“Los ojos con mucha noche” es una novela escrita por Emilio Calderón. Editorial Algaida. Extensión de 372 páginas. Puedes adquirirla en este enlace.
Novela negra. De bajos fondos. Sin policía protagonista, eso sí. Ernesto Bocanegra es un facineroso, un criminal, que en su vejez está corroído por el remordimiento y el alcohol:
Está postrado en una silla de ruedas. En su vida ha conseguido amasar una enorme fortuna gracias al sector inmobiliario.
Paga por servicios voyeur estrafalarios en un prostíbulo. Un día, conoce a una prostituta llamada Julia, a la que pagará su libertad para iniciar con ella una relación tan desordenada como sus propias vidas. Tienen más de treinta años de diferencia.
Julia comienza a dar extrañas señales. Aparece amoratada en sucesivas ocasiones y alude a unos atracos en la vía pública. En otro momento se aplica una sobredosis de barbitúricos. La chica asoma un mundo interior que genera atracción y duda a partes iguales. Huérfana y venida del Uruguay, a sus treinta y ocho años quiere ser madre.
Ernesto tuvo dos hijos con su primera esposa. Beltrán y José. Odian a su padre pero adoran su jugosa heredad. El mayor, Beltrán, es encomendado al cuidado de Julia. Entonces va a iniciar una relación con su propia madrastra.
Aparece el conflicto. Beltrán, cuya atracción por Julia tenía en el dañar a su padre su puntal, se va a enamorar de Julia y esto dificultará su plan de violencia vicaria.
Beltrán, editor de profesión, recibe una enigmática nota. Una fotografía que dice ser galerada de portada de una novela titulada «Los ojos con mucha noche», un verso gongorino. Al parecer, Góngora es un autor predilecto de Ernesto. La envía un anónimo que dice ser hermano de Beltrán. Un hermano desconocido.
La fotografía se acompaña de una frase. De ella se deduce que alguien sabe la relación oculta que mantiene con Julia. Todo es anónimo. En dicha fotografía aparece un niño, del que se dice que es el “otro hermano” de Beltrán.
¿Quién los ha descubierto? ¿Está escribiendo una novela sobre ello? ¿Se enterará su padre? ¿Qué interés tiene el autor de la nota? ¿Quién es ese niño? ¿Es realmente su hermano?
Es entonces cuando la narración nos llevará de viaje. En el tiempo y el espacio. Va a explicarnos de dónde emerge esa fortuna de Ernesto Bocanegra. Parte de la acción, se desarrolla en 2016 y otra en la Argentina de Videla por medio de analepsis.
Prepárese el lector para un descenso al infierno. Pocas novelas que yo haya leído resultan de tal sevicia en la potencia de ciertas imágenes literarias. Si te consideras un lector impresionable, dengue o epatable, déjalo correr. No es tu libro. Si pese a todo, quieres hacer uso de la literatura para entrar en la caverna más oscura del género humano, pasa y lee.
Personajes
Me quedo con Julia. El personaje que hace fluir todo. Una femme fatale. Un personaje poliédrico que cambia de color constantemente según con quién se las vea en cada secuencia.
Contradictoria, compleja. Es el epicentro de la trama y del trasfondo. Una mujer de vida difícil y prostibularia, pero capaz de citar a literatos para argumentar sus posturas en una conversación.
De la novela llama la atención justamente ese aspecto. Todos los personajes son malas personas, réprobos desde un punto de vista moral. Sin embargo, todos tienen magníficas bibliotecas, son lectores redomados, con nivel cultural… Nos está diciendo Emilio Calderón que lo peor del ser humano no entiende de factores demográficos, sino que es inmanente.
Estilo
Narrador omnisciente. El estilo pone de manifiesto dos aspectos: se quiere engranar una velocidad de thriller desde la primera curva; y se tiene cierta intención estética:
Existen numerosas referencias literarias en la novela. Está pagado de ellas. Por ejemplo, una que dice:
Y muchos más que se podrían citar. Son una constante. También encontramos referencias a “El gatopardo” de Lampedusa. A Jardiel Poncela:
El título de la obra es un verso de Góngora. El personaje, Beltrán, vive en la vivienda que fue la última de Machado en Chamberí y tiene su sello editorial en la calle Viriato, de Madrid, justo en el edificio donde Luis Cernuda escribió “La realidad y el deseo”. El propio Beltrán, vive una vida literaria, refugio de esa infancia de abandono y fracaso familiar impuesta por Ernesto, su padre. Se explica su rencor a sí mismo a partir de citas de Oscar Wilde.
No se puede decir que sea un libro erudito. El propósito mira en otra dirección, pero desde luego está florecido de un buen ramillete de referencias a la narrativa universal.
Pródigo en cierto uso de voces en latín. Stricto sensu, motu proprio (además correctamente escrito proprio en lugar de propio), totum revolutum, factotum, delirium tremens… que encaja bien, porque —están bien traídas, no forzadas— no son tantas en una novela de esta extensión, pero que llama la atención porque está por encima de la media de uso en novelas del género.
Trasfondo
Novela de acción y ritmo. Ese es su ADN. Sin embargo la encuentro dotada de trasfondo. Por ejemplo se aborda la problemática de la mujer prostituta que bajo esa vida extrema guarda un ser humano como cualquier otro:
El yo verdadero subyace bajo la capa superficial. Julia es un personaje magnético, que seduce por su complejidad.
Las relaciones humanas se miran y diseccionan:
Al fondo se ve la Argentina de Videla. Emilio Calderón hace un trazo que parece querer dar un toque de atención al presente, recordando aquello que pasó no hace tantos años en el país argentino. Para ello se sirve, cómo no, de su personaje, Julia y de algunos actantes de peso en la historia. Lo que quiere subrayar el autor —me parece a mí— es que en aquella sociedad:
Creo que Emilio Calderón no quiere que las nuevas generaciones olviden algo que sucedió hace tan pocos años.
En la partitura también hay unas notas de reflexión política. Siendo como son los personajes de la novela, ilustrados, las resonancias ideológicas pueden incluso doblegar ese espíritu cultivado y abocarlo a la destrucción.
Mi impresión
Hacia el final, se usan soluciones narrativas poco verosímiles. Quizás algo extremas. Pero esto es una novela. Tenemos que abrir nuestra mente a lo difícil, raro y extraordinario. La materia literaria para este género no aparece en lo consuetudinario, sino en lo desacostumbrado.
Es un libro con fondo. No es una mera sucesión de escenas macabras. Aquí hay voluntad de contar un episodio de la Argentina de Videla y, por su mano, hacer una radiografía de los años oscuros que ocupó. Es un libro con ritmo, como exige el lector de género. Y es una novela con escenas de dura deglución; con una potencia visual casi televisiva, que hará las delicias del público de la novela negra, tanto como desaconseja su lectura a lectores altamente sensibles. Lo que espeluzna es que, a veces, la historia de la realidad es más sanguinaria y salvaje que todo esfuerzo narrativo de una novela, por descriptiva que ésta sea.
Quien no conoce —y recuerda— su historia la verá volver. Porque como dijo Azorín, «vivir es ver volver».