Plegaria en el asedio. Una monumental novela sobre la Guerra de Bosnia.

Plegaria en el asedio
0
(0)

Plegaria en el asedio. Escrita por Damir Ovčina en 2016. Traducción del bosnio y notas de Luisa Fernanda Garrido y Timohir Pistelek (2021) y editada por Automática Editorial en un libro de largo aliento: 733 páginas. La puedes adquirir aquí o en la web de la editorial.

Plegaria en el asedio

Esta es la historia de un chaval en el asedio. En el de Sarajevo, el más largo en la Europa de la historia reciente. Aunque en Europa, solemos batirnos en horrores. No quiera Dios…

Narrado en primera persona. Ignoramos el nombre del protagonista. Ignoramos el nombre de todos los personajes. Sabemos que se trata de un alumno del último curso de secundaria, un sarajevita que lleva una vida normal en su ciudad de siempre. Hijo único de un matrimonio de confesión islámica. Tiene una novia. Su madre está enferma y muere coincidiendo con la fecha del estallido del conflicto. Los serbios han sitiado Bosnia, quieren impedir la incipiente formación de un estado propio. Han aislado la ciudad y al chico de diecisiete años lo retienen en una suerte de arresto domiciliario —decisión arbitraria y neurótica— obligándolo a permanecer en una vivienda heredada de su familia, lejos de su padre y su domicilio habitual. Estará así los tres años que dura el sitio de Sarajevo.

La novela es el discurrir de ese joven. El horror de la guerra, la normalización de la muerte y la destrucción. La cotidianidad de los blindados arrasando tu propia calle. La devaluación de la vida. La desvinculación con tu familia. Las “nuevas familias” de contingencia que aparecen al calor del interés mutuo de protección.

Saqueos, masacres, abusos y robos. Todas las guerras tienen esos lugares comunes independientemente de la latitud y el contexto.

Poco a poco, va surgiendo una historia de amor. La que nace entre el protagonista y la chica del primer piso, que le proporciona cuidados en su arresto y aislamiento. Y además le proporciona calor humano, sutilmente apuntado aquí, sin la pornográfica descripción que parece exigirse hoy a cualquier libro que quiera tener alguna aspiración comercial. ¿Tan mal estamos? El sexo en este libro no es un gancho, sino un símbolo de conexión entre personas y de personas con la vida. Son los encuentros nocturnos al volver tras el horror lo que mantiene lúcido, cuerdo y presente al protagonista. Vivimos gracias a los demás. Nos necesitamos.

Plegaria en el asedio. Automática editorial.
Damir Ovčina

De día el protagonista trabaja para el enemigo. Es una suerte de prisionero. Su labor, retirar cadáveres y enterrarlos en zanjas cavadas por su propia mano. Al volver a casa, de noche, comparte su poco tiempo de libertad entrecomillada con la chica. Ambos, sólo tienen ese espacio de felicidad en sus vidas. Todos los demás, la guerra se los ha quitado. Por eso, cada noche, comparten una cena escasa, un desahogo carnal —no explícito, sino implícito en la narración, con lo cual el lector corscribe la obra— y una plegaria en el asedio: que no amanezca.

Pero la guerra sigue dejando sus postales demenciales:

«Las mujeres duermen en el balcón. Para tirarse abajo si vienen también por ellas. No les queda ninguna esperanza.»

En la guerra, la pirámide de atención cambia. De manera radical. Se radicaliza —en su sentido etimológico, volver a la raíz— la existencia, obligada a centrarse en lo esencial:

«El comandante con dos botellas de plástico. Dice, sin comida todavía se puede, pero sin agua imposible. Para nosotros en Herzegovina el agua es el mayor tesoro. Los genes tienen memorizados cientos de años que no conocemos, pero sí sentimos»

A través de párrafos así, se palpa la guerra. El impacto de un hecho así en la vida de personas corrientes.

El personaje va tomando nota de todo. Cuando lo lees, caes en la cuenta de que ese estilo tan particular de frases no es un mero adorno. Es como una secuencia enorme de anotaciones durante el conflicto —tomadas aprisa— para dejar huella de lo vivido:

«Si salvamos el pellejo. Todo, colores, gente, números, horas, días, porque era imposible imaginarse esto. Esto es…»

Y este es básicamente el libro. Una secuencia interminable de días bajo las balas, de calles destruidas por blindados, de gentes sin más oficio que sobrevivir, de mujeres que o se prostituyen por propia iniciativa o son violadas.

El horror de una guerra. Las anotaciones escritas de noche, a la luz de una vela, de lo que ha visto durante el día: olores, colores, personas, nombres, domicilios, números… El ser humano no pierde la esperanza en la justicia. Siempre la espera. Por eso anota el protagonista, para hacer justicia cuando todo esto termine.

Estilo de Plegaria en el asedio

Un verdadero ejercicio de estilo. Es lo primero que llama la atención. Es una voz propia tan auténtica que resulta imposible soslayarla. Una rapidísima secuencia de frases breves, a veces muy breves, sin verbo. Cuando no queda más remedio se pone un sólo verbo. Algunas veces, —por necesidad puramente narrativa — se utilizan subordinadas que piden más de un verbo. Pero la economía del lenguaje basada en la austeridad verbal se eleva en este libro a la categoría de arte.

Te puedo poner un ejemplo de esas frases sin verbo. O siete mil. Mira, la novela ya usa este recurso en su primera frase, su mismísimo comienzo:

«Nieve hasta el borde del guardanieves. Mi padre con la pala delante del edificio. Con una parka de estilo militar.»

Peculiar en todo momento. En los diálogos, por ejemplo, no se marca la intervención de cada personaje con un guión largo y una sangría de párrafo, como es habitual. Se lanzan las frases sin más.

Está narrado en primera persona. Es un libro vivo que te conecta bien con el personaje anónimo que te cuenta su existencia en Sarajevo entre 1992 y 1995. Ese elemento anónimo universaliza el texto. Si no tiene identidad puede ser cualquiera. Creo que esa puede ser la intención del autor. Resaltar que cualquiera puede verse superado en una situación así. Que cualquier vida puede saltar por los aires si su país lo hace primero.

Nunca da nombres. Sólo de calles y de la ciudad, de partidos políticos y marcas de coches u objetos intrascendentes; pero nunca de personas, al menos, nunca de los personajes principales. Hasta el extremo de que el protagonista, en un momento dado tiene que elegir unos libros de unos autores rusos, unos conocidos y otros menos conocidos, pero no te da sus nombres.

¿Llega a despistar? Es decir, ¿se hace difícil un texto con una propuesta fraseológica tan radical? Tienes que estar bien atento para no perderte. Es literatura en estado puro. Aunque los términos son coloquiales, el esquema es a veces tan extremo que tienes que prestar muchísima atención porque además te comprime muchos datos —descriptivos o narrativos—, en muy poca extensión.

Y también exige criar callo. Esto es, desarrollar tolerancia al estilo planteado, porque no estamos entrando en una novela breve de ciento cincuenta páginas, sino en una de más de setecientas.

Otro apunte necesario: la fluidez. El estilo es a veces tan espartano y tan lacónico que la historia fluye a un ritmo fugaz. Los capítulos son muy breves. Yo creo que esto compensa y alivia esa lectura tan intensa que surge de esa narración tan diferente a lo acostumbrado.

Se intenta que el relato suene vivo. Narrado en primera persona, por un chaval que no ha completado su formación, el deseo de dotar de piel y de realismo la narración lleva al autor —bien jugado por los traductores— a incurrir en errores gramaticales que traen causa en el propio nivel de adiestramiento del personaje. Así, vamos a encontrar expresiones como:

“El pianista, yo y otros tres hombres aguardamos en la esquina”

A todas luces es incorrecto. El yo, queda siempre al final de la enumeraciones, pero realza la naturalidad del relato.

Trasfondo y contexto

Quizás lo mejor del libro. Si tú quieres leer un libro sobre la Alemania de Hitler los encontrarás por millares. Sobre la segunda guerra mundial se ha escrito y se escribirá muchísimo. Ficción y no ficción. Pero de la fuerra de los Balcanes, en formato novela de ficción traducida a nuestro idioma encontrarás menos.

Te deja una idea muy clara de lo que supuso. Se ve lo que fue. Desde esta guerra, cualquier propuesta de separación territorial en Europa se ve con miedo a una llamada balcanización, que sería según esta novela:

«¡Quieren un Estado! No hay Estado sin sangre.»

Esto resume en la novela el conflicto. Los Estados se fundan sobre cadáveres. Por desgracia siempre fue así. En el conflicto entran serbios, croatas y bosnioherzegovinos. Ortodoxos, cristianos y musulmanes respectivamente en términos generales. Si tengo que valorar la novela por su capacidad para que el lector pueda permear en el día a día de la gente normal en medio de la guerra , le doy un diez.

La guerra interrumpe las vidas comunes. En el libro, hay una marcada secuencia entre el interior de los edificios y la calle. Las calles representan el horror. Las viviendas simbolizan la antigua vida, la de antes del conflicto, que se esmeran por seguir igual. La novela es un recorrido constante de entrada de la calle a los edificios, del mundo exterior al interior, de la guerra a la vida. Es una simbología magnífica. La guerra es el horror de la vida colectiva entrando en la normalidad de la vida individual. La polis contra el individuo.

El protagonista recorre la ciudad recogiendo cadáveres. Patrullan las calles —viven la guerra en primera fila— y entran a los edificios. Allí encuentran a la gente que no está combatiendo y son víctimas de latrocinios, abusos sexuales, de autoridad, asesinatos, detenciones ilegales, etc. La calle llevando el horror a las casas. La polis entrando el infierno a los hogares. La vida colectiva destruyendo la de los individuos.

Una simbología interior-exterior magistralmente bien tejida en esta novela.

La edición

Con Plegaria en el asedio Automática Editorial rompe esquemas. No es una temática habitual —de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto hemos leído mil novelas, de la Guerra de Bosnia probablemente no has leído ninguna—; todavía no es un autor consagrado; un país poco explotado en el momento editorial internacional actual; y un formato narrativo nada consuetudinario.

Y sin embargo, una novela excelente. La editorial ha sabido apostar por una pieza más que digna de ser leída, interesante, formativa, estética… una novela de una vez.

La traducción —que no ha debido ser sencilla— es notable. Resulta natural, hasta allí donde pueda serlo. Lo que tiene de disruptivo se debe al estilo propio que expira y que, percibiéndose, es testimonio de que la traducción permanece fiel al original.

Aviso: es un libro que se te puede hacer largo. Muy largo. Está muy bien escrito. Si lo lees sin ansiedad por acabarlo (¿Acaso no debería leerse siempre así? No estamos en una competición por ver quién lee más libros al año), te sobrecogerá en ese esquema que te cuenta día a día la vida del personaje durante el asedio.

Damir Ovčina escribe este libro a partir de sus anotaciones. Las que fue tomando durante ese mismo periodo que narra el texto. Parece que no se ha querido dejar nada en el tintero. Por eso, a veces, el libro parece avanzar a ninguna parte o no avanzar directamente. Pero no es un error del autor, sino algo intencional. Supongo que esa es exactamente la sensación que tiene un ciudadano de a pie inmerso en una guerra, la de que esto no termina nunca, que siempre es igual, que parece no cambiar nada. No es un libro de trama, sino de fondo. Lo importante aquí no es ver qué irá a pasar después, puesto que en una novela histórica sabemos de antemano cuál será el desenlace. Para el autor lo primordial es retratar la guerra y su espanto y lo logra con creces y con detalle. Igual con trescientas páginas menos también lo tenía, pero si lees con interés y atención no te pesará su longitud.

A veces, el libro parece avanzar a ninguna parte o no avanzar directamente. Pero no es un error del autor, sino algo intencional. Supongo que esa es exactamente la sensación que tiene un ciudadano de a pie inmerso en una guerra, la de que esto no termina nunca, que siempre es igual, que parece no cambiar nada.

Es un libro que seduce. Sin embargo, le falta acción y le sobra extensión. Me explico: acción hay mucha, pero se repite, creo que para recalcar esa sensación de pausa en la vida que impone una guerra a quien le toca vivirla. Pero a ti, como lector te llega a cansar tanta monotonía. Es como que antes de cada episodio, sabes más o menos qué va a pasar, porque es lo mismo de ayer. Le sobra extensión porque es una propuesta estilística muy radical, que se va a casi ochocientas páginas apretaditas de tipografía. Puede causar el mismo impacto en una obra menos monumental. Pero merece la pena muchísimo hacer la lectura. Te metes en la piel del conflicto, llegas a vivir en aquel Sarajevo. Llegas a desesperarte por lo largo del conflicto y la vida tan amenazada, tan endurecida y tan anodina.

Es un novelón. No es la mejor, pero es muy, muy buena, y de la Guerra de Bosnia, contada en español, seguramente lo mejor que nos podemos echar a la boca.

Valora este libro

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Ya que has encontrado útil este contenido...

¡Sígueme en los medios sociales!

¡Siento que este libro no te parezca interesante!

¡Déjame saber qué libros son tus preferidos!

Cuéntame, ¿qué es lo que no te gusta de este libro?

¿Te gusta leer?

Recibe mis reseñas en tu correo

¡Sin spam! No te mando nada más que reseñas

Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

Esta entrada tiene un comentario

Deja una respuesta