que la contemporánea —por lo general—, pero que a la vez es capaz de resultar entendible al uso expresivo y léxico actual. No cabe duda que una buena traducción hace parte importante de un buen trabajo editorial.

Navona, como dije en otras ocasiones, es de mi agrado. Apuesta por lo contemporáneo de calidad, por lo clásico bien sugerido y te participa de obras que no encuentro en otros catálogos. Además, el libro físico que te dan es de los que rezuman mimo. Nada hay peor que una novela de un genio de la literatura universal, embutida en una mala edición.

En Navona, suelen hacerle un traje a medida. Larga vida.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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