Deutschland Deutschland über alles

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¡Pero qué buen libro! Retrato, denuncia y caricatura de la Alemania inmediatamente anterior a Hitler. Esta obra, claro, costó al autor el exilio. Un libro escrito con la sangre, lo que aquí se cuenta y cómo se cuenta, no es posible hacerlo desvinculado del objeto literario. Literatura de gran lucidez, de enorme capacidad crítica y no menos audacia.

Estamos ante un libro atípico. Heterodoxo, excéntrico y extravagante. Mordaz y satírico. Incisivo y cáustico. Mefítico. Disruptivo.

Una obra literaria llena de fotos:

«Todas las fotografías juntas darán como resultado Alemania, una muestra representativa de Alemania en un corte transversal».

Se compone de episodios breves, cuando no efímeros. Hay una imagen, fotografía o montaje, y un texto comentario de la misma. Toda la estructura es así.

A este libro se viene a pensar.

Trata sobre Alemania. Es un libro de efecto especular acerca de la Alemania de entreguerras. Su autor —literario— Kurt Tucholsky (1890-1935), de inclinaciones democráticas, pacifista de izquierdas, tuvo la audacia de lanzar este libro nada menos que en 1929.

En él pone a caldo a su país. Denuncia en qué error está cayendo Alemania con el nazismo y claro, se tiene que ir exiliado a Suecia, de donde y no conseguiría volver.

Es un libro cuasi parenético. Un trabajo de aforista. Es una reconvención a sus paisanos. Algo así como decirles: ¿Pero no veís dónde os estáis metiendo, almas sin tino?

Arranca su patchwork, este libro es así, en 1918. Vuelve la columna de soldados derrotados. Ya no son guerreros sino hombres que recuperan su condición de artesanos, vendedores, mineros… Engañados, —aquí emerge ya la conciencia de clase del autor—, por la clase pudiente que, en prenda por su sacrificio les espera con un país destruido, inflacionario y sin esperanza. Esto explica casi todo lo que veremos en este libro. Los pobres, combatientes en guerras pergeñadas por los poderosos.

Se toman imágenes oficiales de la época. Se analizan sus pies de foto y descripciones —con frecuencia destinadas al proselitismo— y se desmontan sus argumentos, todos los de la época, desde la fina ironía unas veces, desde la sorna con brocha gorda otras.

Las cárceles se hacen visibles. La condena a prisión y de ahí lo que quieran, está muy presente en el libro. La denuncia en nombre de sus compañeros de credo ideológico.

El libro está empapado de ideología socialista. Bañado hasta el tuétano en lucha de clases y entronización del proletariado. Valga esto como premisa de aplicación permanente en todo el texto, para no tener que iterarlo en cada anotación.

Hecho este exordio, avancemos.

El libro se ubica en la Alemania de entreguerras. Hay rasgos muy concretos que se repiten mucho, testimonio del latir de Tucholsky.

Los salarios son vara de medir aritmética y concreta. Son una unidad de medida que se usa como inapelable. Por ejemplo, el propio autor no dice que su salario anual ronda los tres mil marcos, mientras que el de los gerifaltes que dirigieron a Alemania en la Primera Guerra Mundial cobran ocho o diez veces más.

¿Merecen tal apoyo? ¿Es justa esa retribución para personas que se mostraron tan incompetentes? Por ejemplo: cita prohombres como aquel ministro que endeudó hasta las pestañas al Estado alemán, para construir una flota que después, en la Guerra, fue humillada sin contemplaciones, resultando impropia a tamaño dispendio. Esos nefandos dirigentes, perciben, sin embargo, pingües salarios del Estado alemán allá por 1929. Lo soporta el pueblo a base de una presión fiscal imposible, trabajo litado, de hambre, de combatir la inflación, de privaciones.

En realidad, Tucholsky hace el mismo diagnóstico social que Hitler. Hitler también denostaba a los apoltronados fracasados de la Guerra que vivían ajenos a su responsabilidad en aquel desastre, gozando de privilegios y riquezas en medio de un pueblo que sufría hambruna. Ahora bien, en lo que difieren es en su propuesta de soluciones.

El autor, es hijo, o presa, de su época. Como todos, por otra parte. Por muy progresista, moderno, socialdemócrata y todos los beatíficos adjetivos que se quiera poner, escribe cosas tan delatoras como:

«Por lo demás, se extiende por el libro esa ramplona y almibarada his toria de amor de la que tiene necesidad un mundo femenino muy amplio, y que está representada con todos los colores de la literatura: las judías histéricas compran los libros de Hanns Heinz Ewers, las cristianas los de Waldemar Bonsels, y la mujer alemana normal se satisface con los del señor Herzog. Ahora bien, cuando no hay amor, hay hostias»

Simplificación del género femenino. Reducción al absurdo más bien. Clasificación en judías histéricas (sic), cristianas y mujeres alemanas normales. ¿Judías y cristianas no son normales? ¿La espiritualidad de una mujer es testimonio de anormalidades? ¿Supuraba el anticlericalismo del pensador socialista contra los creyentes de a pie?

Un hombre de su época. Una época de cambios, crisis y pasiones desbordadas.

Le tenemos que conceder cierto reconocimiento. En 1929 era impensable que Alemania, vencida no, humillada, pensase siquiera en volver a guerrear. Tucholsky sí lo veía posible:

«La sombrerería oferta algunos días sombreros de paja, el fruticultor canadiense propaga sus melocotones, y la industria armamentística necesita la guerra»

La opresión del sencillo está en todo. Se habla de un cambio de paradigma. Antes los oprimían los nobles, que gustaban de fastos y tótems. Los nuevos opresores de clase son los dueños de las grandes empresas. Van en coches, en el asiento de atrás. No tienen blasones, no tienen palacios reales ni dan fiestas.

Para Tucholsky ese anonimato los protege ante las revoluciones. Cita la francesa y alude a la Bastilla, los Palacios Imperiales, carruajes de oro… era sencillo saber a quién ajusticiar. Ahora resulta imposible. Esos nuevos señores del capital controlan todo pero nadie sabe quiénes son.

Un mundo cambiante.

Se muestra un pueblo totalmente separado de su Estado. Realidades paralelas. Jamás se tocan. Un Estado que no es consciente de las penurias y dificultades que viven sus ciudadanos (¿súbditos?) y que gasta sin medida en armamento, maniobras militares y aventuras coloniales mientras el pueblo pasa hambre.

Socialista, pero no ciego a lo evidente. Dedica un pasaje a Correos. La empresa pública postal alemana hace un trabajo inficiente y da ocasión a una bolsa enorme de funcionarios con todas las garantías blindadas —y por tanto hacen lo mínimo— que caen sobre el contribuyente.

El libro, cien años después resulta muy actual. Está cuajado de reflexiones que se pueden extrapolar cuando tú también vives en un país que —salvando las diferencias— sufre de economía patológica y políticos desafectos. Por ejemplo:

«Por el puente sobre el Rin han transitado cosas de toda clase, de toda índole… Por allí circularon los muchos millones de marcos mondos y lirondos que se han inyectado en Renania para que no se independizara. La cosa pendía de un hilo por aquella época»

Ataca el puritanismo. El de Estados Unidos como el de Baviera. Berlín aparece en cambio como una ciudad más moderna, no aduciendo otros rasgos de modernidad que el ser pechugona y escotada, de casco ligero o dada al libertinaje que no se usaba en el sur.

El capítulo más extenso del libro se dedica al juez. Le hace una crítica severa, extensa, pormenorizada y racional.

Con esto abrocha todo su repaso. Poder judicial, poder económico y poder político. En todos halla razones para la rebelión.

Estilo

En cuanto al registro:
Vernáculo. De la calle. Accesible. Cotidiano. Prosaico. Natural. Proletario. Popular.

En cuanto al tono:
Irónico. Sarcástico. Sardónico. Parenético. Aforismático y sentencioso. De reconvención y protesta. Incisivo, mordaz, punzante y zaheridor.

En cuanto a la intención:
Crítica. Política y de compromiso social.

En cuanto a la estructura y la forma:
Dadaísta. Raro como el llover en Andalucía. Dividido en una suma inconexa de temas, sin orden ni concierto pero con un vínculo que hace de argamasa: mostrar la Alemania de entreguerras.

Frecuentemente un título de episodio continúa en la primera frase. Si no anda el lector muy atento, se desconcertará leyendo un párrafo o capítulo que empieza por minúscula.

Unos episodios en prosa, otros en verso. Unos en diálogo como un drama teatral, otros parecen una columna de opinión, una tribuna.

Pero en medio de ese marasmo, se logra el propósito. Se presenta un retrato social y político de Alemania en 1929 y se bosqueja un país mal hadado en años venideros.

Muy buen libro a ese respecto.

La clave de este libro

La clave de este libro, según mi opinión, claro. Se han escrito y filmado toneladas de tinta y fotogramas sobre Hitler, el III Reich y la Segunda Guerra Mundial. Sobre la Primera Guerra Mundial menos, pero también.

El periodo entre guerras, recibe menos atención. Tendemos a centrarnos en el meollo. Ir al turrón, que dicen algunos.

Sabemos qué pasó. Qué hizo Hitler. Pero muchas veces nos preguntamos: ¿cómo pudo cuajar en una nación culta y avanzada algo semejante? ¿Cómo pudo Alemania echarse en los brazos de Hitler?

Hay material documental sobre eso, claro que sí. Sin embargo corremos la historia para llegar a la parte álgida del relato.

Este libro, no. Se detiene en el detalle. Te muestra la Alemania de esos años a pie de calle. El interbellum alemán explicado desde el pueblo, no desde el dirigente. No pretendió tanto hablar de la República de Weimar como del pobre alemán depauperado, arruinado, pobretón y saqueado por políticos tan ineptos como bribones. Hipotecas imposibles, falta de oportunidades laborales, trabajos precarios, impuestos altísimos, inflación desenfrenada… El mensaje de este libro es que un pueblo desesperado puede dejarse seducir por el primer milagrero que le ofrezca una solución.

Un libro valiente. Enseñarnos esa lección tuvo un coste altísimo para Kurt Tucholsky. La literatura de compromiso social es la forma más elevada de literatura.

Libro sentencioso. Profético.

«Alemania tiene dos pasiones: el antisemitismo y la cerveza»

«Mejor nos deshacemos en las cárceles de quien haga algo comunista por las calles»

«Cuando Inglaterra precisa un matón, Alemania siempre está ahí»

«En Alemania no puede avanzar nada…, todo tiene que retroceder»

Es una obra, toda ella, de carácter gnómico.

Que tiene un posicionamiento político claro ya se ha dicho. En su aprecio diré que en los años de su publicación 1929, Alemania tenía un gobierno socialdemócrata. 1928 – 1930: Hermann Müller (Partido Socialdemócrata de Alemania) no sería relevado hasta el año siguiente a la publicación de este libro 1930 por Heinrich Brüning (Partido del Centro Católico). El corolario resultante es que las criticas al presente político de este libro se hace contra los que al menos, no están más lejos de sus posiciones. Sus propios colegas de pensamiento.

Sus mayores palos, para Von Hindenburg, el presidente de la República. Su animadversión, a la clase dirigente, de todo color, por su vida regalada y opulenta sobre el sudor y el hambre de un pueblo sepultado por los errores, la incompetencia y las aventuras bélicas de aquellos.

Leyendo este libro podríamos decir: Tucholsky detesta su Alemania. La ataca por casi todos los frentes y estamentos. Odia Alemania. Y estaríamos en un error. No odia Alemania sino aquello en lo que se ha convertido o la están convirtiendo los «asnos nacionalistas» como así los llama en cierto momento.

Es un texto escrito con dolor de Alemania. No hay odio, sino frustración.

«Hay un sentimiento más allá de toda política, y es por ese sentimiento que amamos esta tierra»

Un autor en una encrucijada. La de todos los que no veían Alemania con el prisma de los nazis y que por ello quedaban excluidos del sentimiento de esa tierra:

«No es cierto que ésos que se autodenominan «nacionales>> y que no son nada más que burgueses y militaristas, se hayan apropiado de esta tierra y de su idioma. Ni el representante del gobierno con levita, ni el catedrático de instituto, ni las damas y caballeros del casco de acero son Alemania ellos solos. También estamos nosotros.

Abren la boca de pronto y gritan: «¡En nombre de Alemania…! Gritan: «Nosotros amamos este país, solo nosotros lo amamos. Eso no es cierto.»

Libro con latido. Escrito desde la realidad del que la vive. Libro casi centenario, pero de una actualidad epatante. Leerlo es muy conveniente, digerirlo es necesario y reflexionarlo es obligatorio.

Un título recién llegado al catálogo de La Fuga Ediciones. Permítete descubrirlo.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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