Por qué leer Hijos de la guerra. Testimonios y recuerdos

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Hijos de la guerra. Testimonios y recuerdos es un libro escrito por Jorge M. Reverte y Socorro Thomas, publicado en 2001 (mi ejemplar es una edición de 2004) que da voz —en forma de testimonio—, a personas que eran niños en el transcurso de la Guerra Civil Española.

Una obra que pone el altavoz en boca del mudo. Los historiadores, opinadores de distinto mérito y los escorados a lado y lado del pensamiento siempre se enfocan en los grandes nombres, las grandes cifras, las batallas más decisivas; el anecdotario más épico, etc. Pocos se ocupan de pedir su recuerdo al niño, que a fecha de la publicación sería un niño canoso frisando la setentena.

TítuloHijos de la guerra. Testimonios y recuerdos
AutorJorge M. Reverte y Socorro Thomas
Año2001
Edición2004
EditorialTemas de hoy
IdiomaCastellano
Páginas224

Un libro para mirar la guerra en lo cotidiano. Con la mirada de un niño, siempre más clara que la del adulto, aunque entorpecida por el recuerdo del anciano en que se ha convertido. El recuerdo siempre tiene a magnificar o evanescer tal o cual detalle.

Tiene lo bueno de la edad provecta: recuerdo sin pasiones. Capacidad para ver sin afanarse. Superación de los traumas desde el zaguán de la próxima partida.

Niños de los dos bandos. Porque los niños no tienen más bando que el de la infancia. Criaturas que vieron sus colegios cerrados, sus calles convulsas y peligrosas; una sociedad arbitraria y atrabiliaria; una situación de pérdida y orfandad constante para muchos de ellos, de amenaza para casi todos. Una infancia robada incluso más allá de acabado el trienio de la contienda, pues a decir de muchos la posguerra era casi peor.

El retrato social subyacente tampoco tiene desperdicio. Una sociedad preocupantemente analfabeta. Una tasa de mortandad infantil impensable hoy —enfermedades como la meningitis se llevaban a los niños—, mermaba el futuro de un país que solo resistía a base de una capacidad reproductiva aun mayor. Familias grandes que sumaban muchas bocas cuando venían las vacas flacas.

Una guerra civil es diferente. A la mera dinámica de bandos se le mezclan rencillas del pasado; los ajustes de cuentas pendientes, envidias, filias y fobias que poco tienen que ver con el propio conflicto. El pasado volvía al presente, aprovechando la coyuntura, para convertirse en la bala que más vidas se cobró. Eso no sucede en una guerra internacional, donde no se tiene ningún pasado con el contendiente.

Muchos recuerdos bailan con la economía de guerra. Manuel, un pacense que se quedó sin bicicleta porque aquella suma la transformaron sus padres en víveres para los abuelos, atrapados en Madrid, narra con la inocencia pueril aquella economía de contingencia:

«Recuerdo aquello que nos decían del cine “de las sábanas blancas”: tú querías ir al cine y te acostaban»

Hijos de la guerra. Testimonios y recuerdos. Jorge M. Reverte y Socorro Thomas. 2001

Es un libro y es un oxímoron. Niños y guerra. Una mirada tierna, con la inocencia bisoña propia de la edad, sobre un mundo dantesco. Un libro que también es capaz de reflejar los conflictos morales de la época:

«Cuando empezaron las barbaridades dijo casi desde el principio que el matar de los rojos estaba muy mal, pero que matar en nombre de Dios era peor, porque si los que mataban no creían en Dios, eran malos, claro, pero los que mataban en nombre de Dios eran peores.»

La expresión concreta de cada testimoniante se respira por completo. Hasta las imperfecciones de la expresión —por ejemplo cuando usan el condicional cuando corresponde usar el subjuntivo— se han mantenido buscando acrecentar esa sensación de tú a tú con el lector, como si el autor quisiera desaparecer de la ecuación, relegando su papel redactor al mero ejercicio ventrílocuo de sus testigos. Pareciera que está uno sentado a la estufa oyendo batallitas de antaño, con el sabor que solo da una charla de mesa camilla y el calor de un café. Narradas en primera persona, con muchas voces narrativas que —hermanadas por el horror— resultan casi univocas.

La lectura del libro, tiene un estilo plano. No por demérito de los autores sino por la orografía del propio planteamiento. No hay una sucesión de acontecimientos consecutivos que vayan creando un entramado. Esto no es una novela. Es una recopilación de testimonios que aparecen yuxtapuestos y por tanto, en su paralelo rodar, no generan fricción ni tensión.

Al contrario, hay muchos recuerdos concordantes. Muchos escenarios comunes. Incluso cuando se trata de personas que cayeron —o se posicionaron— en distintos bandos de parecer, aparecen impresiones compartidas:

  • La posguerra fue peor que la guerra.
  • La posguerra trae el recuerdo del hambre
  • No todo el mundo vivió la misma guerra. Aquellas zonas que claudicaron antes, vivieron menos episodios de bombardeos, etc. Los grandes recuerdos de horror en las ciudades que más resistieron son más acentuados.
  • Las informaciones eran confusas.

Los testimonios son sobrecogedores. Erizan el pelo en la piel. Son niños, apenas conscientes de sí mismos cuando el infierno de la barbarie humana decide abrir sus puertas ante ellos forzándoles a pasar y mirar.

Si buscas un manual de historia, déjalo en el estante. Si buscas un relato en primera persona de la guerra en las pequeñas cosas cotidianas, es una fuente inmejorable. Aviones que llegaban para entregar sus mercaderías de muerte y devastación mientras jugaban al escondite en la calle. Plagas de piojos, dietas a base de peladuras de patata, cuando con suerte las había; familias enfrentadas, amigos que aparecían en el bando contrario dispuestos a denunciarte y enemigos que ante tu humanidad escogían ayudarte y ver la persona por encima del votante.

La especie humana contada por sus víctimas. En primera persona. El único testimonio posible.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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