En agosto nos vemos

Reseña de En agosto nos vemos de Gabriel García Márquez
4.8
(135)

Adentrémonos a una novela controvertida. Su autor, ignorante de su publicación hasta donde sabemos, dijo de él:

«Este libro no sirve. Hay que destruirlo».

Random House lo acaba de publicar en este 2024. Yo empiezo a leerlo el 17 de abril de 2024. Hoy se cumplen diez años exactos de la muerte del autor. Ha coincidido así.

Una novela que el autor, mermado por la vejez, no pudo, no quiso, no se dio el terminarla.

Sus hijos, herederos por derecho, han decidido publicarlo. Esto ha desatado apasionadas condenas y defensas, expresión ambas de nuestro tiempo.

Dicen ellos en el prólogo —de descargo— que hay errores. Pequeñas contradicciones. Baches, lo llaman.

¿Qué hago leyendo un libro así? Una novela de un hombre intelectualmente en decadencia; una novela inacabada; con mínimos pero presentes errores; un texto repudiado por su propio hacedor.

¿Por qué leer una novela con estas premisas?

Porque es la obra póstuma de un genio literario. El último hálito de un escritor que se lee frase a frase, palabra a palabra: Gabriel García Márquez. ¿Qué importa el total, si a Gabo se lo disfruta en una línea?

Esta novela es un regalo para cualquier lector. Yo he sido muy crítico con García Márquez, esto es, cuando uno de sus libros no me ha gustado (más bien diremos, no lo he apreciado) lo he dicho sin imprecisiones. Pero en todos ellos, sin excepción, me he rendido a su prosa. Era un genio en el uso de la palabra escrita.

Me dan igual los errores de incoherencia. Esos pequeños baches matan a un escritor que “sólo” tiene una trama para ofrecer. Casi no los aprecio en García Márquez porque se le goza frase a frase. ¿Qué me importa el conjunto si en cada frase hay tres toneladas de literatura?

Es hora de hablar de Nos vemos en agosto.

De qué trata

Una mujer vuelve a una isla en un transbordador. Es agosto. La acompañamos en su recorrido. El motivo de su visita: visitar la tumba materna, en el cementerio más modesto de aquella isla.

Esta peregrinación se repite cada año. El mismo día. Un ritual: mismo transbordador, mismo taxi y mismo hotel. Mismas flores, misma tumba y misma madre, faltaría más.

Después, toca hacer noche para zarpar en el siguiente barco. La mañana siguiente. Así, año tras año.

La condición es ir sola. Esta casada y es madre de dos hijos. Tiene cuarenta y seis años. Es un día, con su noche, para ella.

Ese año Ana Magdalena introduce un cambio en el guion. Se acuesta con un señor que conoce en el hotel, mientras su esposo, —veintisiete años de matrimonio la contemplan—, espera en casa.

Desde ese momento, el cambio llega a su vida. Como si esa noche irreversible hubiera traído un cataclismo a su vida. Cada año, su escapada estival pasa de tener una intención filial a otra carnal. Su madre difunta queda convertida en alcahueta involuntaria.

Todo esto, acontece de manera inopinada. Ella es feliz en su matrimonio. O eso cree. En todas las parcelas. O eso cree. El cambio por el mero hecho de cambiar. ¿O tal vez hay algo más profundo tras ese comportamiento? ¿Qué pasará después de esta nueva vida? Es García Márquez. Merece que lo descubras tú. Yo no te cuento más.

Estilo

Reconozco a García Márquez. Es su obra. Creo que con las siete palabras que abren este párrafo está justificado el libro.

Esa musicalidad colombiana. Ese chófer que es chofer, y que nos hace disfrutar a los lectores españoles de la enorme diversidad de nuestro idioma. Qué decir del sánduiche. Si no eres español, te parecerá bobo destacar términos tan vernáculos para ti, pero para los españoles es un regalo leer autores hispanoamericanos. Es redescubrir tu propio idioma, unas veces en términos que no se dicen igual, otras, en palabras que ignorabas.

Las sensaciones son constantes. El color, la luz, los sonidos, las texturas… es una lectura sensorial. No basta con crear una imagen literaria en la mente del lector, que ya es decir, sino que quiere enriquecer esa fotografía mental con otras dimensiones olfativas, acústicas o táctiles. Maneja muy bien todo esto para que esté presente sin provocar situaciones de anticlímax. Ese don lo tuvo siempre, hasta el final, por lo que veo.

Hay referencias metaliterarias. Muy leves, disimuladas entre las lecturas de Ana Magdalena, la protagonista. Drácula de Bram Stoker, Diario del año de la peste de Daniel Defoe… Un pequeño catálogo de títulos sin mayor importancia que la que cada lector le quiera dar a las últimas reseñas veladas de García Márquez. Ignoro si con ellas quiso marcar un perfil lector de su Ana Magdalena Bach, o nos estaba recomendando algo a los lectores de su propia obra.

Trasfondo

El miedo a la soledad. Ana Magdalena se casa con un hombre que no le ofrece garantías y sí algunas dudas severas. Se casa por no perderlo. ¿Por miedo a quedar sola?

Importa aquí la efeméride de la muerte de su madre. Por su medio, Ana Magdalena se procura una jornada —exigua— para ella sola. Termina siendo incapaz de pasarla sola. Le produce ansiedad pensar que estará sola.

Sobrevive esa mirada del autor sobre su tiempo. Esas levísimas cosas que dice como de pasada, pero que encierran un retrato de la sociedad que conoció. Por ejemplo:

«Esa vez, por fortuna, pudieron dormir en el primer hotel de turismo que el senador construyó a nombre suyo con dineros del estado

Se denuncia el desarrollismo costero rendido al turista ricachón. El llama acantilados de vidrio a esos hoteles de lujo que enciman el mar, dando la espalda —y tapando— una aldea que tras ellos, resulta pobre y desesperanzada.

Lo anterior está ahí, pero al fondo. Al frente, se habla de la mediana edad, de la fidelidad y la pasión, y de las distintas vidas que pueden sumarse dentro de una sola:

Ella se prestó al juego, no como ella misma, sino como protagonista de su propio papel.

Actriz en su propia vida. Fachada.

Pero ante todo, es una reflexión sobre las mentiras. Las que la protagonista se cuenta a sí misma. Se ha contado que tiene un matrimonio que no tiene, por miedo a no tenerlo. Se ha persuadido de que tiene un marido que no es como realmente es, por miedo a que lo sea.

Pero su subconsciente conoce el sofisma. Hay que atreverse a mirar la vida en su verdad, parece decirnos el postrero García Márquez, porque de no hacerlo, aparece una tensión insoportable entre la vida pretendida y la vivida.

Esto vale para todos los ámbitos de la vida. Pero decirlo como lo acabo de exponer es denso. Leerlo a través de las peripecias de una maestra cuasi cincuentañera salida de la mente de un genio, es mucho más interesante.

En su subconsciente, Ana Magdalena se sabe traicionada. Su marido castiga su fidelidad con escarceos. Ella jamás se ha dado por enterada, pero lo sabe. Y su voz interna busca la oportunidad de resarcirse.

Lo que sucede es que ella no es así. No todos podemos pagar al fuego con el fuego. Quien con monstruos lucha, cuide a su vez de no convertirse en un monstruo. Cuando contemplas al abismo, el abismo también te contempla a ti, dijo Nietzsche. Si quieres aplicar la Ley del Talión a un monstruo, tú deberás convertirte en uno.

García Márquez se equivocó. No al escribir esta novela. No al no querer publicarla o lo contrario. Se equivocó al juzgarla falta de calidad.

No es su mejor novela. De acuerdo. ¿Es una mala novela? Para nada. ¿Merece la pena leerla? De todas, todas.

Este libro lo escribe un García Márquez al 50%. Tal vez hasta menos. Si lo decía él y lo ratifican sus hijos, no seré yo quien lo ponga en duda. Ahora bien: el 50% de García Márquez es mucho más que el 90% de lo que se publica actualmente.

¡Ah! Lo olvidaba. El final de la novela… Una escena de una potencia literaria descomunal. Ahí ya reconoces al genio en plenitud. Aunque sea un fogonazo… ¡Pero qué final!

La edición

Pasta dura. Camisa. Cuando se la retiras te encuentras la edición impresa a todo color sobre las tapas. Dentro, —cosidos los cuadernillos para ser eternos como Gabo—, tenemos prólogo, nota del editor y unas páginas facsimilares del manuscrito que del autor se conserva en una universidad estadounidense.

La edición es de Random House. Muy cuidada y a la altura del que es —salga el año por donde salga—, el acontecimiento literario del año. Diseño de inconfundible estilo tropical, el color, los motivos… que nos transporta a la Colombia del autor. Naturaleza creciendo exuberante sobre las tumbas. Vida y muerte.

Está a la altura de lo que merece. Gran edición.

Un libro que conjuga vida y muerte. Un diseño que acentúa ese oxímoron. La propia novela nos llega desde una tumba. La del autor. Un regalo que nos hace a todos los lectores sentir muy vivo al genio colombiano. De nuevo el binomio vida y muerte.

Tiene algo de exhumación. ¿La novela o el libro? Ambos.

Magnífica noticia tener este libro a nuestro alcance.

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Alvaro

Con el tiempo y el acúmulo nuevas lecturas, se va olvidando lo que vamos leyendo. Me parece que escribir sobre ello me ayudará a recordar mejor cada pequeña o gran historia que lea. Si de paso las pongo en común contigo y te puedo animar a leer o no un libro, me parece más útil que unas notas guardadas en un cajón como un ermitaño de tinta. De qué va y qué me ha parecido, sin más vuelo ni pretensiones. No son reseñas de entendido, sino de lector a lector.

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